El domingo 20 de noviembre, con motivo de la vigésimo novena edición del festival L’Alternativa, se proyectaron tres cortometrajes nacionales enmarcados en la sección Ellas filman: La inútil (Belén Funes, 2017), Mulher como árvore (Carmen Tortosa, Daniela Cajías et al., 2020) y Cuerdas (Estibaliz Urresola Solaguren, 2022). La unión de estas pequeñas piezas en una misma sesión permitió configurar un mosaico capaz de transmitir la fuerza de un nuevo cine. De él destaca su contacto con la realidad social y personal de sus protagonistas femeninas, cuya verdad es desvelada desde el más sincero respeto. La calidad de estas piezas, demuestra ampliamente el talento de unas realizadoras que han construido su propio espacio dentro de la industria. Para reivindicar su labor, se congregó a sus tres directoras de fotografía alrededor de una mesa redonda (Maneras de mirar) moderada por Mireia Iniesta.
Neus Ollé se graduó en ESCAC y se especializó en Dirección de Fotografía en la National Film & TV School en el Reino Unido. Se estrenó profesionalmente como ayudante de cámara en Honor de cavalleria (Albert Serra, 2006), firmando después la dirección de fotografía de El cant dels ocells (Albert Serra, 2008), con la que obtuvo el Premio Gaudí a la Mejor Fotografía. Es conocida por su trabajo junto a Mar Coll, del que surgen Tres dies amb la família (2009), Tots volem el millor per ella (2013) y la serie televisiva Matar al padre (2008). Su colaboración con Belén Funes desembocó en la producción de Sara a la fuga (2015), La inútil (2017) y La hija de un ladrón (2019).
Daniela Cajías, nacida en Bolivia, en el seno de una familia de cineastas, estudió en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba. Su carrera se inauguró con producciones nacionales como Hospital Obrero (Germán Monje, 2009) y Los viejos (Martín Boulocq, 2011). Seguidamente, colaboró en la colombiana La eterna noche de las doce lunas (Priscilla Padilla, 2013) y la brasileña Las dos Irenes (Fabio Meira, 2017). De su trayectoria en nuestro país destaca Las niñas (Pilar Palomero, 2020), con la que ganó el Premio Goya a la mejor dirección de fotografía, siendo la primera mujer en adquirirlo. Su último proyecto es la premiada Alcarràs (Carla Simón, 2022).
Lara Vilanova, formada en ESCAC, es también reconocida por su labor como colorista. En su actividad como directora de fotografía destaca The Beauty and the Dogs (Kaouther Ben Hania, 2017) con la que figuró en la Sección oficial de Cannes Un Certain Regard y la aclamada Trinta Lumes (Diana Toucedo, 2017).
Durante el coloquio se abordó la amplia trayectoria de estas profesionales, haciendo hincapié en las especificidades del departamento de fotografía y las vicisitudes de la experiencia femenina en la industria. Su principal consejo para los jóvenes realizadores consistió en establecer una mirada atenta y comprensiva con el entorno. A tal efecto, resulta imprescindible desarrollar una alianza con los personajes que promueva la emergencia de unos tiempos e ideas afines a ellos. De este modo, la fotografía cumplirá su función como vínculo entre espectador y personaje. Daniela Cajías, en referencia a su trabajo con Carla Simón, subrayó la importancia del binomio entre la dirección y la fotografía, cuya relación debe ser cercana y cooperativa. Su recomendación fue conversar con la directora sobre el guion, a fin de conocer su visión sobre él y contribuir desde la composición de la imagen. En este sentido, resulta de utilidad compartir referentes que puedan ayudar a concretar la propuesta. Por otro lado, la comunicación con el departamento de montaje y de sonido es primordial para comprender los puntos de vista de los personajes y ser capaz de alternarlos de forma fluida. Neus Ollé por su parte, recordó su trabajo con Albert Serra, del que aprendió un planteamiento estético que, gracias al uso simultáneo de dos cámaras, evitaba cortar la acción, permitiendo que la escena se desarrollase con una soltura documental. Así mismo, respecto a su trabajo con Belén Funes, relató su necesidad de empujar el tratamiento fotográfico fuera de los límites del realismo clásico europeo, con tal de que este desembocase en nuevos territorios estéticos. Lara Vilanova reivindicó la posibilidad de rodar desde el sentimiento, movilizando la propia intuición. Abordó la profesión como una forma de vivir en la que enfrentarse a preguntas de difícil resolución. Para finalizar, Daniela Cajías apuntó como si bien el sesgo de género atraviesa el mundo del cine, su incidencia en este ámbito no es más que uno de los múltiples reflejos de una problemática que debe ser abordada desde todos las esferas de la sociedad. Vilanova alentó a las asistentas a respaldarse en sus compañeras y a seguir esforzándose pese a las dificultades. Bajo su punto de vista, debemos creer en el poder de las imágenes para transformar el mundo subrepticiamente. Estas lecciones, formuladas bajo el resplandor de sus propias imágenes, alumbraron a muchos estudiantes de cine presentes en la sala. Aquella tarde se respiró la admiración que suscitan los referentes más cercanos y se abrió camino el optimista presentimiento de un inminente relevo generacional. Al finalizar la mesa, me pude juntar unos minutos con ellas para hacerles un par de preguntas.
Vuestros cortometrajes abordan problemáticas personales o sociales. ¿Cómo trabajáis visual y estéticamente la imagen sin traicionar la realidad sobre la que se construye la propuesta?
Lara Vilanova: Creo que esa cuestión es intrínseca a la gestación de la imagen. Es decir, al plantar un cuadro, ya estás tomando una decisión. Es inevitable hacerlo en cada plano, pero las decisiones que uno toma deben favorecer la idea propia de esa secuencia. En nuestro caso, resulta esencial localizar porque es en esa localización donde se elige aquello que representa más lo que va a suceder. Es importante hacerlo para que durante el rodaje sea más sencillo encuadrar. Al final, debemos vestir el plano para favorecer una idea. Nosotras filtramos la verdad para situarla en una ventana. En el encuadre tiene que representar la idea, su tridimensionalidad, y para que ello suceda, es necesario simplificarla, concentrarla.
Neus Ollé: Yo creo que tenemos que alterar la realidad sin que se note que lo hemos hecho. Esa es la gracia. Si vas a un espacio y lo filmas tal cual, es tan real que se pierde cualquier intención. Debemos alterar la realidad sin evidenciar que lo hacemos, con tal de transmitirla desde un punto de vista concreto.
Daniela Cajías: Nunca se graba la escena tal como es en realidad. En mi opinión, la esencia de la dirección de fotografía consiste en observar la realidad e intervenirla para que esta sea más cinematográfica.
¿Cómo creéis que debería enfocarse la enseñanza de la dirección de fotografía?
Daniela Cajías: En fotografía, concretamente, se habla muy poco de narrativa. Las escuelas se centran mucho en la técnica y, al final, esta se aprende rápido. Lo que es verdaderamente difícil de abordar es la narrativa.
Neus Ollé: Curiosamente, yo hago un taller de narrativa en ESCAC, porque se habla mucho de luz, de estética, pero no tanto de narrativa. Las escuelas de cine proporcionan espacios para explorar y probar, por lo que los alumnos aprenden del fallo-error. Eso está muy bien, pero muchas veces al concentrarte demasiado en la estética de un plano, descuidas como resolver una secuencia, sobre todo cuando el tiempo apremia. Otra cosa que no se enseña es el manejo de las relaciones personales dentro del propio equipo. Ese es el golpe que te das al salir de la carrera. Deberían enseñar psicología de la directora de fotografía, porque todos sabemos iluminar, pero es muy difícil llegar a un set y entenderte con el director o manejar adecuadamente a tu equipo. En el fondo, el director de fotografía es un puente entre las ideas creativas de una persona y un equipo que debe abordarlas. Todo esto son relaciones personales que a veces no son fáciles porque se producen en una situación de estrés. Esto no se enseña y creo que se debería enseñar.
Daniela Cajías: Yo en Cuba me cambié de carrera durante tres semanas, estaba harta, quería sentir cosas, necesitaba narrativa, así que me fui a montaje. Aunque luego vi a mis antiguos compañeros por los pasillos con sus cámaras y pensé: debo volver.