Tirad sobre el pianista (François Truffaut, 1960. Avalon)
Un pianista con la mirada perdida, interpretado por el cantante Charles Aznavour, es el principio y el fin de esta historia. Poco más de hora y cuarto de metraje es lo que necesitó Truffaut para explicarnos el porqué de esa mirada, una mirada que busca a las dos mujeres perdidas cuyas muertes carga a sus espaldas. Un homenaje a los thrillers de serie B norteamericanos, no siendo casualidad las similitudes con, por ejemplo, Al caer la noche (Nightfall, 1947) de Jacques Tourneur, que me viene a la cabeza con ese desenlace en la nieve y que ahora descubro que, como este título, está basada en una novela de David Goodis. El aliento del cine negro americano está ahí, aunque estemos en esa Francia de finales de los cincuenta. Los gangsters que persiguen al pianista, las mujeres, más fatalizadas que fatales, sí, también un excepcional flashback, y el germen de la Nouvelle Vague, probablemente mucho más difícil de explicar que de sentir, está quizá más presente que en casi ninguna otra película de su autor. A pesar de una narrativa alocada y destellos de un humor que poco tenía que ver con el género homenajeado, la traslación de un universo tan particular a París es tan acertada como experimental, sin perder en ningún momento la sencillez del relato cotidiano que desemboca en la perdición. Avalon recupera uno de los títulos emblemáticos no solo de su director sino también de la Nouvelle Vague por poco más de lo que cuesta una entrada de cine.
El arpa birmana (Kon Ichikawa, 1956. A contracorriente films)
Kon Ichikawa era hasta hace cuatro años, momento en el que nos dejó, junto a Kaneto Shindo, que cumplirá 100 el próximo mes de abril, uno de los pocos supervivientes de entre aquellos que hacían cine en el Japón de la posguerra. Sin embargo, de esos más de setenta años que estuvo dirigiendo películas (los doce primeros dentro del campo de la animación) se cuentan con los dedos de una mano los títulos que tuvieron distribución comercial en nuestro país. El arpa birmana no fue uno de ellos, y A contracorriente films subsana ahora eso con esta estupenda edición que además del film incluye sendas entrevistas al director y al protagonista Rentarô Mikuni, junto con un detallado análisis a cargo de Carlos Aguilar en un ilustrado libreto de 16 páginas. La película es una conmovedora historia que, como tocaba en un país que todavía no había superado el desastre de la guerra más de diez años después de que esta tocase a su fin, conmueve desde el humanismo y el antibelicismo. Y también gracias a la música y a las canciones, en un sentido tradicional, con una belleza sin par. Una historia que comienza en los últimos compases de la guerra, y que se divide en dos partes bien diferenciadas: la primera, cuando el soldado Mizushima acompaña los cánticos de su regimiento con un arpa que él mismo construyó, mientras terminan su campaña en Birmania. La segunda, con el soldado convertido en un monje que reniega de su pasado y que no quiere regresar a su país, por devolver la paz a aquellos que han perecido en la batalla. Solo por el momento del reencuentro con sus compañeros, retenidos tras la valla del campo de prisioneros, en el que se reconcilian con su música, un momento que respira más cine que muchas filmografías juntas, merece la pena su visionado. También por reconocer el talento de un director, que pese a una trayectoria más irregular que los Kurosawa, Ozu, Kobayashi, Mizoguchi o el propio Shindo, fue capaz de realizar una maravilla como esta.