Carretera asfaltada en dos direcciones

La pasión por la perfección

Con la perspectiva que solo da el paso del tiempo, Monte Hellman señalaba recientemente como principal influencia de su película Carretera asfaltada en dos direcciones el manual de Siegfied Kracauer Teoría del cine: la redención de la realidad física [1]: «Cuando era estudiante de cine en la universidad de UCLA, me influyeron muchas cosas. Una de ellas fue el libro de Siegfried Kracauer Teoría del cine: la redención de la realidad física. En él, se habla de las calles y de estar en la carretera. Básicamente, si no tienes una ventana al mundo exterior, estarás haciendo una obra teatral, no un filme. Esto me influyó a la hora de estar más interesado en rodar en escenarios naturales que en estudios» [2]. La búsqueda de esa ventana, de ese movimiento, de esa carretera, vamos a encontrarla —tanto de manera literal como figurada— en Carretera asfaltada en dos direcciones. El viaje y la carretera como metáforas evidentes de la búsqueda de libertad creativa que perseguía toda una generación de cineastas norteamericanos fuera de los grandes estudios de Hollywood —y a la que pertenecía Hellman—, dio lugar a muchas obras en las que dichas metáforas pasan a ocupar el centro mismo del relato. Además de la película que nos ocupa, los ejemplos más significativos los encontramos desde las evidentes Easy Rider. Buscando mi destino (Easy Rider. Dennis Hopper, 1969) o Mi vida es mi vida (Five Easy Pieces. Bob Rafelson, 1970) hasta, incluso, El diablo sobre ruedas (Duel. Steven Spielberg, 1971), pasando por la aventura americana de Antonioni Zabriskie Point (1970).

La excusa argumental de Carretera asfaltada en dos direcciones es, por tanto, sencilla. Dos jóvenes, cuyos nombres desconocemos, cruzan el país en un Chevrolet del ‘55 con el dinero que obtienen participando en carreras ilegales de coches. En su trayecto, recogen a una joven autoestopista y se embarcan en una apuesta de todo o nada con un hombre que viaja en un potente GTO amarillo. Poco a poco, la chica —además de los coches—, pasa a formar parte del premio que obtendrá el vencedor de la carrera, aquel que llegue antes a Chicago. Pronto la competición queda en segundo plano a favor de lo que Hellman resume como la pasión por la perfección: «Extrapolé las carreras callejeras a mi propia experiencia […]. [Carretera asfaltada en dos direcciones] trata sobre la pasión por la perfección y eso es algo que se puede aplicar a todo el mundo» [3].

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En cierta manera, la idea de perfección que buscan los protagonistas de la película queda sintetizada por el entorno, por la carretera. Desde el punto de vista cinematográfico, resulta significativo que Hellman busque la perfección a partir de una suerte de deconstrucción del cine clásico, a saber: el empleo de actores no profesionales (a excepción de Warren Oates), el rodaje en escenarios naturales, la ausencia de maquillaje y caracterización o la importancia de la improvisación en detrimento de la primacía del guión. En el caso del recurso neorrealista de recurrir a actores no profesionales para tres de los cuatro papeles principales de la historia (interpretados por los músicos James Taylor y Dennis Wilson y por la modelo Laurie Bird) es, según Hellman, la consecuencia lógica de su búsqueda de un estilo interpretativo documental: «En mi opinión, el personaje del GTO en Carretera asfaltada en dos direcciones es un personaje teatral y no podría haberse interpretado mejor si Warren Oates lo hubiera hecho de forma no teatral. Sin embargo, si los personajes del conductor y el mecánico hubieran sido teatrales, habrían sonado falsos. GTO es un tipo de papel […] que no puede ser interpretado por un actor inexperto» [4].

Consecuentemente, la deconstrucción del relato clásico que pretende Carretera asfaltada en dos direcciones tiene su conclusión perfecta en su secuencia más manifiestamente imperfecta, que es, además, la que cierra la película, que concluye con la bobina del filme ardiendo. Un recurso directamente inspirado en uno de los autores favoritos de Hellman, Ingmar Bergman: «Se me ocurrió en un sueño. Estoy seguro de que está profundamente inspirado en mi amor por Ingmar Bergman y su filme Persona» [5].


[1] Kracauer, S.: Teoría del cine: la redención de la realidad física, Ed. Paidós, Barcelona, 2006.

[2] Cita extraída de la entrevista concedida por el director a Thomas A. DeMauro en junio de 2008 para High Performance Pontiac Magazine.

[3] Ibidem.

[4] Cita extraída de la entrevista concedida por el director a Nicholas Pasquarello para su artículo Monte Hellman on Corman and Cockfighter. Jump Cut: A Review of Contemporary Media, núm. 10-11, 1976, págs. 17-18.

[5] Cita extraída de la entrevista concedida por el director a Thomas A. DeMauro en junio de 2008 para High Performance Pontiac Magazine. Ibidem.