Las mejores de 2011

Aquí tenemos los resultados de las votaciones, unas votaciones populares (realizadas por el pueblo de Miradas, tanto amigos como colaboradores), democráticas (donde todos los votos valen igual) y cientificas (gana la que más votos tiene). Del 10 al 1, a continuación…

10. El Havre (Aki Kaurismäki, 2011)


Una nueva muestra del humanismo del finlandés autor de Un hombre sin pasado, esta vez desde la portuaria y francesa ciudad de Le Havre. Emotiva, divertida, parca en la presencia de diálogos, eso sí, brillantes, y con una galería de personajes entrañables y a pesar de todo demasiado humanos, demasiado reales. Una película, para creer en la humanidad cuando más lo necesitamos, que se ha colado en nuestros corazones y en el diez de nuestro top.

9. La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011)


El director manchego más subvencionado de nuestro cine viste de almodovarismo Los ojos sin rostro (G. Franju, 1960) con un disfraz de tigre, un secuestro a lo Natascha Kampusch y una Elena Anaya enmascarada dando saltos con un cuchillo embutida en un maillot, mientras Alberto Iglesias se desata con una partitura para divertir y emocionar. Puede que no fuera la intención de Pedro, pero este thriller es una comedia y muy divertida, por mucho que se enfadasen algunos tras el pase en Cannes.

8. Valor de ley (Joel Coen, Ethan Coen, 2010)


Que los Coen rodaran un western no era una sorpresa. Que lo rodaran de esta manera si lo fue un poco más. Porque aquí lo posmoderno y los rasgos que ello implica, y que a menudo son las bases y el andamiaje del cine más personal de los de Minneapolis, daban paso a una visión austera y rotunda de aires clasicistas y de raices profundas y consistentes. Una versión amarga y ligera, que no le dora la pildora a la original de Hathaway y que nos regala una de las escenas más bellas de este año: la cabalgada nocturna.

7. Misterios de Lisboa (Raúl Ruiz, 2010)


El cineasta Raul Ruiz falleció durante 2011 a los setenta años dejando una obra de más de cien títulos entre películas, largas y cortas, documentales y trabajos para televisión. Precisamente este contundente film (que no es póstumo: terminó de rodar en su Chile natal La noche de enfrente y su mujer Valeria Sarmiento está dirigiendo su último proyecto: As Linhas de Torres) es una versión para el estreno en salas de la mini-serie homónima producida por la televisión portuguesa y el canal franco-alemán Arte: las seis horas acumuladas que alcanzan los otros tantos episodios, se reducen a unas cuatro horas y cuarto, sin alterar demasiado el conjunto y ofreciendo otra sugerente muestra del mundo literario de Camilo Castelo Branco.

6. Un método peligroso (David Cronenberg, 2011)


Cronenberg continúa indagando en el comportamiento humano desde diferentes escenarios y metodologías. Del mismo modo que acercarse a, por ejemplo, J.G. Ballard o William Burroughs, parecía una consecuencia natural de su trayectoria y obesiones, esta dramatización del enfrentamiento entre los postulados (y temperamentos) de Sigmund Freud y Carl Jung no es solo consecuente: enriquece con brillantez el universo del cineasta canadiense (que renueva, otra vez, su habilidad para la dirección de actores): la prosa destaca por encima de la abstracción y la lucha por el dominio se establece a un nivel primario, radical y distante, dejando en vilo y desconcertado al espectador.

5. El padre de mis hijos (Mia Hansen-Løve, 2009)


El drama cuando sabe (suena, huele) a auténtico es una apisonadora inmisericorde. La segunda película de Mia Hansen-Løve tiene esa fuerza y tiene esa delicadeza para hacerte una persona distinta tras su visionado. Los ingredientes parecen simples: una historia que te coja, unos personajes que te amarren y una puesta en escena que no te suelte. Porque El padre de mis hijos en el fondo es eso: un secuestro de nuestros miedos íntimos y un reclutamiento de las más valientes de nuestras dudas.

4. Drive (Nicholas Winding Refn, 2011)


“¿Te gusta conducir?” Todo el mundo recuerda aquel anuncio que para vender coches apelaba a algo tan elemental como el placer de manejar un automóvil, sentir el contacto de los neumáticos en la carretera como una prolongación del propio cuerpo, disfrutar del paisaje, del viento en la cara. Para vender Drive se podría decir “¿Te gusta el cine?”, pero lo mejor es sentarse delante de la pantalla: Coches, persecuciones, pasillos, ascensores, musicote, máscaras, armas blancas, sangre roja, billetes verdes y la noche negra.

3. Melancolía (Lars Von Trier, 2011)


Lars Von Trier se enfrenta al fin del mundo y lo hace como casi siempre hace todo, partiendo de frágiles seres humanos llenos de debilidades para intentar llegar a algo universal. Dos partes bien diferenciadas (la primera, una comedia de personajes, la segunda un drama introspectivo), dos hermanas bien desequilibradas y un planeta que se  nos viene encima mientras ellas lidian con la depresión, la desidia y los demás.

2. Cisne negro (Darren Aronofsky, 2010)


La pobre de Natalie Portman se ve envuelta en un buen berenjenal, y todo por intentar despuntar en el competitivo mundo de la danza. Su lucha por el papel estrella en la inmortal obra de Tchaikovski se convertirá en una pesadilla donde la realidad se confunda con otras cosas, como la noche, mientras le hacen la vida imposible una madre castradora que no la querría para sí Norman Bates, un jefe como Vincent Cassel en plan cabrón o una rival como Mila Kunis con cara de mala hostia que quita el hipo, y más cosas. Los Chemichal Brothers animan los temas del ballet cuando no lo hace Clint Mansell con la música original.

1. El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011)


Con una obra deslumbrante como casi ninguna película que se recuerde, Malick da un verdadero clinic de libertad creativa, de profundidad cinematográfica y de exquisitez artística. Y además para todos los públicos. El norteamericano hace lo que le da la gana (como le da la gana) para crear una sinfonía de estremecimiento que está más allá (y más acá) de lecturas intelectualoides viradas hacia lo político o  lo divino. Lo que importa es  lo humano de la creación y lo sobrehumano de  lo que a ella le rodea y le da forma. Nosotros como experiencia única. Como despellejar a un saltamontes o hacerle el amor a una montaña.