Los límites del control
La nueva realización de Peter Jackson ostenta un marcado carácter alegórico. Ello hace comprensible que buena parte del público y la crítica no haya sabido apreciarla, y que esté corriendo como la pólvora la especie de que es un fiasco…
El reproche más extendido atañe a la imaginería digital con que Jackson ha plasmado la estancia de la joven Susie Salmon (Saoirse Ronan) en los aledaños del Cielo tras ser asesinada por su vecino, el Sr. Harvey (Stanley Tucci); para muchos, las escenas resultantes no constituyen sino postales empalagosas y desmesuradas que adulteran lo pretendido por la autora de la novela homónima, Alice Sebold, o que lastran fatalmente lo que en su defecto habría sido un entretenido drama criminal protagonizado por los afligidos familiares de Susie y el criminal no descubierto.
Una queja muy similar a la que clasicistas y románticos ya depositasen en su momento sobre la alegoría, también para ellos una «técnica gratuita de producción de imágenes». Walter Benjamin (El origen del drama barroco alemán, 1928; publicado en España por Taurus) demostraría que unos y otros tan solo desvelaban con ese menosprecio su propia ceguera, fruto de una incapacidad ideológica para descifrar en las mecánicas del recurso estético que nos ocupa sus implicaciones dialécticas, «una forma artística particular de aprehender la verdad». Del mismo modo, nuestra contemporaneidad parece haber perdido el interés y, como consecuencia, la capacidad para interpretar los discursos audiovisuales, leídos en clave excluyente de autarquía y autorreferencialidad, flujos y derivas, superficies y texturas. Sin importar que directores como Jackson, aunque practiquen «cine hecho de cine», por tanto «hiperexpresivo» (T. F. Valentí en Peter Jackson: monstruosidad y humanidad. Dirigido por nº 396, p. 44), se exijan a sí mismos y exijan del espectador que los significantes continúen remitiéndose a significados, que no se pierdan en teorías ajenas a lo real, que se refieran metafóricamente a la raíz del mundo.
En The Lovely Bones, tales pretensiones se manifiestan tan pronto como en la manera en que Jackson, su mujer Fran Walsh y Philippa Boyens han adaptado el texto original: Alice Sebold, usando como artificio descriptivo de efluvios New Age y políticamente correctos los ojos de una Susie ultraterrena, contaba —cuando sus inquietudes todavía no han quedado reducidas a los tratados obstétricos del doctor Spock, Abigail, la madre de nuestra protagonista, tiene como lecturas de cabecera «novelas de James, Eliot y Dickens» (Desde mi cielo, 2002; publicado en España por DeBols!llo)— los derroteros dramáticos de los restantes personajes, con objeto de proclamar la posibilidad de que un hecho espantoso genere relaciones constructivas entre los supervivientes, «huesos de un cuerpo milagroso que se recompondría en un momento impredecible del futuro». Sin embargo, el director neozelandés y sus colaboradoras evidencian una declaración de intenciones muy diferente: entre los libros preferidos de la Abigail cinematográfica (Rachel Weisz) antes de su consunción como ama de casa, figuran algunos tan poco narrativos, tan introspectivos, como el conjunto de relatos El Exilio y el Reino de Albert Camus («la añoranza de un universo moral que sirva de protección frente al nihilismo»), Al faro de Virginia Woolf (los anhelos de una joven por encontrar su propia voz en un mundo sojuzgado por un pensamiento dominante masculino) y Siddhartha de Herman Hesse («En su rostro se dibujaba la serenidad de quien está en acuerdo con el río de los sucesos, con la corriente de la vida»).
Es decir, la película pretende poner el acento no en quienes sobreviven a Susie sino en ella misma, en un despertar espiritual tras la fatalidad cuyo alcance es extrínseco al personaje por imposible y que, por consiguiente, resulta totalmente representativo. Las escenas ubicadas en su cielo no son así ni gratuitas ni superfluas, sino una suma de figuras retóricas que constatan el fracaso y la superación de unos consensos terrenales sobre la vida que han desembocado en su desdichada suerte; eufemismos, hipérboles y lítotes visuales que contrastan con el control minucioso —también brillante, por cierto— de la puesta en escena que caracteriza los fragmentos ubicados en la realidad, coherente con el ejercicio de poder (a la postre frustrado) que practican sobre ella tanto el padre de Susie, Jack (Mark Wahlberg), como el psicopático George Harvey.
El primero pierde progresivamente un gobierno sobre su familia que, a la vista de su afición a embotellar maquetas de veleros y su declaración inicial de que un objeto decorativo «disfruta de una buena vida en un mundo perfecto», ha sido siempre prioritario para él. El segundo también está obsesionado con las maquetas, en su caso de viviendas, sobre las que se erige como ojo demiúrgico. Estas cualidades especulares de ambos personajes, apenas enunciadas en la novela y muy subrayadas en el film, confluyen perversamente en el asesinato de Susie, cometido por Harvey en una construcción subterránea por la que la chiquilla se siente atraída en tanto expresión material de ese mundo ideal en que Jack la ha encapsulado y que, como ha ocurrido antes en el cine de Peter Jackson, no tiene más remedio que albergar el germen de lo monstruoso.
Otros motivos de la ficción asociados a Jack o Harvey —la caja fuerte, los rollos de fotografías revelados como un ritual, el aderezo de una pulsera— inciden asimismo en la idea de la dominación masculina, en comparación a un universo de mujeres a la fuga metafórica o literalmente, visionarias, azarosas o caóticas, más sintonizadas con «el río de los sucesos, la corriente de la vida» que ensalzó Hesse. Como película, The Lovely Bones es un viaje traumático y comprensivo de una manera a otra de gestionar nuestro estar en el mundo; un debate alegórico que nos brinda sus argumentos formales en el primer y el último plano de su metraje: la figurita de un pingüino atrapado en una bola de cristal, reducción a lo doméstico de una idiosincrasia compleja, da paso a una fotografía de Susie tomada por ella misma: «nadie podía arrebatarme esa imagen, porque me pertenecía».
No estoy de acuerdo. Sigo sin encontrar alegorías, ni simbologías en ese cielo kitsch de la protagonista. Estoy de acuerdo en que la película es más sobre el viaje al otro mundo, sobre el cambio que tiene que asumir ella, que sobre que les pasa a quienes dejó en la tierra, pero igual es un viaje muy mal contado.
Totalmente de acuerdo con el análisis. En realidad esta película me pareció una pequeña joya, una obra de arte incomprendida. En algunos momentos me llegó a recordar «The Fountain», por la importancia de la parte visual y afectiva que ambas comparten. De igual forma en su momento fue duramente criticada prácticamente por las mismas razones, cuando en realidad dichas críticas reflejaron una falta de entendimiento del discurso narrativo y visual que la película mostraba. Ahora la historia se repite, aunque no dudo que en unos años esta cinta tomará su debido lugar. Tal vez no sea una obra perfecta en cada cuadro, sin embargo la emotividad y las reflexiones que nos presenta son múltiples, diversas y muy gratas; en pocas palabras, una obra que se disfrutará si uno se deja llevar por los planteamientos sin cuestionarlos.
Muy clarificadora esa comparación de la película con la obra en la que se basa (para mí desconocida), casi imprescindible para interpretar su discurso unívocamente. En sintonía con tu tesis, pienso que habla más de posturas (aceptación o negación del mundo) que de actitudes (transformación), a diferencia de la novela, que según he entendido de tu texto imbuida de ese espíritu New Age que nada crea ni destruye. Sin embargo, la trayectoria anterior de Jackson no invita a considerar una mirada crítica hacia el mundo fantástico de Susie, sino al contrario, una rotunda afirmación de la hipérbole, aun siempre en peligro por amenazas externas (un asesino, una familia retrógrada, un ejército de orcos, etc.). Tampoco hay que olvidar que muchos de los cambios que el trío Jackson-Walsh-Boyens introdujo en «El Señor de los Anillos» respecto a la novela (de la que no soy fan) adecuaban el texto a lugares comunes más asumibles para el sector conservador de una audiencia mainstream. Para no extenderme más, el problema en mi opinión es que desde la citada trilogía se evidencia una pérdida progresiva de cualidades de Jackson en esa faceta principal de su cine a la que aludes: la representatividad; su fascinante visión de lo fantástico ha ido amoldándose a un imaginario colectivo en la misma proporción (perdón por la frivolidad) que su asombroso adelgazamiento en el mismo periodo. Y yo le veo demasiado a gusto como para ponerse a criticarlo.
Muy interesante el planteamiento de la «lucha de voluntades» entre los egos Jack/Harvey, magistralmente visualizados por Jackson en los pequeños detalles cotidianos que comentas; dos personalidades enfermas, obsesivas, hacia las que la propia Lucy no tiene más remedio que sucumbir. De la miopía generalizada del espectador perezoso (incluídos el 99,99% de los «críticos») da muestras el que el tuyo sea el primer texto en que percibo una toma en cuestión de este aspecto, central para entender el andamiaje conceptual de la película; esté (o no) en la novela original…
Por lo demás, PJackson sabe como hacer honor a si mismo; «The Lovely Bones» contiene varios de los momentos más arrebatadores, fílmicamente hablando, que veremos este año. Y no me refiero a los cielos psicodélicos, vaya. A ver si aprenden unos cuantos de los del club del cámara con Parkinson como se ruedan set pieces de suspense. Del insoportable. Eso si, para la próxima menos dispersión narrativa, please.
La película es tan tonta en muchos momentos que la verdad pienso que me perdí algo porque debe haber alguna razón en todo ello que no alcancé.
Ahora bien, no creo ser una espectadora perezosa y me sorprende que alguien (que parece ser un crítica) puede asegurar cosas como esa y firmar presunciones tales como que «The Lovely Bones» contiene varios de los momentos más arrebatadores, fílmicamente hablando, que veremos este año».
Saludos. Gracias
Viendo tu airada respuesta, estimada Izaskun, tal vez disminuya algo el porcentaje de espectadores/críticos perezosos, de lo cual me alegro. No te haces idea cuanto. Uno se cansa de sufrir en silencio según que cosas…
En cuanto a los «momentos arrebatadores», por citar uno que ha quedado grabado a fuego en mi memoria, destacaré el bellísimo juego de espejos en que vemos a lucy corriendo hacia la muchacha a la que va a poseer, para poder consumar por fin su fantasia de amor adolescente. Una secuencia de una intensidad visual arrolladora, que destaca muy por encima de la trivialidad de lo que vendrá después.
Lo que no quita para que el conjunto se resienta, ante su manifiesta irregularidad y deriva narrativa. En todo caso, es por estos «momentos» que uno anda deshojando la margarita para ver si escribe o no sobre ellos. Sí, soy crítico. ¡Qué le vamos a hacer!…
Dejando aparte lo rebuscado del lenguaje utilizado en esta crítica, casi tan rebuscado como lo pretencioso de la cinta que ensalza. No puedo estar mas en desacuerdo con ella, la pelicula es fallida, no profundiza en los personajes, no emociona y no conmueve e incluso en algunos casos puede resultar completamente desesperante. Un ejemplo, no se entiende porque la hermana una vez descubierto el asesino (de las mejores escenas de la película), llega a casa como si tal cosa e incluso se plantea no contar lo descubierto. La idea de la novela es narrar el daño que la perdida de alguien genera en los que lo rodean, pues bién esto no esta para nada conseguido en la película, ni en el caso de la madre, ni en el caso del padre, ni en el de la abuela, en nadie.
Por último, no estoy de acuerdo tampoco en la comparación con The Fountain. Primero porque la profundidad del guión (original del propio Arofnoski) es muy superior en la segunda, y segundo porque las metáforas visuales estan muchísimo mas conseguidas en The Fountain, aun siendo en algunos casos mucho mas complejas y con muchisimo mas transfondo.
Pd: No puedo dejar de comentar una escena que me ha parecido especialmente cutre en The Lovely Bones. Cuando se reunen en su cielo todas las victimas del asesino y suena una canción digna del mejor anuncio de compresas.