Casting a Glance

A través de galaxias heridas

Es difícil hablar de una película como Casting a glance. Uno tiene una clara percepción de cómo, mientras está viendo el film, las ideas y las sensaciones fluyen en dos  direcciones: del espectador al film y del film al espectador. Una carretera en dos direcciones. Es algo sencillo, pero infinito, y precisamente por eso explicarla es una tarea ardua y condenada al fracaso.

No hay más remedio que echar mano de los antecedentes. Hablar de Monet y su serie de 31 lienzos de la catedral de Rouen, de su estudio de la incidencia de la luz en la fachada de la catedral, a diferentes horas del día y en diferentes estaciones del año. De cómo descubrimos que no pinta, en definitiva, la catedral, si no a sí mismo. O hablar de Scottie y su deriva en espiral por las calles de San Francisco, o de un plano cenital sobre la escalera de un monasterio, o del pelo recogido de Madeleine.

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James Benning filmó durante 18 meses la obra más conocida de Robert Smithson, «Spiral Jetty», situada en el Gran Lago Salado, en el estado de Utah. En diferentes estaciones, bajo un sol radiante, cubierta por la sal o azotada por el viento impotente, vemos la escollera bajo el agua o resurgir majestuosa para volver a presidir el páramo que la rodea.

De alguna manera Benning se dio cuenta de que aquellas imágenes eran un bonito homenaje, pero que faltaba algo más. O que había algo más. Por expresarlo con las palabras de Chris Marker, «el vértigo del espacio significaba en realidad el vértigo del Tiempo.»[1] Así que esos meses se convirtieron en años, y a medida que avanza la película se nos va informando de la fecha en la que transcurren las tomas. ¿Fechas inventadas? No lo creo. Existió un Abril de 1970, que es cuando se realizó la obra de Smithson, y es precisamente donde arranca la película. El tiempo para Benning es subjetivo y se expande y se contrae según su percepción afectiva.

La película alcanza el mayor grado de abstracción en los planos que transcurren en los años 80. Un tenue azul matizado por unas blancas nubes, como un Rothko amable, inunda toda la pantalla, disolviendo la línea del horizonte. ¿Cómo explicar la belleza pura a la que nos vimos expuestos, la potencia reveladora que irradiaba la pantalla? Imposible de decir.


[1] Sans soleil. Chris Marker (1982).