Padre Moretti
Hay actores que pueden condicionar el planteamiento visual de una película o, incluso, su desarrollo dramático. Claude Chabrol conoce bien el poder subyugante que este tipo de actores pueden llegar a tener en el proceso de creación de un film y, es quizás por ello, que sus mejores películas las ha rodado con Isabelle Huppert. Ya sea en Madame Bovary (1991), La ceremonia (La Cérémonie, 1995), Gracias por el chocolate (Merci pour le chocolat, 2000) o la reciente Borrachera de poder (L’ivresse du pouvoir, 2006), Huppert es mucho más que la actriz que encarna el personaje. No hay duda que su presencia condiciona las decisiones estilísticas de Chabrol tanto durante el rodaje como durante el montaje. Como tampoco hay duda que en Caos Calmo de Antonio Luigi Grimaldi, Nanni Moretti adopta esta misma función hasta el punto que sería difícil concebir esta misma película sin él.
Desde La habitación del hijo (La stanza dil figlio, 2001) no veíamos al Nanni Moretti más íntimo, introspectivo, reflexivo y pendiente de su mundo emocional. El Nanni Moretti que se opone al cómico, el combativo, el ácido, el político, el comprometido y el militante que habíamos visto en El caimán (Il Caimano, 2006). Y, como en aquella, Moretti interpreta en esta ocasión a un hombre que debe replantearse su rol de padre a raíz de la irrupción de la muerte en el seno de la familia. Si bien en La habitación del hijo, Moretti debía enfrentarse a la pérdida del hijo, en Caos calmo, es la esposa la que muere y la que provoca la necesidad de construir una nueva relación con su hija pequeña.
Es cierto que podemos detectar en Caos Calmo el origen televisivo de Antonio Luigi Grimaldi, especialmente en la utilización efectista de ciertos recursos musicales y en la poca densidad cinematográfica de otros recursos visuales, pero aún así, la presencia de Moretti y su capacidad para transmitir todo lo que pasa en el interior del personaje, aún siendo un actor de facciones hieráticas, sublima de algún modo el trayecto vital al cual debe enfrentarse su personaje.
A la muerte de su esposa, Pietro (Nanni Moretti), decide convertirse en un padre ideal, esforzado y dedicado únicamente a su hija. Es por ello que cada día espera a que Claudia salga del colegio sentado en un banco que se encuentra justo delante del centro escolar. Durante la espera, Pietro debe enfrentarse a las dudas y al vacío interno en el cual le ha sumido la muerte de Lara. Y para ello, Grimaldi hace desfilar varios personajes que, de forma recurrente, ilustran el debate del protagonista transportándolo des del interior del personaje hasta el exterior. Como la mujer que iba a tirar la botella vacía en el contenedor de basura en cada una de las película que conforman Tres colores: Azul, Rojo, Blanco (Trois couleurs: bleu, blanc, rouge, 1993-1994) de Krzysztof Kieslowski, Pietro ve pasar cada día a un niño con síndrome de down, a quien le dedica un juego de luces con el coche, y a una atractiva joven que saca a pasear a su perro.
Aún así, Caos calmo no se convierte en una exaltación de la figura idealizada del padre o una reflexión de las consecuencias trágicas de la muerte cuando ésta destruye una familia sino, más bien, en un descubrimiento mayor que permite que padre e hija por fin se acerquen. Si bien en El sur de Víctor Erice (1983) aprendimos que era el secreto del padre el que impedía que Estrella jamás pudiera sentirse cerca de él, aquí es la aceptación de la irreversibilidad la que rompe cualquier barrera. «Hay palíndromos —frases reversibles— y hay cosas irreversibles », explica Claudia a su padre. «Nos lo ha explicado la profesora». Es justo el momento que Caos calmo inicia su fin puesto que el trayecto de Moretti ha concluido. Por segunda vez padre y por segunda vez habiéndonos ofrecido una convulsa tormenta de emociones a través de una sorprendente serenidad exterior. También por segunda vez, habiendo asumido ser el eje sobre el cual pivota la película.