Perdidos T5

Presente, pasado y futuro. Movimientos temporales. Demiurgos en la sombra, que al final verán la luz. Muertos que reviven, y científicos que intentan buscar explicaciones a lo que tal vez solo las tiene más allá de la ciencia. Paradojas irresolubles que se deshacen con actos azarosos (o predeterminados, aún no está claro), estatuas milenarias y un incidente. ¿Qué pasará a partir de aquí?

5.07 – The Life and Death of Jeremy Bentham

Cuenta la leyenda que la presión social fue lo que obligó a David Lynch a desvelar, con demasiada prontitud, el nombre del asesino de Laura Palmer. Las ansias de un público ávido de respuestas quedaron satisfechas en tan memorable capítulo, pero algo genuino se perdió por el camino. El cineasta lo sabía y no se resarciría hasta Twin Peaks: el fuego camina conmigo, incomprendida vuelta de tuerca a la primera gran serie estadounidense de la era moderna televisiva. Conclusión: el artista no debe rendirse a las demandas de la audiencia. Por mucho que luego le cancelen Mulholland Drive.

temporada51

Los años han pasado y estimo que el público ha madurado. Aun así, la fenomenología fan alrededor de Lost —en Barcelona incluso hay un bar dedicado a la serie donde sirven cerveza Dharma (!)— lo hace todo más complicado para unos guionistas que se ven bombardeados constantemente por todo tipo de opiniones (y conspiraciones) que circulan por la red. Por ello, cuando estos se plantean un capítulo esclarecedor dedicado a llenar huecos (como el que nos ocupa) consideran muchos factores y, en general, logran lo que Lynch no hizo cuando descubrió a su asesino: encantar desencantando. Es decir, desvelar la tramoya conservando el misterio, el interés del espectador. Algo que aquí se consigue de forma brillante. Pues mediante un largo flashback uno parece saberlo todo de golpe, pero de un modo suficientemente hábil como para que la magia perdure. Las soluciones plasmadas, por tanto, dan lugar a más preguntas, a más puertas abiertas por los creadores. Dejándonos atónitos y, a su vez, felizmente perdidos en un universo ficcional inagotable que bien podría darnos cobijo mental ad infinitum.

Carles Matamoros

5.08 – LaFleur

Al comienzo de este capítulo Locke consigue encajar por fin la rueda desajustada por Ben en la Orquídea. La consecuencia inmediata es que terminan los incesantes brincos temporales a golpe de fogonazo que tan descolocados tenían a nuestros losties y, con ellos, las cefaleas y hemorragias nasales que llevaban a maltraer a la tropa. Eso sí, con la mala pata de que justo en el momento en que cesan los destellos celestiales Sawyer, Juliet, Miles, Jin y Faraday se encuentran en 1974, por lo que se verán obligados a pasar una larga temporada, tres añitos más o menos, en una época que no les corresponde. Sin embargo, los conocimientos inherentes a su involuntaria condición de viajeros del tiempo unidos a la facilidad de Sawyer para el engaño les han permitido adaptarse a una nueva (y cómoda) vida en una setentera y, por tanto aún boyante, Iniciativa Dharma. De esta manera, La Fleur se nos revela como un capítulo importante dentro de la macroestructura de Lost en tanto en cuanto marca una nueva ruptura con respecto a la tendencia impuesta por las caóticas consecuencias que se produjeron cuando Ben giró la rueda para mover la isla. En este sentido, este episodio aporta un respiro al espectador, revelándose como uno de los más clásicos en su disposición espacio-temporal. De hecho, si exceptuamos los primeros minutos, esta entrega de Lost se articula en un arco temporal perfectamente definido mediante la inclusión de rótulos que datan el momento exacto de una acción que pivota entre 1974 y 1977. Además, es uno de los pocos que transcurre íntegramente en la isla. Por otra parte, La Fleur está trufado de algunos momentazos típicamente lostianos como ese flash previo a la reparación definitiva de la rueda, que nos sitúa, muy brevemente eso sí, en una época, suponemos que muy antigua, en la que la misteriosa estatua de cuatro dedos aún estaba en pie; el descubrimiento de que Sawyer, oculto bajo el pseudónimo La Fleur, se ha convertido en el jefe de seguridad de la Iniciativa Dharma; el shock del bueno de Faraday ante esa infante pelirroja que tanto le recuerda a su amada muerta y, por supuesto, ese reencuentro final con parte de los Oceanic Six que desestabilizará, otra vez, las, más o menos tranquilas, existencias de los nuevos miembro de Dharma. Sobre todo de Sawyer/La Fleur que parecía haber hallado ese equilibrio que le había sido negado fuera de la isla.

José Ramón García Chillerón

5.11 –  Whatever Happened, Happened

Que cruel es el destino, si es que existe, o el azar, o ese concepto del que cada uno de nosotros echamos mano de vez en cuando para consolarnos ante la implacabilidad del tiempo y de los hechos, sean estos lineales, circulares o calidoscópicos. En este capítulo descubrimos que la génesis del Benjamin Linus que conocemos y, algunos, amamos —es un amor catódico, nada homosexual— es debida a una pataleta de Jack, que se niega a curarle del balazo de Sayid porque opina que, en el futuro, el pequeño Ben será una mala persona. Pero las convicciones éticas de Jack no son las mismas que las de Kate, Juliet y Sawyer, que decidirán que no les queda otra opción que llevarle el niño a Los Otros, a ver si ellos tienen algún ungüento de esos que salen en las películas de selvas.

Aunque cabe sospechar, si uno no lo sospecha ya, que en realidad aquí nadie tiene ni voz ni voto, las opiniones y las sentencias se limitan a eso, a su cualidad sonora, porque lo que está pasando, y lo que va a pasar, es lo que tiene que pasar. Ben vivirá porque tiene que vivir, porque está escrito así. Y las cosas suceden según el plan, aunque algunos de sus protagonistas las vivan de forma desordenada. Mientras tanto, Miles y Hugo discuten sobre Regreso al futuro para intentar entenderse a sí mismos, y, en otro tiempo y otro lugar, Kate confía a Aaron a la madre de Claire, su hija legítima, antes de volver a la Isla. Y de postre, especialmente para los que echaban de menos al bueno de Locke, nos dejaban con John dándole los buenos días, en clave sarcástica, a Ben: «Hello, Ben. Welcome back to the land of the living».

Toni Junyent

5.14 – The Variable

Si alguna cosa caracteriza Perdidos es que los guionistas de la serie han apostado decididamente por la incertidumbre como mecanismo del avance narrativo. Los enigmas de la isla sirven para ocultar otros enigmas que, a su vez, ocultan a otros. Esta estructura de muñeca rusa es la que ha acompañado al espectador durante cinco fascinantes temporadas. Y la que, sin duda, lo ha mantenido fiel a la serie. Casi sin pestañear. En el capítulo titulado La variable, uno de los últimos de la quinta temporada, emerge una duda que sacude todo el microcosmos de Perdidos más allá de las anécdotas y de los enigmas concretos. El científico Daniel Faraday (Jeremy Davies), único personaje que, en principio, debería poder controlar el desorden temporal que acecha a la isla y la vida de los supervivientes, introduce la noción de variable para poner en entredicho la idea de destino inmutable que había dominado la práctica totalidad de la temporada. «Lo que está hecho, hecho está. No puede cambiarse», había aseverado durante los primeros episodios. Sin embargo, en La Variable el científico loco asegura que ellos, las personas, pueden cambiar el curso de los acontecimientos. Una inquietante duda que nos obliga a replantear todo lo visto hasta el momento. ¿Qué pasaría si Faraday estuviera en lo cierto y al detonar la bomba de hidrógeno consiguiera deshacer todos los acontecimientos incluido el accidente del vuelo Oceanic 815? Sin duda, un reto para los guionistas y para la última temporada de una de las mejores series de los últimos años.

temporada52

Anna Petrus

5.16 – The Incident

El impacto de cada ending de Perdidos es proporcional al número de especulaciones que sus artífices diseminan en cada capítulo. The Incident, ya desde su mismo título, hunde sus raíces en la mítica de la serie, dando cuerpo a lo que hasta el momento había sido conjetura. Lejos de conformarse con traducir en imágenes los elementos que han configurado su misterio —los otros, Jacob, el revenant Locke, el pie de la estatua, etc.—, Damon Lindelof y Carlton Cuse retuercen la narración haciéndola regresar al origen, al fundamento de todos los secretos de la isla. Y es en los tres primeros minutos de episodio donde ambos alcanzan la síntesis perfecta de lo que —hasta ahora— significa Perdidos: el encuentro con el sentido último de ese viaje fracturado en el tiempo; de unos personajes extraviados cuya intención siempre aparece velada —constantes, variables, determinismo o libre albedrío— por un vacío que les devuelve a la casilla de inicio. De ahí que en Jacob y su némesis aparezca transcrita esa lucha de fuerzas que late bajo las cosas, la ambición por progresar o el recelo por conservar. La necesidad de conocer, como tantas veces le sucede a Locke, que se está ahí por una buena razón. Un viaje, sí, de revelación y sentido.

Óscar Brox