Statham. Ha. Vuelto
Eso es lo que reza una de las promos de Safe, la nueva película protagonizada por Jason Statham. Es un tipo de publicidad muy yanqui (no imagino un «Coronado. Dispara. De nuevo» la próxima vez que José vuelva a meterse en la piel de un policía), pero se trata también de una estrategia habitual al servicio de estrellas que valen por el film en el que trabajan. Hablamos de una táctica muy empleada en el cine marcial. Es lo que muy merecidamente se ha ganado Stats, mas no deja de ser un síntoma del peligro de encasillamiento que amenaza al actor y del que ya he hablado en relación a otros de sus papeles. No es realmente grave, siempre que se alcancen unos mínimos de calidad en sus disfrutables catálogos de hostias y vaciladas mil, pero uno no deja de pensar en la conveniencia de acercarse a obras algo más ambiciosas en lo artístico. Siempre he especulado con la posibilidad de que la excelente Collateral (Michael Mann, 2004) hubiera sido insuperable si Statham hubiera tomado el papel del esforzado pero equívoco Tom Cruise (y Mann parecía hacer un guiño al respecto). Tampoco lo imagino desentonando en una obra de las características de Spartan (David Mamet, 2004).
Algún intento de variación hay en su nuevo personaje. En esta ocasión, y eso ya es un retorno a sus orígenes, se mete en el pellejo de un tipo más gafe que Gaston que —otra novedad— busca redimirse de su mala pata. El vehículo para lograr tan loable objetivo es salvar a una niña china, superdotada para los números, de las garras de las tríadas, de unos mafiosos rusos y de un grupo especial de la policía que convierte en angelitos a los anteriores. Algunos se acordarán de Mercury Rising (Harold Becker, 1998), por lo del niño prodigio, o de historias donde los tipos más duros se relacionan con tiernas infantes, véase El profesional (Léon, Luc Besson, 1994) o Heidi (Arupusu no shôjo Haiji, 1974). Lo cierto es que la relación entre Statham y la pequeña no deja de ser un simple McGuffin para servir un espectáculo de acción de primer orden. Lo mismo que en Transporter (Louis Leterrier y Corey Yuen, 2002), pero sustituyendo el esclavismo sexual por el matemático y a Shu Qi por una versión reducida en tamaño y en química con el protagonista. Es también insólito ver a Statham declararse vulnerable en lo pugilístico, lo que nos priva del duelo final que cierta estructura de spaghetti-western parecía anunciar, y mostrar cierta sensibilidad. En ese último sentido su esfuerzo es tal que en cierto momento llega a sudar por el ojo derecho. Todos ganando.
Los inescrutables designios de la distribución española han querido que coincidan los estrenos de ésta y otra película que explota la relación entre un sujeto peligroso y una inocente niña, la coreana El hombre sin pasado (Ajeossi, Jeong-beom Lee). No quisiera entrar en comparaciones ni competiciones directas, porque no vienen a cuento, pero sí aprovechar el contraste para reivindicar una de las grandes virtudes de Safe: va de cabeza al turrón. Una ajustada hora y media beneficiada por un ritmo frenético que convive con una claridad expositiva muy de agradecer. En cuanto a las secuencias de acción, es destacable que el todo-terreno Boaz Yakin no se pliegue en todo momento a la ya habitual edición epiléptica —aunque algo de ella hay— e intente sorprendernos con ciertos virtuosismos en la planificación, como los que derivan de determinado uso del punto de vista subjetivo y los retrovisores de los coches.