The Wire. Namond Brice

Entre Zola y Dickens

The Wire es una ficción clásica en tanto la construcción de sus personajes principales aspira a una definición fisiológica y psicológicamente tridimensional. No hay lugar para el personaje fragmentado o el personaje-tesis: la intención esencial, como en la novela realista/naturalista del XIX, es la fabricación de una realidad capaz de reproducir y suplantar la nuestra en pos de señalar lo mejor pero, sobre todo, lo peor de las sociedades contemporáneas a la obra en cuestión.

Sin embargo, los guionistas de The Wire se desligan de las estructuras y férreas directrices del primer naturalismo para superarlo a través de un realismo consecuente con la evolución del pensamiento humano y de las formas artísticas. Así, la psicología del personaje está exenta de ese determinismo biológico  y social que arrastraba al hijo del asesino alcohólico a convertirse, como su padre, en otro asesino alcohólico. Eric Rohmer, aventajado intérprete del legado balzaquiano, defendía una psicología que mostrara “seres, espíritus vivientes en su propia libertad de espíritu (…) que no valen solamente por los discursos que pronuncian, y que van más allá de su propio discurso”.

Namond es uno de los personajes donde más perceptiblemente se transparenta la renovación de un discurso heredado de la novelística de Zola, Balzac o Flaubert. Namond Brice es el hijo de Roland Wee-Bey Brice, fiel ejecutor de Barksdale-Bell S.A. Como adolescente formado en la selva urbana, Na´ se exhibe ante sus amigos como precoz perpetuador del destino familiar, mucho antes a través de sus palabras y alardeos que de sus acciones. Ya desde un principio, constatamos las brechas en su propio discurso: la primera vez, lo atisbamos leyendo un cómic sentado en las escaleras, más tarde, negándose a deshacerse de la coleta que lo convierte en objetivo fácil de la policía o huyendo de sus atacantes en una batalla campal. La existencia de una ominosa madre autoritaria que le insta a seguir los pasos de su padre nos lleva a pensar en ese determinismo biológico que pautaba los pasos del personaje naturalista, desde su nacimiento hasta su muerte. Pero los guionistas revierten la situación: si bien The Wire es una obra pesimista en cuanto a radiografía de nuestro tiempo, existe una gran fe en la transformación individual, en la solidaridad de ciertos hombres, si bien siempre determinados por sus circunstancias sociales. El fatalismo más grosero, la sumisión a la sordidez efectista hubiese llevado a nuestro personaje a repetir los pasos de D´Angelo Barksdale, pero el fascinante humanista “Bunny” Colvin extiende su  generosa mano, porque en la búsqueda de nuevas formas a partir de la tradición realista-naturalista, la necesidad de reformar un sistema no menos corrupto que corruptor se fusiona con la fe en las capacidades y posibilidades del sujeto. Namond es, sin duda, uno de los personajes más conmovedores de la serie, un ser frágil, inteligente, sensible, incapaz de adaptarse a la ferocidad de las calles que atemorizó su padre. Su destino es generoso, casi dickensiano, ¿pero acaso la vida no está compuesta, también, de acontecimientos como estos? El realismo y el naturalismo decimonónicos fracasaron al tratar de recrear la pluralidad de dimensiones que conforman nuestra realidad. Simon, Burns y compañía, recogiendo su testigo, han puesto los dos pies en el escalón siguiente.