En vías de extinción
Una de las ediciones más celebradas del pasado año en nuestro país fue la dedica al cineasta portugués Pedro Costa. Intermedio rompía, de nuevo, una lanza a favor del cine menos accesible y al que rehuyen sistemáticamente nuestras salas de estreno, entregando un voluminoso cofre (inevitables ecos de Stevenson resuenan al escribir esta palabra) compuesto por cuatro DVDs y un extenso libreto sobre la obra del autor de Casa de Lava (1995) y Ossos (1997). Precisamente, los filmes incluidos aquí arrancan después de la realización de aquellos (en formato cinematográfico y producción, más o menos, estandarizada) e incluyen sus obras realizadas ya en formato digital: En el cuarto de Vanda (No cuarto da Vanda, 2000), ¿Dónde yace tu sonrisa escondida? (Où gît votre sourire enfoui?, 2001) y su último largo hasta el momento, Juventud en marcha (Juventude em marcha, 2006).
Si observamos la evolución fílmica de Costa, el camino recorrido se nos aparece despejado, rectilíneo y lógico, pese a que la suya sea una senda poco transitada por otros autores. Sus primeros filmes conformaban unas ficciones de aliento bressoniano y vocación realista en la que se imponía el retrato de las clases más desfavorecidas y marginales de los suburbios portugueses y cabo verdianos. Pero el suyo es un cine de la experiencia, en el que tanto más que el resultado importa el trabajo realizado para llegar a éste (como apunta el propio cineasta en la entrevista que adjuntamos, en ocasiones «el proyecto artístico no es suficiente»). Así, poco a poco, las relaciones establecidas entre el cineasta y sus retratados adquieren una presencia e importancia capitales, condicionando irremediablemente las futuras realizaciones. Costa se irá desembarazando de los corsés del cine de consumo (escritura de un guión previo, período cerrado de rodaje, absoluto control de la producción sobre el proceso de grabación, etc.), dando forma a un método más personal de realización. En el cuarto de Vanda será el primer eslabón en este camino, partiendo de la voluntad de la propia Vanda Duarte quien, de algún modo, ofrece el filme al cineasta. Observación, paciencia y un sentido de la comunicación real con las personas filmadas son las claves de la película —que, en este sentido, trae el recuerdo los iconoclastas filmes africanos de Jean Rouch, Petit à petit (1969) o Cocorico Monsieur Poulet (1977)—. Ventura, el protagonista de Juventud en marcha, será el sucesor de Vanda. Tras desembarazarse de los métodos de producción convencionales, Costa lo hace también de los modos de representación. Las referencias a Charles Chaplin, Jacques Tourneur o John Ford están más que nunca presentes, pero pasadas por un filtro de distanciamiento y monumentalidad que se relaciona directamente con los trabajos de Jean-Marie Straub y Daniéle Huillet y que proyectan el filme hacia nuevas direcciones. La admiración que el portugués siente por la obra de estos dos iconos de la modernidad queda plasmada en ¿Dónde yace tu sonrisa escondida?, el tercero de sus largometrajes incluidos en el cofre. Gracias a Costa asistimos como privilegiados espectadores a la sala de montaje de Sicilia! (Jean-Marie Straub & Danièle Huillet, 1998) en la que la lucha por establecer el fotograma exacto en el que un plano debe dar comienzo y otro poner fin, sintetiza el trabajo artesanal y minucioso de la pareja. Si la obra de Costa, centrada en su mayor parte en torno al barrio de Fontainhas, es un trabajo sobre un mundo en vías de extinción, su filme sobre los realizadores de No Reconciliados (Nicht versöhnt, Jean-Marie Straub, 1965), comparte con el resto de su obra ese inevitable aliento fantasmal e irrepetible de algo que está condenado a desaparecer.
La edición se complementa con jugosos extras (varias piezas alrededor de ¿Dónde yace tu sonrisa escondida? y Sicilia!), el documental realizado por Aurélien Gerbault, Todo reflorecido (Tout refleurit, 2006) en torno al proceso de realización de Juventude en marcha, una entrevista con el realizador y un voluminoso libreto de 176 páginas.