Pauly Shore is Dead

We are all made of stars

Por mucho subtexto filosófico que contenga su música, Moby es el tipo de artista por el que siempre he albergado ciertas reservas. Sí, hay que reconocer que de entre tanta mediocridad tiene un par de temas memorables —God Moving Over The Face Of The Waters e In My Heart— y que Michael Mann ha sacado buen partido de sus composiciones. Pero, aun hoy, cuando escucho su 18 (v2, 2002), sigo pensando que hay algo dentro de esos paisajes tan bellos que dibuja que revela su artificiosidad, su emoción impostada. Supongo que por eso We Are All Made Of Stars es mi tema preferido. Al fin y al cabo, nos explica cómo realidad y artificio —en Hollywood o en la vida cotidiana— comparten los mismos elementos y se retroalimentan unos de otros; nos revela cómo estamos hechos a partir del mismo material y cómo, una vez desaparezcamos, nosotros mismos formaremos parte de la misma cosa.

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Quizá porque coincidieron en el tiempo, Pauly Shore is Dead me ha recordado a esta canción de Moby. Su videoclip comparte varios de los actores invitados del filme de Shore —Kato Kaelin o Todd Bridges, por ejemplo—, estrellas efímeras en el ocaso de sus carreras. Y ambos apelan a una serie de rostros populares para manifestar de qué manera las miserias de Tom Sizemore porn star o los desbarres de Gary Coleman forman ese todo llamado Hollywood, que se ha nutrido de ambos hasta exprimirlos para, como una estrella que está al borde de la muerte, aprovechar el polvo que va dejando mientras se consume y construir un nuevo pequeño-mito que compense el fin de determinados cómicos, famosos o tocapelotas, realimentando a la máquina hasta el próximo repostaje.

Pauly Shore ha sido, para un espectador europeo, el tipo de one-man-hit que aparece de la nada —o sea, de la MTV— y encuentras en la estantería del videoclub. No importa si antes hubo una carrera o si desde este largometraje ha rodado alguna cosa más. El hecho es que sólo consigues asociarlo a Jury Duty (John Fortenberry, 1995), En la mili… americana (In the Army Now. Daniel Petrie Jr., 1994) o Bio-Dome (Jason Bloom, 1996), del mismo modo que de Peter, Björn and John sólo se recuerda —¡en apenas dos años!— su Young Folks. Y el caso es que, consciente o no, Shore juega con ese límite entre el recuerdo y el olvido para poner en la picota a la relativamente desmemoriada industria del humor y, sobre todo, para mostrar cómo es, tal vez, la comedia el género que más volantazos —hasta llegar al poshumor— ha dado en los últimos años.

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Lo interesante de Pauly Shore is Dead son los momentos más voluntariamente cínicos que gasta, por muy pueriles y manidos que sean —su resurrección mediática, su prolongada estancia en la cárcel—; o el aprovechamiento de las estrellas reclutadas para su filme, que sacan lo mejor de sí mismas y una muy cabrona lectura en torno al negocio de hacer reír —véase la última escena con Ben Stiller—. Pero, por encima de todo, lo mejor del filme de Pauly Shore es que el propio artista no hace nada por dejar de ser igual que antes, por levantarnos media sonrisa mientras tenemos ganas de apagar la tele e irnos a dormir, porque o no tiene ni puñetera gracia o, en fin, la tiene en pequeñas cantidades. En otras palabras, lo bueno es ver que, aunque reducido y limitado, el humor de Pauly Shore no cambia con el tiempo y permanece ahí, con los mismos gestos y las mismas gracias, intentando sacarnos alguna risa a la manera de Leslie Nielsen, que siempre roba el protagonismo de las spoof movies en las que participa.

Hay que reconocer que, como en el clip de Moby, nada sería lo mismo si Pauly Shore estuviese dead. Seguramente, porque pensaríamos que era mejor de lo que realmente fue o, mejor dicho, porque nos cabrearía no reírnos de sus chistes cuando viésemos/leyésemos a otro apreciando su potencial irreverente. Yo prefiero pensar que Pauly Shore is dead guarda el mismo interés que el disco de Moby. Sabemos de sobra lo impostado que es su humor, pero a veces preferimos no reconocerlo porque nos gusta chapotear en el lodo de lo artificioso antes que ser calificados de mayores y exquisitos —o sea, de partirnos en el cine viendo Life Aquatic (The Life Aquatic with Steve Zissou. Wes Anderson, 2004). Supongo que por esta razón, os intento vender la moto diciendo que todo —Hollywood, la comedia— comparte los mismos elementos —James Gunn, Bobcat Goldwaith o Pauly Shore—, para justificar que me lo pase bien con Steve Zissou y, en cambio, Pauly apenas me arranque ya un par de sonrisas. Es el signo de los tiempos.