Una búsqueda, dos hallazgos
La Búsqueda
En el verano de 2006 el cineasta portugués Miguel Gomes (Lisboa, 1972) se encuentra ante una encrucijada. La financiación para el largometraje que tiene previsto comenzar a filmar inminentemente no llega. El rodaje debe ser cancelado. Gomes, en contrapartida, exige a sus productores una cámara de 16mm y un reducido equipo de cinco personas con los que desplazarse al interior de Portugal, a aquellos lugares descritos por el guión del film cancelado. Su coartada: tratar de confrontar lugares y personas reales con las palabras descritas en unas cuantas páginas de guión. La región de Arganil es una zona montañosa que durante el mes de agosto recupera a miles de familias emigrantes repartidas por la geografía europea. El regreso estival se celebra homenajeando a santos patrones y vírgenes varias en multitud de fiestas y romerías. Procesiones, caravanas de motoristas, tabernas, bomberos, verbenas, fuegos de artificio… todo es anotado por la cámara de Gomes y su equipo. En los tiempos muertos, deciden aprovechar el material al máximo y el equipo comienza a filmarse a sí mismo. Un equipo de rodaje a la espera de una película que no llega. Pero también, un equipo de rodaje interpretando a un equipo de rodaje. Hace entrada el humor, la mirada irónica sobre la profesión y sobre sus clichés: los trípodes y reflectores son utilizados como tendederos de ropa. El productor —que hace aparición a bordo de un jeep— y el director entablan una tensa charla. «No quiero actores, quiero personas«, dice Gomes. «Pues encuéntralas«, replica el productor. El fruto de esta búsqueda serán las imágenes que compongan la primera mitad del film. De uno todavía por encontrar. Con este material el equipo regresa a Lisboa.
El primer hallazgo
No es la primera vez que lo vemos: un boceto, un cuaderno de apuntes pueden adquirir la titularidad de obra plena por sí misma. Los rushes que el equipo de rodaje ha traído de Arganil así lo indican. Pero el tiempo dicta, la película que Gomes pretende está inscrita en el tiempo: agosto. Habrá que esperar. Pero es una espera cargada de sentido. Entretanto hay que editar, (re)escribir lo imaginado a partir de lo visto y lo filmado. Las ideas, la estructura, comienzan entonces a vislumbrarse. El montaje y el sonido otorgan el sentido. La banda sonora se enriquece con multitud de canciones populares interpretadas por las orquestas locales. Se ha hablado de Eustache. Al francés, muy probablemente, le hubiese gustado esta película. Pero donde uno pone distancia y no intervención (Recordemos: el autor en el cine debe estar allí para que el poder no sea tomado por los demás, pero no para que él imponga su voluntad), el otro vuelca una mirada cálida, cómplice y gamberra, tendiendo la mano a aquellos que quieran tomar la película. Por encima de otros, unos cuantos rostros destacan: la joven guarda forestal Sónia Bandeira, el aficionado al hockey Fábio Oliveira. Quizá en ellos resida la esencia de aquellos personajes descritos por el libreto original. Esas personas que Gomes dice buscar. Es tiempo de pruebas y preproducción en Lisboa esperando la llegada del verano. Aquí el primer hallazgo: de las cenizas de un proyecto abortado puede nacer un nuevo film. De las imágenes documentales comienza a surgir el entramado de una ficción. De unos cuantos rostros anónimos surgen Tania y Hélder, los primos enamoradizos, protagonistas del filme.
Segundo hallazgo
Una imagen tentadora. En algún momento la cámara recoge un mapa forestal de la zona utilizado en la lucha contra los incendios. Vagando de un punto a otro, de una localidad a otra, imagino a Gomes como un antiguo explorador adentrándose en el interior de Portugal. El cineasta localiza y anota en su hoja de ruta unos cuantos puntos referenciales: procesión en San Paio de Gramaços, orquesta Diapasón en la aldea de Pardieiros, Paulo el Molinero socorrista en el río Alva, etc. La fecha del cuaderno: agosto de 2006. La segunda internada, en agosto del año siguiente, es la que comienza a delimitar las rutas, los caminos de un punto a otro, las fronteras. Así, todo será visto dos veces. Una primera, con la mirada virgen del descubrimiento y la distancia que establece la negación de la narración. Otra, mediatizada ya por la construcción de una ficción, inserta en el argumento. (Re)aparecen entonces el puente sobre el río Alva, los bailes y los cortes de luz. Las tradiciones y los incendios. Aquí el segundo hallazgo: entretanto, Sonia se ha transformado ya en Tania, la joven cantante de las «Estrelas do Alva», la orquesta familiar. Sobre ella y su padre se cierne la tragedia: la extraña desaparición de la madre. Fábio ha dejado el hockey por la guitarra, transformándose en Hélder, primo de Tania. Como no puede ser de otro modo, en agosto, surge el amor entre los adolescentes. Y Gomes está allí para filmarlo.