Amadeus (Milos Forman, 1984)

Mecanismos de lo perdurable

AmadeusAmadeus es para mí, la mejor película, sin duda, del archipopular en los 70 director de cine Milos Forman, y la mejor de las premiadas con el Oscar en la década de los 80 —aunque soy también un defensor acérrimo de Gandhi (id., 1982. Richard Attenborough) y de Memorias de Africa (Out of Africa, 1985. Sidney Pollack)—.

Con el estreno hace ya varias semanas, de una copia remasterizada y con metraje adicional de la película, es buen momento éste, para hablar y comentar una cinta, que en su momento gozó de cierta aceptación por parte del público, un rechazo crítico feroz, y una guerra declarada por parte de los aficionados al noble arte de la música de sala de conciertos. Huelga decir, que parece que nadie entendió la película, y no por atribuirme ningún mérito que no tengo, sino a raíz de posteriores comentarios y estudios que han ido recuperando el prestigio y lugar que le corresponde a esta maravillosa fantasía mozartiana.

Porque sí, Amadeus, es ante todo una fantasía, no en el estilo Lynch-Coen, sino de un modo diferente. Peter Shaffer, escribió un relato fantasioso, una elucubración que al igual que otras veces —la más reciente ha sido Shakespeare in Love (íd., 1999. John Madden)— pretendía revisitar el entorno del mayor genio de la música de todos los tiempos: Wolfgang Amadus Mozart. Pero sin embargo, Mozart fue la excusa, para reflexionar sobre aspectos fundamentales y extremadamente interesantes de la creación artística, como son: la creación de lo sublime en un entorno adverso, el gusto popular como mecanismo de sublimación del arte, haciéndolo perdurar, el contraste entre creación y trabajo de pasillo, y la desmitificación de las «mentes maravillosas».

Amadeus

Quien piense que Amadeus es una película sobre Mozart está muy equivocado. Amadeus y observen ya que se refiere al segundo nombre del compositor, y no el primero o el apellido como hubiera sido habitual en un biopic, es un film con Mozart, con un Mozart deformado e irreal, porque en realidad, lo estamos viendo a través de una lente deformante, una lente, que son los ojos de un hombre que le odió y admiró a partes iguales: Antonio Salieri. Amadeus, es un film sobre Salieri, es más, es una fantasía, pensada e imaginada por un Salieri que en su senectud, se ha vuelto loco al ver como su música ha sido olvidada a favor de la de su rival, al que enterró artísticamente en vida. Amadeus es por lo tanto, un relato exagerado y deformado por los celos, la locura y el tiempo, y eso es lo que confiere al texto y al film de Forman, un aire maravilloso y apasionante.

La obra original de Sir Peter Shaffer, un dramaturgo amante de las fantasías históricas (tiene otra sobre Pizarro y su llegada al Imperio Inca), data de los setenta, y contaba ya con cierta notoriedad, cuando en 1980, Forman comienza la larga labor de convencer al escritor inglés de que le deje adaptar su obra. Shaffer, que consideraba a Forman un inútil, se negó en rotundo, y casi tres años se tardó en llegar a un acuerdo, que contenía puntos como que el guion lo adaptarían ambos a dúo, y que el título de la película llevaría el del autor; es decir: Peter Shaffer’s Amadeus.

Durante un largo período, director y escritor, se dedicaron a desmenuzar la obra, simplificar, alargar y escribir en otras palabras para la pantalla, la historia, con más desavenencias que coincidencias, ya que Shaffer no entendía que cine y teatro tienen públicos y ámbitos completamente distintos.

Rodada en Viena y Praga, con un equipo checo que colaboró activamente, ojo en pleno telón de acero aún, con la Saul Saentz Company —el famoso productor inglés, que años después repetiría éxito con El paciente inglés (The English Patient, 1996. Anthony Minghella)—, el concurso de Forman y de la trouppe de secundarios habituales de muchos de sus films, fue esencial para dotar al igual que muchos de los films de Forman, de cierto carácter de «biopic freak», —carácter que se ha visto posteriormente en El escándalo de Larry Flynt (People vs. Larry Flint, 1997) y en Man on the Moon, [id., 1999)—. Se partió de la obra de teatro que Shaffer había originado y de los actores que la interpretaban y se llenó el film de una bso que logró entre otras cosas popularizar la música de Mozart entre las nuevas generaciones.

Al psicodélico Tom Hulce, genial en su papel de infantilizada deformación, (y que casualmente no ha sabido hacer después otra cosa en el cine), se le unió el actor de teatro F. Murray Abraham (que había interpretado con anterioridad en la obra a Salieri).La interpretación de Abraham (que ganó el Oscar), sin duda es el sostén del film en muchos momentos, con una contención admirable que transmite la rabia y el amor, el éxtasis y la caída de un buen compositor que simplemente tuvo que convivir con el mayor genio musical de todos los tiempos, siendo el primero en descubrirlo, admirarlo y envidiarlo.

Sobre Amadeus, se han escrito ríos de tinta, a propósito de la divergencia que los hechos reales tienen con los del film, pero que como decimos no deben ser tenidos en cuenta, puesto que en todo momento se ha de ser consciente del carácter fantástico de la historia (aún más evidente en la nueva versión, y en concreto en el encuentro sexual de la esposa de Mozart y Salieri). Más discutible es el capricho de colocar como escenografía en el estreno de «La flauta mágica» en el film, la que realizaría el arquitecto alemán Schinkel casi 100 años después de la fecha mostrada en el mismo.

En cuanto al film, se articula como un inmenso flash-back que comienza a raíz de una confesión acaecida en el hospital para enfermos mentales de Viena, donde un demente que ha intentado suicidarse, un tal Antonio Salieri, otrora compositor de la corte, hoy absoluto desconocido, relata a un joven sacerdote su fantasía mozartiana, culminada en un asesinato que por cierto, nunca se muestra, y que parece estar más de acorde con las teorías de muerte por enfermedad de Amadeus, que por envenenamiento.

El ya de por sí vulgar matrimonio de Mozart, que es una extensión de la presentación del personaje en la fiesta del arzobispo, y el por lo general tono populachero y de joi de vivre del personaje genial, contrasta desde el principio, con el refinamiento, sofisticación y mortecino carácter de la corte en general y de Salieri en particular, que asume un celibato, vicio sexual reprimido, que se desahoga en sofisticados dulces, y en una gula enfermiza. La contraposición de los dos personajes desde el comienzo es tan evidente, como lo es el blanco predominante en el vestuario de Hulce y el negro en el de Abraham.

La narración avanza a través de los intentos de Mozart tras independizarse del arzobispo de Salzburgo y casarse, de encontrar alumnos y trabajos (algo que se ha desarrollado mucho más en la nueva versión), y continúa con los encargos reales obstaculizados por Salieri, las obras personales que se estrenan en tascas y teatros de mala muerte, la relación con el padre (traumatica) y el final de su enfermedad con el Réquiem como protagonista.

En la versión del director, que resulta mucho más completa y acertada, se amplían aspectos como los primeros trabajos de Mozart en Viena, y que forjan su leyenda negra, auspiciada por Salieri, y el se amplía el protagonismo del mujer de Mozart, que tras sufrir una humillación (casi sexual) por parte de Salieri, le coge cierto odio y temor, que en el film original no quedaba suficientemente explicado, por la ausencia de esta secuencia (un poco absurda y fantasiosa en exceso si se quiere, por otra parte).

En otro aspecto, cabe indicar algunos de los temas que trata el film y que son lo que le confieren para mí, su particular interés y belleza:

En primer lugar, la relación entre niño prodigio y padre, en cuanto a interdependencia entre dos sujetos y determinismo de uno en la vida del otro. El niño prodigio que alcanza la fama y enriquece a su padre desde los primeros años, renuncia a su infancia por contentar a un padre al que finalmente en actitud de rebeldía pretende anular o atacar (la escena de la fiesta vienesa) y al que por último añora con enfermiza culpabilidad cuando éste no está (la metáfora de Don Giovanni que Salieri descubre). Amadeus pone de manifiesto la duda del individuo que no sabe si ha sido utilizado o manejado desde siempre por su padre, y que duda permanentemente entre el agradecimiento por la educación recibida o el odio por la infancia robada.

Amadeus

La humanización del mito, es otro de los temas principales del film. Lejos de las biografías de leche y miel del cine americano, lo hermoso no siempre sale de la mente del artista envuelto en cinta rosa y con arpas celestiales de acompañamiento, a veces, sale de una mente que intenta alcanzar lo sublime desde la miseria, en una mesa de billar, mientras escucha como los dos seres que más quiere del mundo, su padre y su mujer, se destrozan el uno al otro. La música para el genio, es la vía de escape de una vida desastrosa, una forma de trascender la propia existencia y alcanzar algo bello en vida. La música para Amadeus es lo único bello que posee, para Salieri, es un pasaporte a la gloria, para la posteridad, realizada en virtud de un enfermizo y falso autosacrificio.

En este sentido, la autenticidad de lo sublime y trascendente que la música tiene para el ser humano, ya se ve en dos secuencias del film. La primera, en la aceptación popular de obras como «La flaurta mágica», tarareada desde su primera representación en sus melodías más populares, por el pueblo llano, por los que en definitiva deciden quien pasa a la historia y quien no, quien entra a formar parte de la cultura común del ser humano. Mientras Salieri, recibe el reconocimiento de la realeza y la nobleza en los grandes teatros, Mozart que se ve obligado a estrenar en corrales, recibe el de la gente corriente y el de un Salieri oculto que asiste a todas sus representaciones, admirando la música más sublime jamás compuesta.

En Amadeus, al final todo se resume en una secuencia, en un pequeño detalle que encierra la reflexión fundamental y genial del film: El cura confesor no reconoce ninguna de las melodías que hicieron famoso en otra época al enfermo al que asiste y que le valieron el título de «estrella más luminosa del firmamento musical vienés», hasta que al final reconoce un fragmento de «Eine kleine natchmusik». Es en ese momento, cuando Salieri con lágrimas en los ojos comprende su derrota, y le dice… no, esa no es una obra mía, esa es de él, de Mozart.

No acierto a imaginar para el artista, para aquel que ha intentado controlar los mecanismos de lo perdurable, mayor derrota. Morir sabiendo que ya has sido olvidado, y que la persona a la que has intentado destruir, se convierte en el mayor y más importante compositor de todos los tiempos.

Amadeus

La derrota de la mediocridad, es la derrota de tantos y tantos que en vida eclipsan la verdad, la pureza y el ingenio, y a los que el tiempo pone en su lugar. En ese sentido, Salieri representa como el mismo dice, al rey de los mediocres.