Chico y Rita

Amor asincopado

«Si te dejo en paz presiento que no encontraré la paz nunca más en mi vida»

Finales de los años 40, La Habana. Chico sigue a la chica (Rita) de la que se ha prendado. Ella le suelta: «¿Por qué no me dejas en paz?», a lo que él responde: «Si te dejo en paz presiento que no encontraré la paz nunca más en mi vida». Después, el silencio, y unas cómplices miradas entre ambos.

Así comienza esta historia de amor asincopado, como si de un tema de bebop se tratase, llena de encuentros y desencuentros, de malentendidos, pero que se ve fortalecida y enriquecida por los avatares de estos dos personajes a lo largo de varias décadas. Sin embargo, esta declaración romántica no es la única que escuchamos en esta delicia de película del tándem Trueba-Mariscal. De hecho, desde el principio hasta el final del largometraje no dejamos de asistir, desde todos los ángulos del llamado celuloide, al más puro romanticismo: en cada fotograma disfrutamos de una sugerente sensualidad, de una cuidada ambientación, de una perfecta sincronía música-imagen, y de un guión que combina a la perfección con el resto de ingredientes, transformando así, la belleza que entra por los oídos y la vista, en una historia pasional llena de altibajos, hasta concluir en un exquisito final. No es de extrañar, pues, que tras el pase al que tuve el gusto y el privilegio de asistir, respondiéramos los asistentes con unos más que merecidos aplausos, ante tamaña belleza visual y auditiva, que emociona a la par que encandila, donde toda la parte artística está puesta al servicio de una grandísima historia de amor, sin dejar de ser real y sobre todo, y lo que es más importante, verosímil.

Siguiendo con esta fiebre de grandilocuencia que padezco, y es que esta obra de arte no se merece menos, diré que es de esas veces que intuyes que estás ante un clásico; no sabemos si tendrá éxito comercial pero lo que ya le precede es el beneplácito de gran parte de ese etéreo, caprichoso y voluble mundo que llamamos la crítica. Así, el equipo está satisfecho al completo, pues son conscientes del extraordinario trabajo que han realizado en conjunto (producto de una sensibilidad y un fin común), sin contradecir las diferentes autorías en los heterogéneos aspectos artísticos y técnicos. Por eso el mérito de esta maravilla no debemos sólo reconocérselo a Trueba, ya que parte del encanto de esta obra es de la inmejorable animación del equipo formado por Javier Mariscal (colaborador de Trueba en varios proyectos, como la decoración de la Sala Calle 54 y el diseño del sello propio de la discográfica Calle 54 Records), Tono Errando (hermano de Mariscal y parte importante del desarrollo de la animación), y 350 animadores más que han dotado de una perfección especial los 130.000 fotogramas que componen este relato, y un guión que dota de sentido a las imágenes, y que contó con la impagable colaboración del novelista Ignacio Martínez de Pisón. Además, ha cosechado premios como el de Mejor Película en el Festival Internacional de Animación de Holanda (HAFF 2010), y el Premio Cineuropa 2010 en el Festival de Cinema Europeen des Arcs, de un gran éxito en Telluride (Colorado) y Toronto (Canadá) y el reciente Goya a la Mejor Película de Animación, y va a ser la encargada de inaugurar la XIII edición de Cartoon Movie, Lyon (2-4 marzo 2011), por la distribuidora 6 Sales.

Con formato de animación, es un tributo hacia Cuba, su música, sus gentes, su manera de vivir, su sociabilidad, su vida en comunidad, su humor y su optimismo frente a la adversidad. Sobre la vinculación de la historia con los hechos históricos, el propio Tono Errando ha declarado que, pese a que “todo el mundo piensa que es la biografía de Bebo y Rita Moreno, son personajes inventados, aunque estén rodeados de hechos históricos verdaderos como la muerte de Chano Pozo a tiros tras poner en la gramola Manteca. «Nuestra intención no era realizar ninguna biografía, tan sólo queríamos contar una historia de amor”. Al mismo tiempo, esta historia de amor se ve realzada por un conjunto de tramas y temas paralelos, que no hacen sino dar complejidad socio-política a la película. Entre éstas, podemos encontrar la traición del amigo de Chico y el falso mito de la fama como símbolo de la felicidad, que resulta un duro golpe al sueño americano. De hecho, hay una frase que Chico le escribe a Rita en su camerino, «necesitaba volver a besarte», (que ella le devolverá también cuando le vaya a buscar) y que demuestra la incombustible necesidad mutua, más allá de su efímero éxito profesional.

Es inevitable la comparación entre esta cinta con Calle 54 (2000), donde Trueba juntó a varios de los grandes del jazz latino, con una fotografía espléndida y una música embriagadora (Chucho y Bebo Valdés, Gato Barbieri, Tito Puente…), y compartió con nosotros su gusto musical y fotográfico. Así, después de una serie de filmes inferiores e impersonales, como El baile de la victoria (2009), El embrujo de Shanghai (2002) o La niña de tus ojos (1998), vuelve, por fin, a retomar el estilo de sus mejoras obras: El milagro de Candeal (2004) y, sobre todo, Calle 54 (2000), junto con el aroma romántico de su Ópera prima (1980). Así, Chico & Rita es, con diferencia, la que mejor ha unido las dos grandes pasiones del director Fernando Trueba: el cine y la música y, por encima de todos ellos, el amor.

Y el ritmo del amor, y sus fases, lo pone la música: una BSO compuesta en su mayor parte por Bebo Valdés, gran pianista y gran amigo de Trueba. Ese lenguaje, el musical, que tanto para Trueba, como para la que suscribe estas líneas, creemos que es fundamental en nuestras vidas, acompaña nuestros mejores momentos enriqueciéndolos, y da también compañía en nuestros momentos de soledad. Soledad también, la que transmiten estos dos personajes cuando no están juntos, ya que Trueba ha demostrado siempre ser un sentimental incorregible y utiliza la selección musical para expresar la arritmia de la relación, a través de boleros como Bésame mucho y Sabor a mí, y también a través del bebop, porque es un estilo perfecto que mezcla los estándares del jazz clásico con la improvisación; y eso es justo lo que transmite la película, clasicismo por un lado, pero a su vez espontaneidad a raudales. Así también destacan, junto a Bebo, Charlie Parker (icono del bebop que aparece reflejado a través de su alter ego animado, como colofón de la melomanía de Trueba), Dizzy Gillespie (que popularizó Manteca junto a Chano Pozo, componiendo la máxima culminación del encuentro entre el bebop y la música afrocubana), y una emotiva Estrella Morente, que canta Lily, el tema original dedicado a Rita.

También debo resaltar que parte del logro recayó en el modo en que ha sido concebido este proyecto, sin escatimar costes (con una cifra escandalosa para el cine español, 10 millones de presupuesto, provenientes de las productoras de Trueba, parte del estudio Mariscal y un 45% de la británica Magic Light Pictures), sin escatimar tiempo (seis años es lo que lleva gestándose este sueño) y sin escatimar trabajo (“es alta costura, no prêt a porter”, en palabras del propio Tono Errando), y eso se nota: por ejemplo, todas las escenas fueron primero rodadas con actores de la Escuela de Cine de San Antonio de Baños de Cuba, para que la animación final tuviera una base real de inspiración a la hora de recrear los dibujos, los decorados y el colorido, que refleja la disparidad entre la Cuba empobrecida, pero cálida, de finales de los 40 y principios de los 50; y el New York de sus luces de neón destellantes, pero efímeras y vacuas. Y todo ello, “con esos trazos en negro” que parecen sacados de un comic de línea clara (donde se denota, una vez más, que la perfección es producto de la simplicidad), y que resaltan a los personajes por encima del fondo.

La última escena, triste y amarga pero finalmente dulce, recuerda, por su romanticismo, al final de esa espléndida Antes del atardecer (Richard Linklater, 2004). Es, pues, la agridulce historia de la ascensión y caída del mundo profesional de ambos artistas, Chico y Rita, compenetrados tanto en el lado artístico, pianista-cantante (donde Bebo Valdés pone sonido al teclado del pianista Chico e Idania Valdés pone voz a la pasional Rita), como en el emocional, ya que componen una pareja irrepetible musical y afectivamente. Agrio, porque, en el fondo, no son más que unos ingenuos aspirantes al éxito, y éste les pasará factura (soledad, tristeza, nostalgia del tiempo perdido), pero dulce por el posterior encuentro entre estos dos amantes. Un film para llenar de emoción porque es una mezcla perfecta de pasión, música e imagen, que llega al corazón, para quedarse.