—Tras dos películas experimentales como A Hole in My Heart y Container, ¿cómo nace Mamut, mucho más narrativa y en 35 mm.?
—No sé si llamaría a esas dos películas experimentales en el sentido de que para mí es fundamental narrar de manera lineal, mientras que contar una película de manera más fragmentada, más caótica, me parece más experimental porque es más realista. Encuentro la realidad caótica, porque hablo contigo y al mismo tiempo pienso, veo a la mujer que pasa por delante, así como a las personas sentadas en la mesa de atrás. En Mamut he intentado narrar una historia lineal paso a paso, lo cual me parece más experimental y menos realista. Uno de mis mayores retos en Mamut fue contar una historia en un mundo global pero con muy pocos personajes.
—En Mamut recupera temas recurrentes de su obra pero, en apariencia, con un mayor alcance en su propuesta.
—Me temo que siempre hablo de unos pocos temas y… siempre vuelvo a ellos. Ahora me doy cuenta de que los temas se van estrechando, habrá seis o sietes cosas que me fascinan y hablo todo el rato de ellas, eso sí, desde diferentes ángulos, con diferente luz, con diferente perspectiva. En Mamut, por ejemplo, la soledad de los niños perdidos en el mundo, el anhelo entre dos personas y aquello que no tenemos o la venta de los cuerpos humanos. Los temas siempre vuelven.
—Normalmente, en sus películas, ha trabajado con grupos humanos más cerrados, en espacios más concretos, sin embargo, en Mamut la narración se abre en varias direcciones y varios espacios, ¿sentía la necesidad de realizar una película más ambiciosa en este sentido?
—Hay quien piensa que Mamut está conectada con Juntos porque ésta trata sobre una comunidad humana cerrada con problemas para convivir juntos y comunicarse con el exterior, mientas que en Mamut ocurre lo contrario. Aunque en verdad a mí no me lo parece tanto. Ambiciosa… realmente no lo sé, cuando empecé el punto de partida era hablar sobre lo que siente la gente que limpia la casa de otras personas. Siempre comienzo con algo pequeño y, si crece, ya es cuestión de que mi productor encuentre el dinero… Pero sí es verdad que esta vez quería una película que hablara otros idiomas. En este sentido sí quería abrir la película en varias direcciones.
—En Mamut hay una visión de la globalización actual y una crítica hacia la organización del mundo, ¿cómo fue el proceso que le llevó a las historias que forman la película?
—Como te decía, suelo comenzar con algo pequeño que después puede ir creciendo. La idea inicial de Mamut se amplió con la lectura de un libro sobre economía de una periodista norteamericana que habla sobre los trabajos peor pagados de Estados Unidos. Aquello que contaba la periodista me llevó a pensar sobre qué piensa o qué siente alguien que limpia los retretes ajenos. A partir de ahí comenzó a crecer la idea alrededor de la situación económica actual. Por otro lado, vivo en una casa con niños y muy caótica, y en una ocasión contratamos a alguien para ayudar en la limpieza y me sentí inmaduro e incompetente al no ser capaz de ocuparme de mi propia casa. Fue una sola vez pero me sentí muy mal al respecto.
—¿En qué medida considera la película como política?
—Al hablar de política y de arte, en este caso cine, creo que hay que atender a los espectadores. Ha sido interesante y divertida la manera en que Mamut ha sido criticada por muy diferentes posturas. La derecha la ha criticado por dar una mirada de la globalización muy dura mientras que la izquierda porque no da una solución. También hay quien la ha visto muy conservadora porque la mujer se queda en casa o porque el hombre deja a la familia pero acaba regresando. Lo bueno de una película es que los espectadores ven en el cine la misma película y cada uno tiene sus propias impresiones y eso es político, que cada persona tenga sus propias ideas o sentimientos aunque sean completamente enfrentados. Estoy muy feliz de esas reacciones enfrentadas, sinceramente.
—En Mamut muestras como algunos asiáticos viven en su país así como fuera de ellos, ¿por qué Asia?
—Nunca he estado en Filipinas pero he leído y he escuchado mucho sobre ese país. Es un país muy afectado por la globalización. Su debilidad económica ocasiona que muchos filipinos abandonen su país. Allí tienen pocas posibilidades de trabajo, ellos pueden ser pescadores, por ejemplo, ellas cuidar niños o casas. No estaba interesado en Asia como zona sino como sistema económico. En cuanto a Tailandia, me interesaba la industria de la pornografía y la prostitución, así como la situación límite en la que allí los seres humanos viven en cuanto a la venta de sus cuerpos. Se trata de un interés tanto humano como económico en esa transacción comercial entre cuerpos cuando alguien compra el cuerpo de otra persona de una manera u otra.
—Occidente está representado por Nueva York, aunque nunca se muestra la ciudad como paisaje concreto sino más bien como una metáfora, ¿pensó desde el principio en esta ciudad norteamericana o bien tuvo otras ideas? ¿Podría haber sido Malmo (su ciudad natal en Suecia)…?
—No podría haber sido Malmo u otra ciudad sueca. Por varias razones. En primer lugar, necesitaba introducirme en una familia acomodada con una niñera asiática y en mi país era más complicado. Buscamos otro nivel de riqueza. En Nueva York era más sencillo, además, ninguna ciudad sueca es el centro del mundo…Es una ciudad fantástica y en verdad uno se puede sentir allí como en el centro del mundo. Discutimos, por cuestiones de producción, para ahorrar dinero, rodar en otra ciudad, como Londres, u otra más barata, pero siempre quise Nueva York. Pensaba que si la ciudad era norteamericana los espectadores entrarían mejor en la historia. Por otro lado, en Estados Unidos hay muchos filipinos en las mismas condiciones que el personaje de Mamut, quienes han ido allí porque hablan el idioma ya que durante décadas han estado bajo protectorado norteamericano.
—A la hora de crear los personajes, ¿investiga o se basa en personas reales? ¿Ha conocido alguna persona concreta que se ajuste a los personajes de Mamut?
—Sí, realizo mucha investigación para conformar los detalles de los personajes. Por ejemplo, estoy muy interesado en cirugía, teóricamente, claro, y esas lecturas me ayudaron mucho para el personaje. También investigué mucho sobre jóvenes millonarios. Hay base real pero todo está basado en mucha investigación.
—¿De dónde proviene la idea del diente de mamut en el bolígrafo, metáfora del valor desmedido a ciertas cosas en la actualidad?
—Siempre me han gustado mucho los bolígrafos. En la primera versión del guión, el personaje era alguien que recolectaba bolígrafos. Ésta es una idea que me sigue interesando, la idea de alguien recogiendo objetos que han pertenecido a otras personas y creando una colección sobre ello. De alguna manera responde a la idea de globalización. No obstante, es una elección que responde a mi gusto personal…
—Comenzó escribiendo poesía y una novela, después pasó a la dirección de cine, ¿tiene pensado regresar a sus orígenes? ¿Qué relación tiene su cine con esos comienzos literarios?
—Escribir guiones sustituyó a escribir literatura, aunque ahora mismo me encuentro terminando una novela que, espero, se pueda publicar, aunque no estoy seguro realmente de si quiero seguir… tengo que decidirlo.
Ufffff, pues como sea tan buena como «Lilja for ever» estamos apañaos…
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