Regreso a la infancia
El 20 aniversario del extraterrestre más famoso del celuloide y los deseos de regresión de un gran cineasta
No deja de ser curioso, si se me permite la sospecha, de que y con motivo de la reposición de E.T. El extraterrestre los cambios realizados por el propio realizador en el film original, que son la eliminación de dos frases políticamente incorrectas: [1] Cuando la madre recrimina a Michael, el hermano mayor de Elliot, que no irá a la fiesta de Halloween «… disfrazado como un terrorista» y [2] Cuando Elliot insulta a su hermano llamándolo «Aliento de pene», en la copia doblada al castellano que se estrenó en nuestro país ya habían sido suprimidas. Sin duda alguna, los dobladores del film decidieron no herir sensibilidades de un público mayoritariamente infantil y eliminaron la palabra «terrorista» de la frase recriminatoria de la madre y sustituyeron el insulto de Elliot por «Moco de elefante» (*).
Anécdotas a parte, hoy en día se puede hablar de E.T. El extraterrestre, al margen de si es una buena película o no, de un film casi legendario, tanto por lo que simbolizó en su época marcando a toda una generación de jóvenes y mayores de todo el mundo, como por la posterior trayectoria del cineasta norteamericano, pasando por ser hoy en día el realizador más poderoso de la industria cinematográfica. Es indudable, y eso queda latente en especial en los films en que Spielberg ha colaborado en la producción para otros directores (por poner unos ejemplos: Frenos rotos, coches locos (Used Cars, 1980), Gremlins (ídem, 1984), El secreto de la pirámide (Young Sherlock Holmes, 1985), Los goonies (The Goonies, 1985), Regreso al futuro (Back to the Future, 1985), Esta casa es una ruina (The Money Pit, 1986), Fievel y el nuevo mundo (An American Tail, 1986) y, bueno, una larga lista que pasaría por secuelas de Gremlins, viajes al futuro, Picapiedras, Fievel, Casper y demás…) que Steven Spielberg juega en buena parte de sus films a volver a ser niño, siendo, E.T. El extraterrestre la que mejor entroncaría con la niñez solitaria y compleja de los jóvenes más outsiders de los cánones sociales (el propio Spielberg es hijo de padres divorciados al igual que Elliot). Este enfrentamiento, esta pérdida de la inocencia se ve muy bien reflejada en los atisbos de difícil niñez que ofrecen tanto en la revisión del cuento de la Disney Peter Pan (íd., 1953), Hook, el capitán garfio (Hook, 1991), como la supervivencia de Jim en el campo de concentración de El imperio del sol (The Empire of the Sun, 1987), o la aventura extraída del cómic en cualquiera de sus Indiana Jones y Parques Jurásicos varios, o vaya, la triste soledad infantil que padece David en la reciente y excelente A.I. Inteligencia artificial (A.I., 2001). Esa regresión forzada a la que se somete Spielberg le ha servido, para alcanzar con los años, una madurez como cineasta soberbia, convirtiéndose en los noventa en, prácticamente, el único realizador capaz de conjugar comercialidad y calidad en las cotas más altas con films como La lista de Schindler (Schindler’s List, 1993), Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) y A.I. Inteligencia Artificial.
Gestación y consecuencias de un monstruo bueno
Tras haber rodado ya en 1977 un film sobre alienígenas, la alucinógena Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977), Spielberg tenía en mente un par de proyectos que finalmente convergerían en lo que sería E.T. El extraterrestre. El primero era un proyecto llamado After School, que estaba basado en tratar el mundo de los niños basándose en recuerdos del propio Spielberg; el segundo se llamaba Night Skies, y estaba centrado en el asedio a una casa aislada a una típica familia americana por un grupo (malvado) de once extraterrestres. Finalmente, y tras el fracaso de 1941 (ídem, 1979), Columbia se negó a financiar ninguno de los proyectos, y el que fuera guionista del segundo, el realizador y guionista John Sayles, abandonó el proyecto decidiéndose a favor de lo que fue su primer film: Lianna (ídem, 1982); ocupando su lugar como guionista Melissa Mathison (guionista de El corcel negro (The Black Stallion, 1979) y futura esposa (primero) y ex-esposa (segundo) de Harrison Ford). Así, Spielberg, redibujó la historia, centrándola sólo en lo que pasaría si uno de los extraterrestres de la nave, se quedara olvidado y entrara en contacto con una familia de clase media norteamericana (**).
El resultado del film fue espectacular, con 232 millones de recaudación mundial, E.T. El extraterrestre se convirtió en el film más taquillero de la historia del cine, récord que el film mantuvo hasta que el propio Spielberg lo superó con el estreno de Parque jurásico (Jurassic Park, 1993). Millones de personas asistieron embobadas a los cines a llorar la (casi) muerte de E.T., convirtiendo el animatrónic de turno (capaz de realizar ochenta y seis gestos distintos al que le ponía voz, en todas las lenguas, una maestra con voz cazallera llamada Pat Welsh) en el amigo que todo niño querría tener. El film obtuvo nueve candidaturas a los Óscars (incluyendo película y director), el mismo año que debió ganar la brutal Missing (Desaparecido) (Missing, 1982) de Costa-Gavras y que acabó ganando Ghandi (íd., 1982) de Richard Atenborough. Los Óscars que cosechó fueron la preciosa banda sonora de John Williams (imagen para el recuerdo eterno (parodiada también eternamente) la figura de Elliot y E.T. volando en bicicleta con la luna de fondo mientras suena la partitura de Williams), sonido, efectos sonoros y efectos especiales.
¿Exageración lacrimógena o clásico indiscutible?
Nadie duda hoy en día de la capacidad de Spielberg de solventar económicamente sus films, sin embargo, ¿donde está la línea en el cine de Spielberg que separa el puro arte del forzado maniqueísmo de kleenex zafio y sonrojante?. O de otra manera, ¿dónde se encuentra E.T. El extraterrestre, en la terrible soledad y tristeza del Meca David en A.I. (Inteligencia artificial) y de Jim en El imperio del sol o en el género aventurero-infantil de Hook, el capitán garfio y Parque Jurásico?. O vaya, ¿qué lágrimas son las que llora Elliot, las del agotado conductor de El diablo sobre ruedas (The duel, 1972) o las, horribles, terribles y temibles del Ryan viejo en el insufrible epílogo de Salvar al soldado Ryan?.
Está claro, y más con un film como E.T. El extraterrestre, que cada navidad TVE1 se empeña en repetirnos, que hay películas a la que la edad les pesa más que otras. Y no me refiero a que el film parezca viejo, si no que el contexto narrativo que lo envuelve puede parecer repetitivo, si a esto le añades que varía mucho ver un film con cinco años y creerte que E.T. El extraterrestre existe o puede existir de verdad, y verlo con veintitrés, advirtiendo claramente como Spielberg aguanta la historia para buscar de manera fácil la lágrima del espectador. Con esto no quiero decir que el film sea fácil, en absoluto, pero creo firmemente que E.T. El extraterrestre es una película para niños o para adultos que quieren volver a ser niños (como el propio Spielberg).
Por ejemplo, los protagonistas de la historia son los chicos: Elliot (Henry Thomas), sus hermanos Michael (Robert McNaughton) y Gertie (una adorable Drew Barrymore), o sus amigos, en los que se encuentran a unos jóvenes y desconocidos Erika Eleniak y C.Thomas Howell.El único personaje adulto que aparece en hora y media de metraje es el personaje de la madre, interpretada por Dee Wallace Stone, apareciendo el resto de personajes adultos bien desenfocados, bien rodados con planos a la altura del pecho segmentando el rostro de los personajes. Ese temor a la gente adulta, esa sombra de maldad que emanan todos los personajes adultos acaba rompiéndose cuando aparece el primer rostro adulto, ya en la casa de Elliot con toda la NASA estudiando al moribundo E.T., al que de vida un buen Peter Coyote en un personaje torpemente dibujado que parece haber estado buscando al extraterrestre toda su vida.
No sólo el tratamiento de personajes adultos es acertado en el film, si no la atmósfera en general a medio camino entre el fantástico y el telefilm típico de los ochenta (muy parecido, por ejemplo al de Poltergeist (ídem, 1982), que no en vano está producido por Sipelberg), combinado con un entrañable personaje, como es en el fondo E.T., capaz de conmover al espectador con su dulzura y, a la vez, aterrarlo, en especial en esa escalofriante escena (ese es el Spielberg que a mi me encanta) en la que Michael encuentra a un E.T. completamente lechoso medio muerto a la orilla del río, abandonado por sus congéneres.
El reestreno de E.T. El extraterrestre, una estrategia comercial lejos de cualquier interés artístico como lo fue, por ejemplo, el de El exorcista (The Exorcist, 1973) hace un año (mucho más interesante se presenta el reestreno de Apocalypse now (íd., 1979)), servirá más para que los aficionados al cine acudan a ver los guiños de Spielberg que de pequeños era imposible que reconocieran, en especial los que hace a su amigo George Lucas —este se los devolvería incluyendo a una clan de E.T.’s en el senado de La amenaza fantasma (The Phantom Menace, 2000)— y bueno, para poder disfrutar de algunas secuencias ya antológicas como cuando Elliot y E.T. se ven por primera vez o cuando los agentes de la NASA abordan la casa de Elliot y su familia, una escena prácticamente de terror que Javier Fesser homenajearía en la divertida El milagro de P. Tinto (1998).
[1] Los otros cambios realizados se han basado en retocar digitalmente a E.T., un animatronic creado por Carlo Rimbaldi —el mismo que creó los gusanos de Dune (ídem, 1984)— y en sustituir las armas que sostienen los policías que persiguen a Elliot y sus amigos en la huida en bicicletas por… walkie-talkies..
[2] La mayor parte de la información la he tomado prestada del artículo E.T. El extraterrestre que conmovió al mundo de Tomás Fernández Valentí publicado en la revista Imágenes de actualidad num.210.