La ciudad derrumba su supermercado de la droga y obliga a sus narcos a repartirse por sus calles. En medio de esa confusión, Stringer Bell y Tommy Carcetti buscan un objetivo similar: huir de la imagen que se han creado para transformarse en bussinessman respetable y en alcalde que saque a Baltimore de su retraso. Pero en política, como en el crimen, Stringer y Carcetti no están libres de pecado. Y la tercera temporada se dedica a glosar sus historias.
3.04 – Hamsterdam
Quedémonos con la primera imagen: un tapiz de la Santa Cena. Inmediatamente después la cámara se desliza hacia abajo y nos muestra a un policía intentando convencer al vecindario reunido —estadísticas en mano— de los esfuerzos que su cuerpo está llevando a cabo para frenar el tráfico de drogas en el barrio. Sin éxito. Deberá subir “Bunny” Colvin al estrado, cual redentor anunciado en el plano inicial, a hablar claro y dejar intuir su revolución: la creación de Hamsterdam. Es decir, la legalización de la venta de estupefacientes en una zona controlada de Baltimore. La ingenuidad (o la osadía) del teniente no choca sólo con la propia realidad —en la que, pese a todo, se pueden conseguir logros mínimos— sino con un cierto estado de las cosas en la ciudad, donde el vacío de poder da lugar a la irrupción de dos nuevas figuras en el mundo de la droga y de la política: Marlo y Carcetti. Aquí conoceremos los métodos del primero, que se mueve con un cinismo mayor al que antaño conoció el veterano “Cutty” Wise que, si bien es incapaz de rehabilitarse como jardinero (luego tendrá un gimnasio), no parece del todo cómodo en el nuevo juego. Un juego más duro (Marlo, el ejecutor fantasma) y más sofisticado (Stringer, el promotor inmobiliario). Un juego que puede seducir a “Cutty” con las luces de una improvisada discoteca, con el olor del humo o con los pechos de una prostituta, pero que tiene fecha de caducidad. Y es que en la nueva era se muere joven y se vive al día. Mientras, de fondo, eso sí, resuena aquella célebre frase de El Gatopardo que tan bien define la estructura cíclica de The Wire: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie».
Carles Matamoros