Monte Hellman

Cabalgando en tiempos extraños

Veintidós años desde su último largometraje es mucho tiempo. Quizás demasiado; incluso para él, que conoce bien las fluctuaciones de la industria cinematográfica. La figura de Monte Hellman, pese a la aparente paradoja, es al tiempo ilustre y desconocida. No es de extrañar: en los últimos treinta años ha rodado solo dos largometrajes e igual número de cortos. Eso, más diversas tareas en películas de otros, innumerables consultas como film-doctor y su labor docente en la Universidad de California (UCLA) y el California Institute of Arts. Ahora, en 2010, ultima un nuevo film, Road to Nowhere, que será el décimo.

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Monte Hellman (Monte Jay Himmelman) nace en Nueva York en 1932. Su familia se instala en California cuando cuenta a penas seis años. Después de los estudios secundarios, y pese a que su primera gran pasión es la fotografía, estudia arte dramático (se diploma en dicción y en dirección escénica) en la Universidad de Stanford. Tras una breve experiencia trabajando en la cadena radiofónica NBC, se matricula en la UCLA en un curso de cine que abandonará año y medio más tarde. Durante este período trabaja como actor en la compañía Stumptown Players, para la que pone en escena, además, The Skin of Our Teeth, de Thornton Wilder, y Voice of the Turtle, de John Van Druten, entre otras. Tras una breve experiencia profesional en la televisión como aprendiz de montador, Hellman constituye su propia compañía, que, en 1957, representa obras de O’Neill (El gran Dios Brown), Saroyan (Los habitantes de la caverna), Anouilh (Colomba) y Beckett (Esperando a Godot). La influencia del teatro de vanguardia y, sobre todo, de Samuel Beckett, al que cita incesantemente, será importantísima en el desarrollo de su obra como cineasta. Seguramente ambos son el origen de la dramatización del tiempo y su transcurrir en películas como El tiroteo (The Shooting, 1966), A través del huracán (Ride in the Whirlwind, 1966) o Carretera asfaltada en dos direcciones (Two-Lane Blacktop, 1971).

Por mediación de Robert Lippert, dueño del teatro en el que trabaja su compañía y productor cinematográfico, conoce a Roger Corman, quien co-financiará durante un tiempo sus montajes y, una vez que la compañía quiebra, le contratará como director de la segunda unidad para The Last Woman on Earth (1958). Un año más tarde dirige para él la que será su primera película: Beast From the Haunted Cave (1959), un rip-off de Cayo Largo (Key Largo, 1948) que recuerda avergonzado [1], pero también como «una gran experiencia de aprendizaje» [2]. Pero su asociación con el director y productor independiente irá mucho más lejos [3]: director de segundo equipo en Ski Troop Attack (1960) y The Intruder (1961), asistente de dirección de Creature From the Haunted Sea (1961), montador de Los ángeles del infierno (The Wild Angels, 1966), supervisor de diálogos en La matanza del día de San Valentín (The St. Valentine Day Massacre, 1967), por no hablar de su colaboración (no acreditada) como director de El terror (The Terror, 1965), film en el que medio Hollywood parece haber tomado parte. De Corman, también una fuerte influencia a su manera, Hellman aprende, ante todo, una disciplina (rapidez de rodaje, trabajo con presupuestos escasos, cine de guerrilla….) que le será muy útil en sus primeras películas.

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En paralelo a su trabajo en la «factoría Corman», realiza dos películas de bajo presupuesto rodadas a la vez —back-to-back dicen los americanos— durante seis semanas en Filipinas: Back Door to Hell (1965) y Flight to Fury/Cordillera (1965), ambas protagonizadas por Jack Nicholson, que se convertirá en uno de sus colaboradores más estrechos. Amigos y compañeros desde sus comienzos en la industria, Nicholson y Hellman se asocian para crear la productora Proteus Films. Juntos escriben un guión, Epitaph (To Hold a Mirror), que debía ser financiado por Corman, quien pronto se echa atrás tanto por el tema del mismo (el aborto) como por el enfoque «muy europeo, demasiado artísitico» [4] que sus autores, según el productor, pretendían dar al film. A cambio, les propuso rodar dos westerns que renovarían un género en decadencia. Dos de las películas americanas más sorprendentes de la década. La primera, El tiroteo, un viaje interior y metafísico, con un soberbio guión de Carol Eastman bajo el seudónimo de Adrian Joyce. Un film elíptico en el que la voluntad verista propia del western crepuscular es enriquecida por la ambigüedad y el hermetismo de la historia y la puesta en escena. En cierta manera, el film nos hace pensar en las palabras de Claude Mauriac sobre Beckett: «una vez aniquilado todo lo físico, surge esa metafísica helada, en cierta manera virtual y sin embargo perentoria» [5]. A través del huracán, la historia del linchamiento de unos cowboys inocentes, resulta mucho más naturalista. Escrita por el propio Nicholson tras haber leído los diarios de viejos vaqueros en la Biblioteca de Los Angeles, la película, una búsqueda de ese verdadero Oeste, alcanza una realidad casi telúrica.

Ninguna de las dos llegaría a estrenarse comercialmente en su país [6], siendo en cambio distribuidas en Francia, donde le granjearían cierta reputación crítica. Cuatro años después, en 1971, por iniciativa de los productores Michael S. Laughlin y Ned Tanen [7], se encarga de Carretera asfaltada en dos direcciones, «la primera road movie moderna» [8], un film generacional sobre el desarraigo y el vagabundeo de una juventud extraviada y nihilista. La película significó su primer y único trabajo para una gran compañía (la Universal) y su mejor asociación con Warren Oates, su «actor-fetiche» junto a Nicholson. Él será también el protagonista de su siguiente film: Gallos de pelea (Cockfighter, 1974), según la novela homónima de Charles Willeford. Ya desde su génesis Gallos de pelea fue un proyecto complejo: por una parte, Hellman exigió a Roger Corman (productor de la película) rescribir un guión que no le satisfacía, cosa que no pudo hacer, o no, al menos, por completo; por otra, las condiciones del rodaje, clandestino como las peleas de gallos que se muestran en el film, y la inexperiencia de parte del equipo técnico complicaron la producción. El resultado es una película que, conteniendo muchos de los temas y motivos personales de su autor, «no llegó jamás a ser aquello que quería hacer»[9].

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Desde entonces, encargos y producciones en condiciones poco favorables: Clayton Drumm (China 9, Liberty 37; 1978), un western rodado en Almería con Oates, Fabio Testi y Sam Peckinpah en los papeles principales; y La iguana (Iguana, 1988), otra co-producción española, un film de aventuras que nostálgicamente trataba de recuperar un género ya desaparecido. También, trabajó en televisión y ejerció diversas labores en películas de otros: montador de Los aristócratas del crimen (The Killer Elite, 1975), de Sam Peckinpah[10]; hombre para todo en El tren de los espías (Avalanche Express, 1979), tras la muerte de Mark Robson; director de segundo equipo en Uno Rojo: División de choque (The Red Big One, 1981), de Samuel Fuller, y de RoboCop (RoboCop, 1987), de Paul Verhoeven… Lo último que conocíamos de él es su episodio Stanley’s Girlfriend de Trapped Ashes (2006), film comunal de terror que reunía a veteranos realizadores  como Ken Russell o Joe Dante.

Resultan intrigantes los motivos de la larga inactividad de Hellman, casi treinta años. Sobre todo, cuando «al contrario que su amigo Peckinpah, por ejemplo, (…) nunca ha tenido relaciones abiertamente conflictivas con la industria del cine»[11]. Dos pueden ser los factores decisivos de cara a una explicación satisfactoria de la misma. Por un lado, podemos hablar, a pesar de su afirmación de que «necesito trabajar sobre temas que tienen que ver con mi propia cultura»[12], de un cierto desarraigo cultural. Como puede sucederle a un Woody Allen, por  ejemplo, sus filmes parecen hechos más para un público y una sensibilidad europea que norteamericana. Seguramente por ello resulta evidente que Hellman no ha tenido un tirón comercial comparable al de muchos de sus compañeros generacionales (Rafelson, Nichols, Mazursky, Perry, e, incluso, Ashby), algo reforzado además por la limitada distribución y exhibición de la mayoría de sus películas. Además, como ha señalado Claude Michel Cluny, una vez «instalado en lo marginal, Hellman ha marginalizado igualmente sus historias»[13], lo que habría contribuido a retroalimentar lo anterior. Al contrario que muchos artistas que insuflan su obra de autobiografía, el vagabundeo y desarraigo de ésta, esa visión de la vida como una eterna road movie, parece haber contagiado a Hellman, haberle situado en los márgenes de una industria que le percibe (y trata) como a un outsider. «No tengo vocación de marginalización voluntaria», repite él incansablemente. ¿Un misterio sin solución? Quien sabe. Lo indudable es que seres como él son siempre fieles a sí mismos. Seguramente Road to Nowhere (2010) nos lo demostrará una vez más.


[1] Declaraciones recogidas por Marc Savlov en The continuing career of Monte Hellman,  «Cars, speed and flight», http://www.tedstrong.com

[2] Ibid.

[3] Eso, por ceñirnos a sus colaboraciones directas con Corman. También para A.I.P., Hellman trabajó como montador en películas de Phil Karlson, Harvey Hart y Harvey Berman.

[4] Monte Hellman a Michel Ciment, «Entretien avec Monte Hellman», en Positif nº 150,  Mayo 1973, p. 55.

[5] Mauriac, Claude: La Aliteratura Contemporánea, Ediciones Guadarrama, Madrid, 1972, p. 115.

[6] En los Estados Unidos se pasaron directamente por televisión.

[7] Ned Tanen era productor ejecutivo de la Universal y fue el responsable de algunas películas audaces para su momento como Diary of a Mad Housewife (1970), de Frank Perry, Taking Off (1971), de Milos Forman, o La última película (The Last Picture/Chinchero, 1971), de Dennis Hopper.

[8] Tatum Jr., Charles : Monte Hellman, Bruselas/Amiens, Festival  d’Amiens/Éditions Yellow Now, 1988, p. 43.

[9] Declaraciones de Hellman recogidas en Tatum Jr., Ch.: Op. cit., p. 49.

[10] Las carreras de ambos se entrecruzan en varias ocasiones: tanto Pat Garret y Billy the Kid como Junior Bonner le fueron ofrecidas a Hellman en diversos momentos de sus pre-producciones; Peckimpah, por su parte, es uno de los protagonistas de Clayton Drumm, etc.

[11] Ibid., p. 41.

[12] Monte Hellman a Gordon Gow en Films and Filming , Octubre de 1974.

[13] Cluny, Claude Michel: «Monte Hellman» en Dictionnaire du Cinéma Américain, Larousse, Paris, 1988, Vol. 1, p. 289.