60 Festival de San Sebastián: Vol. 4

Hijos, esposas, padres y sobrinas

La familia es muy importante para mí, pero nunca he ido con ellos a festivales. Supongo que a mi madre le parecería todo muy violento, mi padre echaría de menos a John Wayne, mi hermana estaría con mis sobrinos y mis sobrinos pedirían que repitieran una y otra vez la misma película. Cars, a ser posible. Mi otra familia, la de Miradas, está muy ocupada preparando Sitges como hace todos los años por estas fechas, aunque JD Cáceres vino el viernes y sábado a ver esas pelis que nadie ve (por eso Cáceres es necesario en todos los festivales). Así que esta crítica va dedicado a mis queridos familiares ocasionales de esta edición: Joan Sala, Rubén Romero y Paula Ruiz.

Hijos

Tras la maternidad de alquiler en la Sarajevo bombardeada de la indescriptible Volver a nacer, tuvimos otra ración de vientre-ocupado-por-hijo-de-encargo en All Apologies, una pequeña joya china donde la directora Emily Tang se nos revela como una auténtica maestra de la narrativa cinematográfica, de su ética y de su método, de su economía y de su majestuosidad, de sus derechos y sus deberes. Una historia dura, verdadera, atroz, que no deja demasiado bien a la burocracia china, ni a los chinos en general, y que pasa de ser un drama de manual a un thriller pausado de sentimientos encontrados y decisiones incontrolables. En toda la trama late una tragedia, en todo los planos se esconde un demonio, pero la directora no juzga ni condena porque eso le haría perder las perspectiva, el oremus y el pulso. Por eso su secreto está en la omisión de la rabia y de algún dato, en la desnudez marchita de una historia que duele cada vez que nos mira a la cara, que se hila mediante un montaje preciso y suave que funciona en todo momento por la contraposición con los sentimientos de los dos protagonistas principales. Una pequeña sorpresa que no llamará la atención a los que creen que el cine es hacerse notar. El cine en este caso es sentarse al lado del espectador.

Esposas

Lo que le ha pasado a Bahman Ghobadi con el régimen de su país es una putada que le da más merito al hecho de haber rodado una película tan valiente como Rhino Season, una propuesta con un argumento espectácular y una fáctura impecable. Una lástima que esos dos elementos y toda la historia que lleva dentro (y detrás) no sean suficientes, porque Rhino Season es lo contrario a All Apologies, es la presencia constante, la llamada de atención sobre las dotes del director para hacerse notar. Es la demostración palpable (palmaria) de que para llevar a cabo una receta (y que ésta funcione) hace falta algo más que buenos ingredientes. Ghobadi naufraga de manera irremediable en el desierto de las buenas intenciones, se revuelca y se mancha de preciosismo inane, de enrevesada e ininteligible (y prosáica, que es lo peor cuando se habla de un poeta) literatura, de una engolada manera de decir y de contar una historia donde ninguno de los resortes son creíbles, donde ninguno de sus desgarros, duele. Una lástima que podrá gustar por su ética y por su estética pero que como película, como ese todo maravilloso que conforma el hecho cinematográfico, es muy poquita cosa.

Padres

Tras la decepción iraní, la sorpresa del mismo país. Parviz de Majid Barzegar es una de esas experiencias por las que vas a festivales. Esas pequeñas maravillas por las que siempre quieres volver y por la que gente como yo (que no trabajo en esto, que son muy pocos y se llevan muy mal, aunque hagan como que se llevan bien) gasta sus vacaciones en estar a oscuras viendo películas raras. Parviz lo es y se muestra muy orgullosa de serlo. Un drama que es una comedia que es un thriller que es de terror. Las desventuras de un señor de 50 años y 160 kilos (hermosa y enorme humanidad del actor Levon Haftvan) que es invitado a abandonar la casa de su padre ante el próximo casamiento de éste con una señora que fuma. Expulsado de su paraíso personal, sin oficio ni beneficio, despreciado por sus vecinos y amigos, exiliado a un piso cochambroso, Parviz toma conciencia de que en el infierno hay que ganarse el tridente y el rabo. Ahí empieza a hacerse notar el mecanismo de relojería que funcionaba desde el principio, ahí empieza una terrible metáfora sobre un país en ruinas morales y físicas (Barzegar dedicó la película al repudiado maestro Jafar Panahi) donde si quieres triunfar individualmente solo lo puedes hacer mediante el fracaso de la sociedad. Ese dolor lo ilumina todo y nos hace reir y a veces temer por nuestra propia risa.

 

Sobrinas

Salgo de La Sirga y me siento más joven. Respiro con más fuerza, dejo que el viento fresco dé en mi cara. ¿Razones? Tampoco demasiadas: una película de las que no se ven en salas comerciales, una narrativa de una pureza incontestable basada en un gusto exquisito en los encuadres y en una economía necesaria en los diálogos, versos de arte menor que cuentan un día cualquiera donde no pasa nada pero está pasando de todo (eso la emparenta con la también especial Shell). Como decía, no demasiadas cosas, pero de obligada presencia cuando se intenta desarrollar un discurso basado en pequeños matices sensoriales, en delicados trazos de vida filmada y guionizada. El debutante William Vega demuestra talento y carácter, un manejo acertado de unos limitados recursos y una toma de decisiones casi siempre acertadas. Gracias a todo esos pequeños hallazgos, la historia de Don Óscar y la llegada inesperada de su sobrina Alicia a la finca La Sirga en una aldea perdida de la Colombia más profunda, se torna en algo así como universal. En algo así como joven. En algo así como fresco.