Dragon Ball Evolution

¿Evolution? Si tú lo dices…

Confieso que yo fui uno de esos miles de niños que crecieron con Son Goku, y para los cuales, la serie de animación original de Dragon Ball (Bola de Drac en catalán, la primera, la que empezó todo…) fue poco menos que un fenómeno sociológico. No exagero en absoluto cuando digo que aquella serie marcó nuestra infancia. Reportajes, programas especiales acerca de ese fenómeno, entrevistas a padres y Psicólogos, noticias y más noticias en los telediarios, fotocopias en el colegio y demás temas relacionados con las 7 bolas de dragón, hicieron de Dragon Ball La serie.

Por eso, de esta incesante, inagotable e innecesaria tendencia de rehacer películas, videojuegos y series de animación, la más difícil, compleja y curiosa al mismo tiempo era ésta. No por casualidad han transcurrido más de veinte años hasta que viera la luz, y es que la densidad de tramas, la multitud de personajes e historias, y sobretodo el tipo de fantasía y combates que recrean (además del único y característico pelo de Goku), no prometían una tranquila y apacible travesía hasta el complicado y duro trance de la imagen real.

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Y es que hay cosas que si son buenas mejor no tocarlas, porque Dragonball Evolution es el claro ejemplo de fracaso cinematográfico en todos los sentidos. La película es un absurdo de hora y cuarto de duración. Los personajes que han sobrevivido a la guillotina de la adaptación, son malos y no se acercan al espíritu del anime. La trama es ridícula, increíble y a ratos bochornosa, las secuencias de acción, son más de lo mismo, y cutre, y no se atreven a llegar a la elaborada exageración de los combates originales, por muchos kame hames que haya. El villano es un villano de pacotilla. El maquillaje de Piccolo es similar al de una película de Roger Corman, pero más bochornoso, y sobre todo, no hay ni un ápice del tono cómico-épico del original. La película es en definitiva un atropello de situaciones para intentar meter todo lo que quepa, sin un desarrollo claro y conciso, y con un protagonista (¡¡Estamos hablando de Son Goku por dios!!!) con todo menos carisma, ganando por goleada en sosería a Keanu Reeves, lo cual ya es de por sí bastante complicado.

Tras haber reflexionado sobre la película, es triste pero igual de cierto, que no puedo encontrar ningún elemento que merezca ser destacado para bien en este ridículo intento de hacer «evolucionar» los personajes e historias originales hacia nuevos espectadores, y por tanto nuevos horizontes. Pero ahí radica el quid y el mayor fracaso  de DragonBall Evolution. El largometraje hace sonrojar a los fieles originales que pensamos en esta ocasión, que ciertamente cualquier tiempo pasado fue mejor, y además, no conseguirá conectar con ese futurible nuevo público al que intentar conectar con la serie de una forma más moderna y actual, el cual seguro no disfrutará ni vibrará con las aventuras de este Son Goku de pacotilla. Porque hoy en día hay gente que lo hace mejor y de otra forma. Quizás Goku y compañía son fruto de nuestro pasado y memoria, y allí tendrán un lugar especial en nuestros corazones, pero hoy en día… no tienen sitio en el equipo. Una lástima.