Llegan los Oceanic Six, y con ellos un soplo de aire fresco a la serie, a pesar de que se encontraba en su mejor momento. Nuevos caminos narrativos, nuevas sorpresas, se abrevian algunos misterios y se prolongan otros, naciendo algunos nuevos. Ben sigue siendo un cabrón, aunque a veces quiere parecernos que vela por el bien de los demás. Y sí, la isla se mueve. Vaya si lo hace.
4.01 – The Beginning of the End
La principal cualidad de una serie como Lost, Perdidos sólo es utilizado por los no iniciados en su críptico universo, es su inmensa capacidad para (re)generar el interés del espectador a lo largo de una trama que se (de)construye en una estructura progresivamente poliédrica que introduce al televidente, como si fuera uno más de los supervivivientes del vuelo 815 de Oceanic, en este archipiélago desconcertante y fascinante por igual hasta convertirlo en un adicto irremediable. En definitiva, esta extraña mixtura de culebrón pulp, aventura exótica, fantaciencia y puzzle espacio-temporal creada por J. J Abrams, Damon Lindeloff y Jeffrey Lieber es un artefacto televisivo que se mueve al ritmo de uno de los más complejos y alambicados engranajes de guión que ha facturado la ficción seriada de los últimos tiempos. Por otra parte, Lost logra establecer una relación metaficcional de tal intensidad con el espectador que éste llega a desarrollar un enorme grado de obsesión por desentrañar los numerosos misterios planteados por sus artífices. Los resultados inevitables de este bien engrasado mecanismo interno hacen posible que el argumento de Lost, basado en una sucesión de ditirámbicas vueltas de tuerca perfectamente integradas en un conjunto general de una solidez incuestionable, siempre avance más rápidamente que nuestras mañas para especular bizarras teorías que intentan explicar, sin conseguirlo, los extraños acontecimientos que se van sucediendo dentro y fuera de la isla. Cuando los demiurgos de la serie, que hasta entonces había avanzado a golpe de flashback, decidieron finalizar la magnífica third season con un inesperado giro en forma de flashforward que marcaría la tónica a seguir durante la cuarta temporada, lograron algo que parecía imposible. Esto es, nos dejaron one more time con el culo torcido dando un triple salto mortal que revolucionó (¡again!) el devenir de la historia mediante la inclusión de un nuevo estrato narrativo capaz de reubicar el interés del espectador en un futuro hasta entonces inexplorado. Así pues, la premiere de la season 4 está centrada en los flashforward de un Hurley enloquecido que en ocasiones ve muertos (a su buen amigo Charlie, más concretamente), amén de en las disputas entre los que quieren permanecer en la isla (comandados por Locke) y los que quieren abandonarla (el grupo de Jack). Este no es un capítulo más de Lost, puesto que según reza su título constituye El principio del fin, como sabiamente advirtió Ben a Jack en el episodio que cerraba la anterior temporada, sólo que ni el más avispado de los lostmaníacos sería capaz de prefigurar los caminos que conducen al esperadísimo, y cada vez más cercano, desenlace.
José Ramón García Chillerón
4.05 – The Constant
La conquista del tiempo, uno de los grandes anhelos del hombre y objetivo sobre el cual gravita buena parte del cine de ciencia ficción, empieza a tomar forma en Lost a partir de la cuarta temporada. Si bien durante la primera, la segunda y la tercera temporada el relato se fragmentaba, y se alimentaba, de los saltos hacia el pasado con el objetivo de mostrarnos la procedencia de los distintos personajes, durante la cuarta temporada los saltos temporales se dirigen hacia el futuro. Un futuro donde se dibuja un apocalipsis, transitorio como sabremos más adelante, en el cual una parte de los protagonistas ha conseguido salir de la isla. De este modo, la tensión de la serie deja de estar supeditada al descubrimiento de las motivaciones que empujaron a los personajes hacia la isla para centrarse en la incertidumbre de lo que va a ocurrir. La cúspide de esta forma de proceder se intensifica cuando los espectadores descubrimos que no solamente el relato viaja entre tiempos sino que la propia isla puede moverse en el tiempo y, con ella, todos los personajes. En este sentido, el capítulo La constante debe entenderse como una premonición, sino una verdadera revelación, de cómo los creadores de la serie multiplicarán la fragmentación temporal durante la quinta temporada. El personaje de Desmond Hume (Henry Ian Cusick) es el primero en experimentar los viajes temporales cuando se dirige en un helicóptero hacia el carguero que ha conseguido llegar a poca distancia de la costa. Siguiendo la estela de la ciencia ficción centrada en el mundo virtual, Desmond viaja entre 1996 y 2004 no físicamente sinó a través de su mente. Un procedimiento que lo hubiera conducido a la locura de no haber encontrado su constante, es decir, aquello que verdaderamente le importa y que se mantiene a lo largo de toda su vida: Penny.
Anna Petrus
4.09 – The Shape of Things to Come
La autoconciencia que tienen los creadores de Perdidos es una de las bases que más éxitos reporta a la serie. Saber dónde se está, por qué, de qué manera y hacia dónde se quiere ir ayuda a fijar un objetivo además de las técnicas y caminos preferentes para acecharlo. A mediados de la cuarta temporada, con una huelga de guionistas en marcha, la cadena ABC y los creadores de Perdidos decidieron que la serie llegaría a su fin en la sexta temporada. Dicho y hecho con todo lo que ello conlleva, pues a partir de este noveno capítulo la trama se acelera dejando de lado el ensimismamiento que caracterizaba hasta entonces a la serie. Mirar al pasado con los flashbacks quedará en breve desvinculado del presente y lo que interesará será conocer el futuro que lleva al inevitable The end. Los guionistas se ven obligados a darle muerte a su criatura, sabiendo que es lo mejor para ella y buscando que sus últimos suspiros sean en un camino fructífero. Su muerte no es en vano, pues consideran que es necesario para mantener el nivel, para ver cumplido su objetivo; ergo para no desviarse de su destino. Por eso mismo Alex tiene que morir bajo el consentimiento del propio Ben, porque el sacrificio de perder lo que uno mismo ha cr(e/i)ado está sólo al alcance de quienes tienen claras sus metas y están dispuestos a conseguirlas. Y todo queda firmado bajo un título confeso que augura los cambios, y un acto —el de Ben— que simboliza el de los propios creadores hacia la serie. Porque como el propio personaje dice: «las reglas han cambiado».
Mónica Jordan
4.11 – Cabin Fever
Titulado igual que la opera prima de Eli Roth, el capítulo inmediatamente previo al desenlace de la cuarta temporada empezaba con Buddy Holly sonando en un tocadiscos y con una de esas cosas que nos gustan de la serie: no saber, de entrada, de quien es el flashback que estamos viendo, hasta que la madre de Locke grita «Call him John!». Debo admitir que siento debilidad por la marciana química casi cómica que se establece, de camino a la cabaña, entre Ben y Hurley. El estado de permanente incredulidad de éste último —su entrañable coletilla de llamar dude a todo el mundo— se convertirá, ya en la quinta temporada, y con la complicidad del personaje de Miles, casi en un reflejo de las quimeras del propio espectador de la serie, incapaz de asimilar los delirios de Cuse, Lindelof y compañía. Que John Locke nunca ha dejado de ser un pobre desgraciado, y que su conexión con la Isla ya viene de lejos, es algo que ya intuíamos; el nuevo enigma que introduce este episodio es qué demonios pinta el padre muerto de Jack en la trama, cómodamente instalado en su ¿retiro bucólico? en la cabaña junto a su incógnita hija Claire. Aunque la escena intencionadamente concebida para dejar perplejo al respetable, o al menos la que yo más recuerdo, es aquella en la que Richard Alpert visita a Locke de niño y le da a elegir entre varios objetos, sin aparente relación, que esparce sobre la mesa. Una ocasión para ver al pequeño John empuñando, fascinado, un cuchillo de caza, del mismo tipo de los que empuñará, muchos años más tarde, para cazar animales en la Isla.
Toni Junyent