Merry Fuckin’ Christmas
La carrera del cineasta estadounidense Terry Zwigoff parece marcada de raíz por su amistad con el dibujante Robert Crumb, uno de los pioneros (y maestro indiscutible) del cómic underground americano. Además de su pasión por la historieta (Zwigoff ha realizado dos largometrajes basados en las viñetas de Daniel Clowes: la popular Ghost World —2001— y la injustamente ignorada Art School Confidential —2006—), también comparten interés por el blues y el coleccionismo de vinilos, hasta el punto de que Zwigoff formó parte de la banda musical creada por Crumb en la década de los 70. Precisamente Crumb es el título del imprescindible documental que, producido por David Lynch (cuyo interés en la figura del dibujante no sorprende), realizó Zwigoff en 1994. En esa pieza podemos ver a un grupo de artistas auténticamente comprometidos con su tiempo y sus circunstancias personales, entregados a la creación como única vía de escape del suicidio social (o literal) y la auto-tortura psicológica. Una América oscura, convertida en sumidero de sueños arrasados y decadencia cultural, y el arte como el único modo de sobrellevar tan devastador panorama, idea que ha estado presente, de un modo u otro, en la corta filmografía de Zwigoff hasta nuestros días.
Bad Santa, su film de 2003, se encuentra actualmente disponible en dos versiones: La estrenada comercialmente en salas y el Director’s Cut, levemente más corto que el original (más información en la Wikipedia en inglés), y perceptiblemente más armonioso (amén de afilado). Es una comedia negra que destroza todos los tópicos de las entrañables fiestas navideñas resultando tan profundamente descorazonadora como un Berlanga (sin duda formaría con Plácido —1961— un genial programa doble). Desde luego, Bad Santa nada tiene que ver con películas del estilo de ¡Vaya Santa Claus! (The Santa Clause. John Pasquin, 1994), y tantos otros productos ideados para la defensa desaforada y sin matices de la institución familiar y las tradiciones que la cohesionan.
Mucho más cerca del Homer Simpson convertido en Santa Claus de centro comercial (o más aún, del Barney Gumble que le recomendaba dicho trabajo en el episodio Simpsons Roasting on an Open Fire —1989—), el grado de abyección del Papá Noel de Zwigoff es, no obstante, muy superior. Willie, que así se llama el personaje, es un alcohólico (pocas veces se ha visto beber tanto en una pantalla —sin ser ése el tema central del film— desde el período clásico) y un ladrón profesional extremadamente malhablado (los fucks son constantes) y obviamente desencantado con la humanidad, de la que trata de sacar el máximo beneficio egoísta. Su grado de autodestrucción es tal que puede compararse al Bad Lieutenant de Abel Ferrara (o al de Herzog). Pero los personajes que le rodean no le van a la zaga, como es el caso de su socio Marcus, quien, tras su disfraz de duendecillo, se revelará como un ser maquiavélico y letal. Los únicos personajes nobles de la función (lo cual, por cierto, traerá consecuencias bastante desagradables para ellos: no es éste un film ingenuo) son el chiquillo y su abuela, de cuya candidez Willie no dejará de sacar provecho.
Billy Bob Thornton se ganó un sitio de honor en el cine americano de la pasada década con su composición de Willie, memorable y profundamente humana (lo que no significa necesariamente positiva), y en una línea opuesta (complementaria) a otros iconos de la comedia estadounidense. Su interpretación puede considerarse tal vez como continuadora del Ed Crane de El hombre que nunca estuvo allí (The Man Who Wasn’t There, 2001). De hecho, los hermanos Coen (que siempre entregan films de raro —y negro— sentido del humor) figuran entre los productores de Bad Santa. Por otro lado, el personaje de Thornton es un precedente directo del Morris Buttermaker de la posterior Una pandilla de pelotas (Bad News Bears. Richard Linklater, 2005), nueva pieza clave de la nueva comedia americana en la que interpreta a otro hombre en pos de alguna forma de redención a su desastrosa vida personal, y cuyo guión (adaptado de un film de los 70), está firmado por Glenn Ficarra y John Requa, autores asimismo del libreto de Bad Santa. Es de alabar la inteligencia de esta pareja (responsable también del texto de la simpática Como perros y gatos —Cats & Dogs. Lawrence Guterman, 2001—), capaz de trufar de ideas subversivas un argumento que entremezcla el gamberrismo anti-navideño con el subgénero de atracos, por aquél entonces bastante en boga en el cine comercial.