Caballeros, princesas y otras bestias

Cuento de una o dos violaciones

Podríamos considerar que una de las grandezas de la escritura es su calidad de tránsfuga, cambiando de camiseta de acuerdo con las modas de cada época, de cada hit, para adaptarse a los tiempos cual ente camaleónico. En ese orden de cosas, la escritura funcionaría como un elemento sustancial que pervive, adaptándose, a cualquier cambio, pero además ejerce de caparazón para su contenido, para su mensaje. Es por eso que las mismas historias nos llegan contadas de tan diversas maneras; siempre con las mismas preocupaciones pero a veces con uniformes adaptados.

Los cuentos tradicionales, llegados a nuestro siglo XXI gracias a la escritura y no tanto a la oralidad que una vez fue su modo de vida, han sufrido toda clase de mutaciones, de modismos, con el paso de los años. La más sonada, sin duda alguna, la llevaron a cabo los hermanos Grimm, que dulcificaron algunos de sus elementos para adaptar sus versiones escritas a la sensibilidad de la época. Aun así, nunca fue ese su cometido, como tampoco  era su objetivo inicial hacer una recopilación para niños de los cuentos, sino compilar la rica tradición oral en un libro que permitiera salvar las historias populares. Al fin y al cabo, los Grimm, como demostró Jacob con su Ley, siempre estuvieron más interesados en observar los cambios desde su raíz que en matar los orígenes.

Muy posiblemente, pues, durante el siglo XX los hermanos hubieran seguido la carrera a las diferentes interpretaciones de los cuentos que ellos mismos recopilaron, desde las hiperdulcificadas de Walt Disney hasta las políticamente correctas de James Finn Garner llegando finalmente a las versiones en carne y hueso del cine contemporáneo: desde la Cenicienta de Pretty Woman (Garry Marshall, 1990), hasta el Peter Pan de Spielberg (Hook, 1991), pasando por la Caperucita de Hard Candy (David Slade, 2005) o los Hansel y Gretel de Yim Pil-Sung (Henjel gwa Geuretel, 2007). Sin pertenecer a ningún cuento pero bebiendo de todos ellos, como hacía Shrek (Andrew Adamson y Vicky Jenson, 2001), Caballeros, princesas y otras bestias adapta el imaginario popular y tradicional para, digámoslo ya, violarlo.

Quedaría la mar de interesante decir que Caballeros, princesas y otras bestias regresa a los cuentos populares a su condición embrionaria, con todo su salvajismo y crueldad (no en vano servían para advertir con sus moralejas de los males exteriores a los que se podían ver abocados los más pequeños), pero eso supondría querer en demasía a Danny McBride y Ben Best, sus guionistas. Al fin y al cabo, la película busca la risa adolescente con bromas escatológicas y con la utilización de ciertos elementos gore que funcionan por sorpresa y exageración, algo que la aleja de Superfumados (Pineapple Express, 2008), la anterior incursión de David Gordon Green en la comedia, y en la que ya contaba con sendas interpretaciones de Danny McBride y James Franco. De hecho, esa irreverencia es la que le ha llevado a tener un ajustado estreno en pantallas, algo que no debe extrañar ante la imposibilidad de llevar al público familiar a la sala (demasiados tacos, demasiada casquería y, sobre todo, demasiada paja) como tampoco contentaría al aficionado a las películas de aventuras.

Así pues, y más allá de ese acercamiento pueril a la comedia, lo más interesante de Caballeros, princesas y otras bestias es que pone de manifiesto la necesidad que tiene Gordon Green de contar con buenos guiones para lucir su personalidad. No sabemos si aquel joven que escribía largos monólogos impresionistas en sus primeras películas y que trastornaba la vida de sus personajes para observar cómo la gente de a pie se enfrenta a situaciones complejas, ha desaparecido o está esperando a que un productor apueste por su visión del mundo. Lo que está claro es que ha encontrado en la comedia gamberra un lugar seguro para sobrevivir del cine a pesar del propio cine. Su próxima incursión: The Sitter, con Jonah Hill; a la espera quedamos de ver si, en esta ocasión, ha disfrutado o nos encontramos ante otra violación del calibre de Caballeros, princesas y otras bestias.