Una novia en cada puerto

El ancla en el corazón

Amsterdam, Río de Janeíro, algún lugar de América Central, San Pedro y Marsella son los puertos a los que llega Spike Madden, un característico papel de grandullón de buen corazón para Víctor McLaglen. La actividad laboral es lo que le interesa menos a Hawks, aunque nunca queda en entredicho la profesionalidad de este trabajador del mar. Parece que su único cometido al recalar en un nuevo puerto es visitar antiguas novias y buscar, de paso, alguna buena pelea en la que tomar parte. Cuando se inicia el film, Spike ve peligrar su estatus de conquistador. Bill, un marinero apodado Salami (Robert Armstrong, futuro cineasta de ficción perdido en los dominios del rey Kong), llega siempre unas horas antes a los puertos en cuestión y seduce a las amigas de Spike, regalándoles un pequeño corazón con un ancla en su interior: metáfora del encadenamiento amoroso. El azar les convierte en rivales de una pelea. El azar, también, esclarece sus identidades: el anillo de Bill, al golpear contra la barbilla de Spike, le ha dejado la marca del corazón con un ancla, como si fuera una de las víctimas del Hombre Enmascarado; el rudo Spike ya sabe quién es el individuo que le levanta las conquistas.

Retrato deliberado de una amistad y de una moral viril, Una novia en cada puertodeja en penumbra los carácteres femeninos, simples detonantes de las reacciones de celos, furia 0 estima de los dos protagonistas masculinos, para centrarse en el periplo tan amistoso como violento que conduce a los dos personajes a los brazos de una turbadora mujer, Marie, llamada también Mademoiselle Godiva, una acróbata de feria de Marsella que mantuvo relaciones con Bill en el pasado y de la que ahora se enamora perdidamente Spike. Louise Brooks otorga a este personaje la necesaria dosis de misterio, insinuación erótica y ambición. Con ella, la película adquiere otra atmósfera que no es fruto tan sólo del cambio de registro dramático del relato 0 de las variaciones de puesta en escena, que a continuación in-icaré. No en vano George Pabst la escogió para encarnar a la seductora y fatalista protagonista de La caja de Pandora (Die Biichse der Pandora, 1928) tras verla en Una novia en cada puerto.

Si hasta la aparición de Marie el trabajo de Hawks tiende abiertamente hacia los resortes de la comedia, con una planificación muy simple y directa —por ejemplo, el travelling sobre los pies de Spike y Bill moviéndose por la calle de forma dificultosa y torcida le sirve al cineasta para mostrar la ebriedad de los dos tipos—, la entrada en escena del personaje femenino, presentada como la novia de Neptuno y del mar durante su acrobática actuación, descentra obviamente los sentimientos de los dos protagonistas y acentúa los aspectos más barrocos de una puesta en escena que varía en función de la irrupción de este personaje. Hawks ha ido antes al grano: plano de conjunto en ligero picado para la escena en la que Spike y Bill pelean con los policías centroamerícanos. Hawks busca después efectos más arriesgados: inusual plano en contrapicado cuando Marie se tira desde el trampolín al estanque. Son este tipo de recursos y piruetas visuales los que convertirían en su momento a Una novia en cada puerto en una de las obras silentes más aplaudidas del cine norteamericano, aunque conviene no olvidar que entre 1927 y 1928 se realizaron en Hollywood, entre otras, películas tan admirables e inventivas como Amanecer (Sunrise; F.W. Murnau), El séptimo cielo (Seventh Heaven; Frank Borzage), La marcha nupcial (The Wedding March; Erich von Stroheim), Y el mundo marcha (The Crowd; King Vídor), El cameraman (The Cameraman; Edward Sedgwick & Buster Keaton) y Cuatro hijos (Four Sons; John Ford), títulos que ciertamente empequeñecen los logros de Una novia en cada puerto.

Antes de que Spike se enamore de Marie y en ésta resurga la pasión por Bill, la historia se había permitido alguna fuga dramática en un itinerario distendido. Entre juergas y amoríos fugaces, los dos marineros hallan tiempo para visitar a una joven viuda y sin empleo, jugar con su hijo pequeño y regalarle dinero. La presencia posterior de Godiva consige que esos instantes dramáticos queden sedimentados en el relato. Hawks sabe hacer dolorosa la relación triangular de la forma más simple, arrinconando planos ambiciosos y recuperando la sencillez expositiva con la que se abrió el film. Hay un momento especialmente conseguido en la parte final de Una novia en cada puerto, aquel en el que Hawks muestra, en un solo plano y con una escueta panorámica de izquierda a derecha del encuadre, dos mundos a punto de colisionar trágicamente: Spike limpia de forma cuidadosa y cariñosa los zapatos de Marie y la cámara recorre toda la habitación hasta el sofá donde están sentados los amantes del pasado, un incómodo Bili y la ambiciosa muchacha. Pero no hay tensa situación que no se resuelva, al menos en cierto cine de Hawks, con una buena y liberadora pelea entre los dos amigos, aunque aquí la chica queda definitivamente fuera de la historia. Spike y Bill emprenden nuevas aventuras. Ya hay un puerto sin novia en su itinerario oceánico.

© Artículo sobre el film extraído del libro Howard Hawks. La comedia de la vida (Dirigido por, Barcelona, 1998). Reproducido aquí con permiso del autor.