Divino Andreotti
Tradicionalmente la cinematografía italiana, al menos desde el neorrealismo, ha sido una de las más prolíficas y honestas a la hora de reflexionar sobre los momentos menos gloriosos, que no han sido pocos, de su historia más reciente. Una historia marcada fundamentalmente por una inestabilidad política que es consecuencia directa de los continuos cambios de gobierno y las numerosas acusaciones de corrupción vertidas sobre sus representantes. Las razones de este panorama político tan convulso pueden atribuirse a diversos agentes, entre los que destacan la idiosincrasia caótica del sistema multipartidista y el consecuente oscurantismo que rodea a los pactos secretos y alianzas fraguadas en los pasillos del Parlamento, pero en última instancia hemos de achacarlo a los ineludibles conflictos de interés impuestos por la influencia de la iglesia católica y la mafia en todos los ámbitos de poder de la sociedad italiana.