Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, 1945, Roberto Rossellini)

El nacimiento de un estilo

Roma ciudad abierta¿Es realmente el cine el 7º arte? ¿No será más bien una buena recopilación de los otros seis?

¿Qué es lo que realmente ha inventado el cine? Cualquier forma de narrar, por muy extravagante que sea, ya se ha usado en alguna rama de la literatura. La iluminación desde luego que no; no hay más que oír a cualquier director decirle a su operador: necesito una luz Rembrandt, o frases similares. Los espacios cinematográficos están sacados de la arquitectura y la decoración, y las composiciones, de grupos escultóricos o pictóricos. La música, diegética o no, ha ido evolucionando con la música convencional, y los músicos que han innovado para el cine lo habían hecho ya para su trabajo habitual. Desde luego que a lo largo de este siglo y pico de cine la influencia también a sido mutua, y la aceptación del cine ha provocado que muchos modelos propuestos por él se hayan difundido entre los artistas o artesanos de los diferentes ramos: música, moda, modelos de interpretación, decoración, estilos de vida… Y sobre todo, pensamiento. Algunas ideas y actitudes ante la vida nos han sido inspiradas por el cine, y ningún otro medio de expresión las habría proporcionado tanta difusión ni tanta aceptación.

Desde luego, parece difícil que en un país devastado por la guerra como era Italia en 1945 pudiera surgir un arte tan necesitado de grandes recursos como el cine. Pero allí, en esas circunstancias, surgió el que quizá sea el movimiento cinematográfico más importante e influyente de la historia del cine, el Neorrealismo. Y quizá el que mejor ha sobrevivido como movimiento general, independientemente de la calidad de sus piezas, en el sentido de que las obras hechas en ese movimiento y en esos años siguen aun vigentes, y muchos directores en la actualidad se inspiran en dichas películas (lo cual no se puede decir de la Nouvelle Vague o del Free Cinema, que dando algunas películas gloriosas en conjunto han envejecido peor). No cuento aquí el cine clásico americano, ya que su única cohesión la da un modelo de producción en masa con una sintaxis definida que sólo unos pocos se atrevían a variar, en el que temática e ideas varían en función de los gustos y recursos de los productores. ¡Ojo!, que no lo critico, y de hecho soy un incondicional del cine clásico americano, pero creo que nadie me discutirá que tiene poco de «movimiento cinematográfico».

Roma. ciudad abierta

Y sin duda la película que proporcionó las bases y dio el impulso al neorrealismo fue sin duda Roma, ciudad abierta, y me atrevería a decir que en concreto un personaje: Pina, interpretada por Anna Magnani. Es cierto que ya se habían hecho algunas películas en este contexto por parte de Blassetti (Sole, 1928) o Visconti (Obssessione, 1943) en Italia, o Ford (Las uvas de la ira/The Grapes of Wrath, 1940 con Tom Joad-Henry Fonda) en USA, pero en este personaje podemos ver reflejado el espíritu de todos los que vinieron después, desde el ladrón de bicicletas o el pescador de La terra trema (1948) hasta el Joe de Ken Loach. Es la actitud ante la vida de esta mujer, su lucha, su casa, sus ambiciones y su solidaridad lo que ha pervivido como ejemplo y modelo en el cine, con una profundidad y humanidad que desde entonces ha inspirado a muchos otros personajes (a sus creadores, debería decir) y, desde luego, a nosotros como espectadores.

La película describe la situación de Roma en los últimos años de la ocupación alemana. Fue rodada nada más terminar la guerra en los decorados naturales de la devastada ciudad, con mayoría de actores no profesionales (otra constante de Neorrealismo) excepto Anna Magnani y Aldo Fabrizi. Los medios técnicos son escasísimos, lo que se ve en una fotografía que no puede hacer otra cosa que sacar el mejor partido a la luz natural, y poco más, aunque los decorados y las interpretaciones son soberbios por ser tan naturales. Escrita por el propio Rossellini, además de Fellini y Sergio Amidei sobre un argumento de este último, va dando saltos entre el documental y la ficción, aunque varios de los sucesos (la resistencia de los niños Romanos o el fusilamiento del cura) están basados en sucesos reales, y el ambiente de las calles está recogido sin planificación (en general).

Un jefe de la resistencia italiana, el ingeniero Manfredi, debe huir de su casa cuando los alemanes van a buscarle. Capturarle es el mayor deseo de mayor Alemán encargado de acabar con los grupos rebeldes, sean del bando que sean (existe una colaboración tácita entre comunistas y monárquicos-cristianos para acabar con el enemigo común). Manfredi se refugia en casa de Francesco, que trabaja como tipógrafo en un periódico de la resistencia. Al llegar a la casa Manfredi se encuentra con Pina. Ella le recibe muy mal, pensando que es de la gestapo o algo así, pero cuando se aclara la situación le deja entrar en casa de Francesco. Pina y Francesco están prometidos, y se van a casar al día siguiente. Ella viene de liderar el asalto a una panadería en la que se negaban a proporcionar alimento a los necesitados (ella se lleva un buen montón de panecillos). Es viuda y tiene un hijo de unos ocho años, al cual Francesco está encantado de adoptar, y está embarazada. Vive también con su hermana en una casa atestada de gente en la puerta de enfrente a la del novio, en el mismo edificio.

Manfredi sale con Marina, que sobrevive como bailarina de revista. Es morfinómana, y la droga se la proporciona una alemana a la que une algo más que la amistad. Esta trabaja a las órdenes del mayor. Conocen su relación con Manfredi y por eso la tienen controlada, aunque esta relación no va bien. Ella está despechada, lo cual junto a su adicción por la morfina y sus deseos de salir del hoyo la llevarán a traicionar al ingeniero.

Roma. ciudad abierta

El personaje más influyente del barrio es Don Pietro, el cura. Este se dedica a colaborar con la resistencia ocultando a los perseguidos y a los desertores alemanes, proporcionándoles documentación falsa, y hace de correo para la ellos. El hijo de Pina tampoco está ocioso, y junto a los demás niños del vecindario se dedica a poner bombas a los trenes alemanes.

Mientras tanto, el Mayor ya sabe que Manfredi está por esa zona de la ciudad, y a la mañana siguiente un regimiento asalta el edificio donde viven. Los hombres consiguen huir en un principio, pero luego les capturan, y cuando se los llevan se produce la secuencia más famosa de la película, la muerte de Pina. Cuando oye que Francesco ha sido detenido y se lo llevan en un camión, sale corriendo tras él y un soldado le dispara. El niño se tira sobre su madre y es Don Pietro el que tiene que apartarle y recoger el cadáver de Pina. No ha habido vez que haya visto la película que no me haya echado a llorar con esta escena, que además es un prodigio de montaje y aprovechamiento de un poco de celuloide. La primera parte de la secuencia, la carrera, está rodada con dos cámaras, una en el camión que se lleva a los hombres (ligero picado, plano general corto, travelling retro) y otra enfrente del portal de la casa (sin angulación, plano medio, panorámica a izquierda). Ambos contienen la misma porción de carrera, unos tres segundos, pero el montador monta primero la primera parte del plano desde el camión, en el que Pina sale corriendo del portal y da cuatro o cinco pasos. Corte y la misma porción de carrera desde la cámara lateral en plano medio. Es lo mismo, pero nosotros interpolamos y suponemos que es el siguiente tramo de carrera. Corte e inserto del cura sujetando al niño. Inserto de Francesco intentando saltar del camión (no le dejan). Ya nos hemos olvidado de cómo estaba la carrera de Pina, así que vuelve al primero de los planos de la carrera (desde el camión) exactamente en el mismo punto en que había cortado, suena una ráfaga de metralleta y Pina cae al suelo. La misma cámara de enfrente del portal muestra al niño que se escapa de Don Pietro y corre hacia su madre. Plano fijo con la cámara a ras del suelo que muestra al niño arrojándose sobre el cadáver (uno de los planos más hermosos de la historia del cine). Una cámara a medio camino entre el camión y la que mostraba el portal muestra al cura llegando al cuerpo y apartando al niño. La cámara a ras del suelo muestra a Don Pietro recogiendo el cadáver de la mujer [1]. En total, 25 segundos, y una prueba de que la mitad del cine es el montaje.

Los alemanes caen en una emboscada y los presos son liberados. En su huida van a parar a casa de Marina. Francesco está destrozado, y Manfredi discute con Marina la cual, despechada, les escucha que van a ir a ver al cura para desaparecer y les denuncia a la mujer alemana. Al día siguiente, cuando están a punto de irse con el cura, Francesco se queda despidiéndose del muchacho y en ese momento Manfredi, Don Pietro y un desertor austriaco son detenidos. En los calabozos, el mayor intenta convencer a Manfredi de que hable, pero por supuesto se niega, y luego a Don Pietro para que a su vez convenza a Manfredi. Le dice que es un comunista, un sin dios, y que pronto se tendrá que enfrentar con él, pero don Pietro se niega, y ante las amenazas del Mayor de torturarles a ambos el cura le dice «no hablará, yo rezaré por él». Al ingeniero, reconociendo implícitamente que se acerca la derrota, le asegura que esos reaccionarios a los que protege con su silencio, monárquicos y liberales, pronto intentarán ilegalizarles y echarles del país, pero Manfredi está ya tan destrozado que no podría reaccionar aunque quisiera. Manfredi morirá en la sala de tortura, ante la mirada misericordiosa del cura, y el horror de Marina, que será despojada de lo que ha ganado con la traición. Don Pietro será fusilado a la mañana siguiente, en presencia de los niños de su barrio, que se marchan cabizbajos.

Roma. ciudad abierta

A pesar de este final, la película es un canto a la vida y a la libertad, rebosante de optimismo y esperanza en la gente y el futuro. Lejos de ser tan solo unos malvados asesinos, los alemanes están dotados de humanidad, se intenta comprender su comportamiento, las razones que les han llevado a esa perversión de creerse superiores. En un momento casi al final de la cinta un alto mando de los alemanes, en estado de embriaguez, increpa al Mayor que está diciendo que un italiano no podría resistir la tortura y que si así fuera se equipararía con un alemán. Este le dice que ellos no son superiores, que los oprimidos son fuertes y luchan con justicia por su libertad, y se lamenta de que están sembrando Europa de cadáveres y de odio. El mayor se va enfadado, pero luego reconocerá ante Manfredi que se acerca la derrota, indicio claro de que no son tan superiores.

Una película emocionante, que sorteando maniqueísmos y patrioterismo, sin manipular (Spielberg podría aprender un poquito…), nos acerca la imagen de la lucha y la esperanza. Si el arte debe emocionar, si no es esclavo del dinero, estamos ante arte con mayúsculas.

[1] El montaje de esta secuencia y un homenaje a esta cinta puede verse en la película Celuloide (id., 1996), de Carlo Lizzani.