Perdidos T1

Un avión estrellado en una isla desierta. Un puñado de carismáticos supervivientes, y muchos misterios por resolver. Una francesa que habita en la isla. Más misterio, esta vez en forma de desconocidos habitantes, aparentemente nada buenos. Mientras vamos conociendo el pasado de los protagonistas, llegan los primeros decesos, una también misteriosa escotilla enterrada en el suelo, y una balsa que promete la huida. Pero las cosas nunca fueron así de fáciles.

1.01 – Pilot

Estaremos de acuerdo en afirmar que el capítulo piloto de Perdidos (Lost) es uno de los más fascinantes de la historia de la televisión. Dividido en realidad en dos sub-episodios de cuarenta minutos cada uno, los creadores de la serie, J.J. Abrams, Damon Lindelof y Jeffrey Lieber, supieron sacar el máximo provecho visual al presupuesto más grande jamás invertido en un capítulo televisivo. De este modo, la función del episodio piloto, esto es, asegurar la adhesión de la cadena ABC y del público, quedaron plenamente garantizadas. El capítulo asienta los presupuestos básicos sobre los cuales va a desarrollarse la serie aunque, como descubriremos mucho más tarde, solamente se nos muestre la punta de un iceberg donde cabe todo, incluso lo inimaginable. El capítulo muestra el accidente aéreo que deja a 48 supervivientes en una isla perdida en medio del pacífico y, al mismo tiempo, fragmenta la temporalidad del relato alternando los esfuerzos de los pasajeros por sobrevivir con pasajes donde descubrimos el pasado de Jack Shepard (Matthew Fox), el médico que se convertirá en el líder del grupo, y de la ambivalente Kate Austen (Evangeline Lilly). Aún así, es cierto que la isla es presentada desde el inicio como un lugar misterioso que alberga el mismo protagonismo que los personajes. De este modo, lo que en principio pudiera parecer un simple relato de supervivencia realista es immediatamente refutado por la existencia de osos polares en un clima claramente tropical, un monstruo que sacude la frondosa vegetación del paisaje y un mensaje de socorro atrapado en las ondas radiofónicas desde hace 16 años. Bienvenidos a Lost, el misterio acaba de empezar!

temporada11

Anna Petrus

1.04 – Walkabout

No es más que el principio. Los trazos son inconcretos e incluso asoman los estereotipos. Hay una isla, sí, pero no es la isla. Las ruinas del accidente aún perduran y el relato amaga con ser aún más coral de lo que luego será. Todo eso, claro, todavía no lo sabemos. Vendrá después. El capítulo no es más que una pista, no tiene autonomía propia, es parte de. Aun así, es relevante. No tanto por cómo lo cuenta sino por lo que cuenta. Y es que irrumpe Locke y eso, amigos, son palabras mayores. Un golpe de cuchillo y zas. La cámara deja al grupo y alumbra al hombre. El ser que conducirá la serie hacia lo fantástico, hacia lo místico, hacia esa humareda negra que asoma aquí por primera vez. Su expedición, por fin, se llevará a cabo y el terreno quedará marcado. ¿Qué veremos más? El descubrimiento del milagro y la asunción del duelo. Una lista de pasajeros y sus pertenencias. Poco más. Pero ya lo dicen los psicólogos: el ser humano necesita de rituales, de liturgias para asumir la muerte. También las necesitará para rendir culto a toda una serie de personajes, iconos, cifras y lugares que configuran el inabarcable universo de Lost y que aquí empiezan a cobrar forma. ¿Estaremos dispuestos a despedirnos de ellos cuando abandonen nuestras pantallas?

Carles Matamoros

1.18 – Numbers

«¡Abriste la caja!». Es el grito de un loco, pero también toda una revelación de intenciones. No hay que indagar demasiado para descubrir que el equipo de J.J.Abrams juega en la misma liga que el de Richard Kelly. Ambos comparten un imaginario pop y plantean un discurso plagado de fugas temporales donde las decisiones autónomas de los personajes luchan contra las incidencias de un posible (o no) destino. Las cartas están sobre la mesa, pero la teoría del caos no gana la partida. Al menos, no siempre. Aquí se nos invita a fabular —el último plano con los números insertados en la escotilla así lo indica—, a participar en una decodificación entre lo matemático, lo arbitrario y lo casual. El pastel (o el mcguffin) es enorme y no todas sus porciones serán igual de golosas. Pero, en esta ocasión, se lleva la palma el absurdo de la existencia alrededor de Hurley. Él, al igual que los personajes de The Box, ha decidido pulsar el botón. Y eso que aún no ha descubierto el que se esconde en la isla. Cuestión de fe y de duda. ¿Acaso uno se busca su propia suerte o son otros los que deciden por ti? Ahí está un quid básico de la serie y el primer paso hacia una pregunta vital que nos sigue implicando a muchos: ¿Cómo huir del destino (de la autocompasión) y enfrentarse a los miedos diarios (a la realidad)? La respuesta no está ahí fuera sino dentro de cada uno de los torturados personajes de Lost. Unos excéntricos, sí, pero no tan distintos a nosotros.

temporada13

C. M.

1.19 – Deus ex machina

Reconozcámoslo: Perdidos está lleno de golpes bajos y de ases que salen de la manga cual conejo de la chistera, pero tras este episodio las dudas se quedan en un simple ¿y qué? Con la misma confianza ciega con la que un aficionado de la serie sigue a los guionistas, Locke se adentra en la jungla en busca de un avión que ha visto caer en la isla a través de una ensoñación (un recurso de escritura que responde al título del episodio). A sabiendas de que Boone morirá y sin dar importancia a las posibles explicaciones que le serán requeridas (por el lado más científico de los náufragos), Locke sigue las directrices de la isla hasta llegar a una crisis de sus creencias tras no ver recompensado el sacrificio ofrecido. Enfrentado a una escotilla que no puede abrir, será a través de una iluminación como recupere su objeto más preciado: su fe. La isla es a menudo usada como una caja de la que sacar un Dios que todo lo arregla, pero son precisamente esos deus ex machina los que diferencian el mundo real (los flashbacks) del mundo mágico de la isla. Los guionistas de Perdidos entonan un mea culpa muy particular reconociendo el uso de uno de los recursos más detestados en la escritura cinematográfica. Pero aunque las normas (y las convenciones) existen, las reglas están para aprenderlas, aplicarlas y, cuando se es un maestro de ellas, desecharlas.

Mónica Jordan