Momentos Sitges 2012

Hemos preguntado a amigos y colegas un momento a retener de esta edición del certamen catalán. Todas las respuestas a continuación sin orden ni concierto… pero sobre todo sin cortes ni censura. En la encuesta, pedíamos además un top5 a cada compañero y lo hemos recogido en Favoritas Sitges 2012.

Óscar Brox

El entorno aséptico e industrial que arropa al plano final del cuerpo, y el espíritu, de Hannah, expuesto como un sórdido fetiche erótico, en Antiviral. Toda una poética de la carne enferma.

Sergio Herrada

Sesión sorpresa en el Auditori, pase de Spring Breakers con la sala llena hasta la bandera, en la película James Franco se sienta delante de un piano y empieza a interpretar una balada de Britney Spears y el público del Festival comienza a dar palmas a ritmo de la canción. ¡Apoteósico!

Ignacio P. Rico

Desnuda y sometida a un extraño trance, Molly sale del porche de su casa y camina hasta los límites del bosque, donde la espera una entidad zoomorfa (¿acaso la encarnación de un Mal primitivo y metafísico?) que extiende los brazos a medida que ella se acerca. Ambos se funden en un abrazo y, desde ese momento, la joven desaparece del mundo físico y tangible para no volver jamás.

Toni Junyent

Otro argumento a favor de Spring Breakers: que, siendo esto de los “momentos” algo tan personal e intransferible, tan subjetivo, exista un alto grado de unanimidad en que las palmas agradecidas del Auditori cuando James Franco invocaba, al piano, a Britney Spears quedarán para la posteridad. Me dicen que varias personas han escogido ya esa feliz circunstancia, así que me quedaré con la masturbación en el coche de Ahí va el diablo. No es la mejor película que vi, desde luego, pero me acababa de levantar, estaba digiriendo el desayuno, temía que se me cerrasen los ojos, y realmente me ayudó a empezar bien el día el ser testigo de una estimulación clitórica ejecutada con tanto aplomo, con furia, a pleno sol y en planos que se cerraban cada vez más, aprisionando los gemidos de la mujer, haciéndolos rebotar en la pantalla…

Carlos Losilla

La visión fantasmal, en una sala semivacía del pueblo, de La noche de enfrente, de Raúl Ruiz, al tiempo que se desarrollaba la gala de inauguración en el Auditori.

Tonio L. Alarcón

Elijah Wood, apareciendo de la nada para colarse en la «foto oficial» de Miradas con Eli Roth. Siempre me arrepentiré de no haber participado en ella. Y a nivel cinematográfico, el climático momento del tren en el último capítulo de V/H/S… ¡Escalofrío asegurado!

Rosendo Chas

Había perdido ya la cuenta de las películas. Pensé además que no me sorprendería, al fin y al cabo sabía lo que iba a ocurrir desde el principio… y sin embargo cuando llegó la ola me arrancó violentamente de la butaca: en ese instante recordé por qué estaba allí.

Samuel Valderas

La cara de Kubrick formada en las nubes del cielo de Sitges… Y aunque no sea del Festival propiamente dicho, esas salidas nocturnas obligadas que se hacen por la zona, condimentadas de muchas risas y encuentros casuales con famosos en estados etílicos varios. Y por supuesto, haber conocido a fenómenos de la naturaleza como Roberto, Sergio o JD (y en general a la peña de Miradas).

Carles Matamoros

La sesión de Warrior en el Prado, en uno de los días más lluviosos de esta edición. Cada golpe de los protagonistas, cada caída en el ring, cada victoria celebrada con vitoreos por la audencia. Imposible estar más implicado. Imposible dejar de aplaudir. Imposible hallarse más cobijado del exterior. Pura catarsis. Incluso para los que nada nos dice el boxeo.  

Alvaro Peña

Los créditos finales de The Lords of Salem (Rob Zombie), con esa cámara mostrando los edificios del pueblo en un giro lento e incesante. Refleja mi estado mental al terminar la película, y todavía sigo allí.

Joan Sala

James Franco interpretando el Everyday de Britney Spears, la masturbación beatificada por Rob Zombie en The Lords of Salem y la presentación de Maniac con ‘tropezón’ incluido.

httpv://www.youtube.com/watch?v=so2MsbtObig

Sergio Vargas

La secuencia inicial de Maniac, todo un ejercicio de estilo que, sin embargo, no deja de ser un pequeño aperitivo para todo lo que vendrá después. 

José Luis Losa

La presentación de Noboru Iguchi de su película Dead Sushi (ojo, solo la performance de Iguchi, de la película, huir).

Diego Salgado

El elegíaco baile en Holy Motors de los modelos para el CGI; alegoría brillante y venenosa sobre el lugar residual del cine y nuestra propia condición física en el futuro (presente) virtual.

Víctor de la Torre

Asistir al visionado de la maravillosa Wolf Children en comunión con el público que abarrotaba el Cine Retiro, riendo cuando tocaba, soltando alguna lágrima que otra también para finalmente aflojar el nudo en la garganta previo a estallar en aplausos tras escuchar un melancólico aullido que ya nunca olvidaré. La belleza tienes estas cosas, cosas que pasan en el Festival de Sitges.

Roberto Morato

Martin Miller’s a las 4 de la mañana, buena gente, a mi lado. Comprendo que otra crítica de cine es posible y que Sitges es mi particular santuario en el que cada año tengo que renovar la fe. El nuevo fin del mundo comienza aquí y ahora, con una copa cobrada a 14 euros.

Salvador Solano

Domingo en la Playa de San Sebastià, ya sin películas. El cielo barrido por la reciente tormenta uniéndose al mar en el horizonte, que es lo único que nunca ha fallado en Sitges. Suave brisa, tirantes finos y faldas que se adhieren a la piel. Los primeros acordes de All Tomorrow’s Parties reverberando en el cráneo.

Roberto Alcover

Los abucheos y silbidos tras el pase de prensa de The Lords of Salem, una anécdota que recuperaremos dentro de varios años para recordar que las obras maestras siempre han sufrido la incomprensión del publico.

Antoni Peris

Viernes 12 de octubre, supuesto día de la Hispanidad. Algunos reivindican la Patria española mientras los zombies recorren las calles. Una lluvia apocalíptica parece acabar con todo. He fallado en mi misión de conseguir entradas para el pase nocturno de Kim Ki-duk pero puedo ver en mi tercera sesión del día el doblete en el cine Prado que incluye la propuesta de Apitchapong Weerasatekul, Hotel Mekong. Para cuando llego al cine, comprendo que el paraguas es un objeto inútil para un diluvio. Es como si yo me hubiera caído al río tailandés. Los zombies y yo nos miramos compungidos. Se inicia la sesión y la cinta de Apichatpong nos mece con una musiquilla persistente de guitarra. Como siempre nos sugiere, más que cuenta, un caleidoscopio de historias. Mujeres vampiro que lamentan lo que fueron y lo que son, referencias a emigraciones, a desigualdades sociales, hombres que hablan de lluvia incesante y futuros inciertos. La cinta se desliza, nos lleva, suavemente, a las orillas del gran río. Finalmente, sobre los mismos títulos de crédito, surge una música de rock duro y aparecen unas nuevas imágenes. ¿Parte de la película? No lo parece, aunque en obras previas el autor tailandés incluyó al final imágenes de militares… Dos grupos armados se disparan, bombardean y asesinan mientras corren por el monte. Gritos, sangre y explosiones. El Hotel Mekong se desvanece. De repente alguien grita en un palco «¡¡¡Y sólo costó 3000 euros, aplaudid!!!». Acaban las imágenes, aun no se qué hemos visto. Tal vez es el homenaje a las fuerzas armadas. «¡¡Aplaudir a los soldados, que también se lo curraron!!!»… Tal vez el ejército ha decidido tomar Sitges, pienso, mientras empieza otra cinta, Henge, que se define como una historia de amor. En ella una pareja sufre por los ataques del marido. Los psiquiatras de la historia y yo mismo coincidimos en que se trata de histeria conversiva y tememos por la mujer. Sin embargo nos equivocamos. En unos minutos veremos como él se transforma en un monstruoso caníbal mutante al que la esposa proveerá de víctimas. Finalmente ante el ataque de la policía (y el ejército, ahora ya vienen con tanques) el monstruo se crece como Godzilla y arrasa Tokio, tumbando rascacielos que son cajas de cartón. Las explosiones y el grito del gigante concluyen la sesión. Qué lejos queda la placidez del Hotel Mekong. Ahora comprendo sus malos presagios. Al salir me ofrecen entradas para Kim Ki-duk pero no me atrevo a recogerlas. Tengo la sensación que la lluvia continua en mi cerebro.