Les misérables

Curiosa la trayectoria del realizador Richard Boleslawski. Nacido en Varsovia el 4 de febrero de 1889, su verdadero nombre era Ryszard Srzednicki Boleslawsky y se inició en el mundo del espectáculo como actor (había recibido clases de arte dramático de Stanislawsky, sobre cuyos métodos llegaría a escribir un libro titulado Six Les- sons of Dramatic Art), debutando en el cine en 1915 primero como intérprete y luego como director en Rusia, donde firmó films de propaganda bolchevique tales como Chleb ([Pan], 1918, co-dirigido por Boris Suskevich), si bien en 1919 regresaría a su país y combatiría a los bolcheviques como oficial de caballería. Allí dirigiría una película a medio camino entre el documental y la ficción, Cud Nad Wisla ([El milagro del Vístula], 1920) y después trabajaría a las órdenes de Dreyer en Die Gezeichneten (1921). Por esa época se instalaría en los Estados Unidos, donde no tardó en labrarse una notable reputación como director teatral en Broadway, y a principios de los años treinta inició oficialmente su etapa norteamericana como cineasta, la cual incluye su participación, total o parcial (en cometidos no siempre acreditados), en veinte largometrajes, entre los que destacan Rasputín y la zarina (Rasputín and the Empress, 1932), que Boleslawski realizó sustituyendo a Charles Brabin; El velo pintado (The Painted Veil, 1934), adaptación de la obra homónima de Somerset Maugham protagonizada por Greta Garbo; el biopic aventurero Clive de la India (Clive of India, 1935), biografía del colono inglés Robert Clive interpretada por Ronald Colman; El jardín de Alá (The Garden of Allah, 1936), singular extravagancia en technicolor; la comedia Los pecados de Teodora (Theodora Goes Wild, 1936), con Irene Dunne y Melvyn Douglas; el western Three Godfathers (1936), primera versión del posterior film homónimo de John Ford (1948); y The Last of Mrs. Cheyney (1937), comedia dramática protagonizada por Joan Crawford durante cuyo rodaje Boleslawski falleció, a los 47 años de edad, siendo completada por George Fitzmaurice: Les Misérables, adaptación de la famosa novela homónima de Victor Hugo producida por Darryl E. Zanuck para la Fox, con fotografía de Gregg Toland y dirección musical de Alfred Newman, es probablemente uno de los trabajos más meritorios de Boleslawski y que aquí traemos a colación, entre otras razones, por su carácter inédito en España.

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Gran director de actores, uno de los aspectos más llamativos de esta película reside en la intensidad de la labor de los intérpretes, donde destacan con luz propia unos magníficos Fredric March y Charles Laughton como Jean Valjean y Javert, respectivamente. Su trabajo en este film resulta fundamental para establecer un substancioso contraste que va más allá de las apariencias: es verdad que Valjean y Javert son personajes antitéticos casi por naturaleza, el primero un hombre condenado a sufrir una pena de diez años en galeras por haber robado un pan para alimentar a su hermana y a sus famélicos sobrinos, y el segundo un implacable servidor del orden establecido que no tiene otra consigna que el cumplimiento estricto de la ley. Pero no es menos cierto que la película tiene la cualidad de mostrar a ambos hombres como personajes trágicos: Vaijean es alguien condenado a una vida de sufrimiento, primero por culpa de esa condena a todas luces excesiva y luego al verse obligado a adoptar una identidad secreta (monsieur Madeleine) para ocultar su condición de ex presidiario; pero no resulta menos víctima de las circunstancias el propio Javert, en cierto sentido también un esclavo condenado de por vida a jugar un papel de represor que tampoco le deja el menor margen de libertad personal y le fuerza a llevar una vida de amargada soledad (significativamente, el film empieza con una secuencia en la sala del tribunal, donde Vaijean es condenado a galeras, y a continuación enlaza, equiparándola con la anterior, con otra secuencia en la que vemos a Javert aceptando el despacho militar que le convierte en responsable del funcionamiento de las galeras donde reman los presos).

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Les Misérables, versión Boleslawski, reconstruye con admirable precisión los grandes momentos del maravilloso libro de Hugo, poniendo de relieve en primera instancia las intenciones que movieron a este último a escribir su novela, que no eran otras que destacar la injusticia, la crueldad y la maldad del sistema social. Tiene una enorme fuerza el excelente episodio en casa del obispo Bienvenue (Cedric Hardwicke), en el que se produce el primer paso para la regeneración moral de Valjean; este último, sucio y barbudo, es acogido por el obispo, quien le invita a cenar algo caliente y a pasar la noche en su casa; Valjean cede a la tentación de robarle una vajilla de plata, mas al día siguiente, tras ser detenido por la policía y conducido de nuevo ante el obispo, este último niega que Valjean le haya robado nada, aduciendo incluso que esa vajilla es un regalo suyo, a la cual incluso añade dos valiosos candelabros, también de plata; cargado con su botín y de nuevo en el camino, Valjean se detiene ante una figura de la Virgen en un cruce de caminos: la mirada del personaje ante el icono religioso, y la presencia en la banda sonora de unos coros gloriosos (ingenuos, si se quiere, pero dramáticamente efectivos), son ilustrativos del cambio de actitud de Valjean ante el mundo y ante la vida. En el clímax del relato, será el estricto Javert quien acabará llegando a la conclusión de que Valjean ha vivido una vida noble y plena, a pesar de sus penurias, mientras que la suya ha estado dominada por la ruindad y la insensibilidad ante el sufrimiento humano: él es el verdadero miserable; los mismos coros en la banda sonora serán el preludio de la dramática decisión final de Javert, dejar en libertad a Valjean y acabar con su propia vida arrojándose al río (es posible que el conflicto moral y ético con trasfondo religioso que se encuentra tras los personajes de Valjean y Javert fuera del gusto del director, puesto que su famosa y ya mencionada El jardín de Alá giraba en torno al problema de fe de un religioso, Charles Boyer, tentado por el amor de una exótica mujer, Marlene Dietrich).


© Tomás Fernádnez Valentí. Publicado originalmente en Dirigido por… nº 240, diciembre 2004.