El secreto del cristal

A estas alturas de la película, o de la novela, que más da, sabemos ya unas cuantas cosas sobre Gonzalo Suárez. Afortunadamente para nosotros, claro, conocemos también algunos de sus secretos. El no menos importante es desconfiar siempre de las apariencias. Nada de lo que surge de sus manos (o de sus ojos) es lo que parece. Así, en El secreto del cristal, su último libro hasta el siguiente, también hay que buscar un más allá, leer entre sus líneas, pensar en él como si contuviese la clave de un misterio. Pronto esa mirada atenta percibe un no se qué de galería de espejos, de enigma de esfinge, pues, dejando aparte la hibridación entre poética y pensamiento propia de los aforismos, es decir, su forma, el libro resulta ser, en el fondo, una suerte de autobiografía indirecta, fragmentada, aplazada y retomada una vez y otra. Merced a la reunión, como si de viejos amigos se tratase, de algunas de sus máximas, “aforismos y desafueros” —como precisa el subtítulo del volumen—, e, incluso, greguerías (y es que siempre ha habido algo en el humor de Suárez que le ha aproximado al gran Ramón), reconocemos, pasando las páginas, su peculiar voz, su personalidad. No en vano todo este material ha sido rescatado por los compiladores, Salvador Foraster y Anne-Hélène Suárez Girard, de la producción literaria del autor de De cuerpo presente, Operación Doble Dos y Gorila en Hollywood, de su obra periodística/ensayística, y, cómo no, de buena parte de los guiones de sus películas.

Más que en ningún otro de sus libros, en esta casa de citas que es El secreto del cristal triunfa el «principio de dispersión» del que habló Eugenio Trías a propósito de Rocabruno bate a Ditirambo. Sus fragmentos, ordenados como confiesa Foraster según un criterio de buena vecindad, un criterio cercano a una surrealizante asociación libre tan grata al escritor y cineasta, acaban por fusionarse a partir de su propia escisión. Es ahí donde el espacio en blanco, la separación entre los diversos párrafos, las fisuras y los vacíos, se convierten súbitamente en los principales aliados de una literatura viva, abocetada, siempre lindante con lo prohibido. Porque, ¿cuál es el secreto del cristal? ¿Qué imagen nos devuelve el espejo/libro al que nos asomamos? De él surgen la imaginación, la fábula, la escritura y el cine, en una palabra, la ficción. O lo que es lo mismo, aquello que le quita el sueño a Gonzalo Suárez desde hace tiempo: ese mensaje hallado en una botella que nos iniciará en «un secreto incomunicable cuyo conocimiento entraña la destrucción». Él, desde luego, quisiera conocerlo. ¿Quién no?