El estudiante

El ejercicio del poder (diez maneras de aprender a dictar)

I. Subir al estrado con naturalidad

Cuando se tiene demasiado tiempo para escribir se tiene poco espacio para la improvisación. Perogrullo me va a poner un piso en Mostoles. Aún así lo intento. Se acumulan las ideas y eso no es del todo positivo, porque ya sabemos que varios ítems en un solo lugar, al contrario de aportar, coarta, harta, lastra. Basta. Se nota que llevo sin escribir de cine desde que no escribo de películas. Hablando de escribir, le he escrito a Santiago Mitre y espero respuesta. Está en las montañas, es navidad y no me conoce. Demasiado me parece ya que se lea mis preguntas, trémulas, desafiantes, suicidas. Sigo adjetivando en tanda de tres. En el 2014 lo intentaré con el 4. Quiero hablar de su película porque me gusta como termina, porque es tal vez uno de los pocos rayos de esperanza a los que asirse en este 2013 que se va mientras escribo y ya es pasado imperfecto mientras me lees. El ejercicio del poder y Después de mayo también están conmigo a mi lado, calladitas, pero mandándome recados. Me extraña porque a pesar de embelesarme con sus dialécticas, atraparme con sus fábulas y dejarme tocado con la capacidad de ambas de visualizar los problemas del alma y el corazón de esta sociedad, me han parecido pelín conformistas. Yo aquí me he parecido pelín Boyero. La de Schöller por certificar que el status quo actual será tan eterno como nuestros sueños de estrellarnos contra él, la de Assayas porque aunque aún es joven y apuesto, se recrea en la batalla del abuelo que en junio se toma vacaciones. No claudica pero en su cuestionamiento va implícita la derrota. No es el presente y el futuro del director de Versalles, sino el pasado bullanguero de uno de los maestros de mostrar con parsimonia el lenguaje (¿impotente? ¿anacrónico?) de nuestra derrota. La revolución será en plano secuencia o no será.

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II. Decir lo que piensan que quieren oir o leer

El estudiante tampoco es una comedia alegre y esperanzadora, no creáis. El estudiante también nos habla desde la desideologización de la política. Como en El ejercicio del poder nunca sabremos que es lo que sustenta el discurso del político protagonista, a qué partido pertenece o qué ideología profesa, sólo se nos mostrará algo más importante, lo único que realmente importa: la estética de la política, su andamiaje, su extraña belleza, su puñetera fisionomía, su seductora parafernalia. Como en No, la magnífica película olvidada por todos los críticos que se la pelan con la discusión en el hotel de Jesse y Celine (tal vez todos aspiren a ser novelistas de éxito pero sin mucho esfuerzo, contando en primera persona sus experiencias), el único método para vencer es convertir en producto, las ideas y en tarareables vaciedades, cientos de años de filosofía, ética y humanidad. Como las putas mierdas que leemos y escribimos diariamente en Twitter. ¿Alguien conoce a algún twitstar con conciencia de clase? @conecta, nadie me dice guay, nadie me quiere, se lo pondré más fácil. Nada de 38 años de educación y formación, solo la última frase graciosa qué puñetera la gracia. Un día de estos podríamos quedar y nos vemos en persona.

III. Mirar como si quisieras verles mirar

A el protagonista de El estudiante a veces es difícil aguantarle la mirada porque sabes perfectamente que también intenta hipnotizar al espectador y quizá, mi querido conciudadano,vecino, amigo, hermano, posible votante, tal vez. Este año no poder mirar a los ojos a un personaje solo me ha pasado con Roque Espinosa y con Camille Claudel, ésta por motivos no tan lejanos. Camille Claudel 1915, del cada vez más descreído artista y hombre, mejor cineasta, Bruno Dumont, que resuelve apostarse en el camino contrario, en la fealdad más humana y menos política (incluso se ha podido leer comentarios que la acusan de políticamente incorrecta por utilizar a deficientes reales. También le pasó a Browning, you know) para presentarnos una diatriba esencialmente “política” y laica del uso que el poder hace de los límites de la libertad individual y del machismo incurable de las leyes y los misterios. Que nos lo digan a nosotros y a Aborto Ruín Gallardón. Y a su puto padre, que ya está bien de mentar a las madres, ¿no?

IV. Contarles una historia que haga solo referencia a la Historia

Roque Espinosa subiría rápido en nuestro país, aunque probablemente se quedaría estancado sin dar crédito a los que nos gobiernan y a los que se hacen llamar oposición. Lo veo más que sentado cerca de Toni Cantó como metáfora de la sinécdoque de la metonimia. Como el protagonista de la precuela de El ejercicio del poder, como el posibilista intento de ascender en la montaña sagrada y más alta de los machos y las hembras trepadoras. Se girarían las tornas y el tiempo pondría a cada uno en su lugar. Roque sería Saint-Jean, casado, cansado, vencedor y vencido en/de/por sus propias aspiraciones, puede que en algún momento bienintencionadas, para siempre enfermas. Es el que se ligó a su profesora para entrar en su propia historia, el que no consigue caerle bien a la mujer de su chófer perdiendo así el status de leyenda popular. Acevedo es Gilles, ideas más que fachada, para el spiderman avejentado que descubrió que no eligió del todo bien la ventana abierta (por entrar para salir) de la empinada pared. La vieja política, el que igual pacta con todos que hace que a tu hija le retiren una multa. Fin de la cita. Conmigo mismo.

V. Parecer sincero sobre todas las cosas

Santiago Mitre debe pensar que soy gilipollas. ¿Cuántas horas hay de desfase con Argentina? Me veo siete películas y me acuesto (o al revés). Leo lo que escribí ayer. No está tan mal como pensé aunque le quito virulencia a mi ataque a los fans de Antes del anochecer. Llevo todo el día contando votos para el Top de Miradas y me he dado cuenta de que mucha gente a la que aprecio y respeto la han metido entre sus favoritas. No lo quito todo porque sino me quito yo. Ejerzo el poder de poder escribir sin miedo a lo que escribo. Que se jodan. Pero que me quieran. Pero que se follen. Pero que me amen. Santiago es un grande y ha respondido con verbo y confianza mis navideñas preguntas. ¿Qué hago ahora con ellas?

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VI. Meter citas que parezca darles la razón

Hacia la mitad de Después de mayo hay una discusión muy interesante sobre si el cine revolucionario también tiene que ser revolucionario en su praxis o si por el contrario ha de adoptar estructura clásica (y por lo tanto, contaminada por la burguesía) para llegar al proletariado. Suena a viejuno, huele a utopía, sabe a la sintonía de un espacio antiguo de televisión. Ahora el proletariado ve programas fascistas de caridad hechos por el demonio (o esa encarnación paleta del mal que es Toñi Moreno), los estudiantes no van a clase pero no para ir a manifestaciones y la burguesía sigue tirándose por el precipicio de la sobreinformación y los titulares perecederos. En esta época de gente que mira y, sobre todo, opina, militar es hacer cosas. “El rasgo militante que tiene la película, en términos políticos, no es únicamente el tema si no también el modo en que se produjo. Sin subsidios, ni apoyos del estado, ni de ningún organismo internacional. Con un presupuesto de 30 mil dólares y mucha ayuda de los actores y equipo técnico. En ese sentido, estamos diciendo algo que a la industria del cine suele molestarle: se puede hacer cine de ficción, con actores y ambición narrativa, con poco dinero. Y eso es algo que los cineastas deberíamos ver en este momento de crisis tan grande en el cine.” Santiago Mitre ejercita el poder de hacer posibles las cosas. Se rebela ante “a lo mejor el año que viene”, se mea en los procesos del enemigo. Por eso su película supura libertad sin en ningún momento decirnos lo que tenemos que pensar o hacer.

VII. Regalar los oídos para expropiar las orejas

El cine puede ser resistencia ante la manipulación, pero para eso tiene que mantenerse libre de cualquier posible injerencia del poder (es decir de las políticas culturales o comerciales de intercambio). La crítica también, por eso en Miradas no ponemos publicidad. La responsabilidad social de no vender ni un ápice del aire que respiramos. No hay mayor compromiso con los demás que estar comprometidos con lo que nosotros hacemos. “No creo que el cine, ni la literatura, ningún arte en realidad, deban plantearse cambiar la sociedad. Por supuesto pueden plantear preguntas, retratar temas mas o menos contemporáneos, intentar intervenir en algún asunto… pero creo que la única responsabilidad que tenemos los cineastas, es con el cine (con la forma, con el relato, con las imágenes) y lo único que tenemos que hacer es intentar hacer buen cine, nada mas.” Lo dice Mitre y yo asiento con la cabeza.

VIII. Convertir cualquier acto social en acto sexual

Freddie Quell, la asombrosa creación de Joaquim Phoenix y Paul Thomas Anderson en la magnífica The Master, es un animal sexual que gana cuando se demuestra más animal. Es su manera de acceder allá donde quiere llegar dentro de, paradójicamente, la santidad. Su ascenso comienza y sigue entre golpes de riñón y glúteo, avanzando inmisericorde al fondo de la luz, profundizando en la superficie, penetrando la herida. El poder sabe que somos animales a los que se domina desde la sexualidad. Leamos El negro blanco de Norman Mailer o a Rebecca Walker por ponernos en dos extremos. En El estudiante el personaje de Roque Espinosa ostenta el poder para llegar a él y sus primeros contactos son sexuales. Así lo describe Santiago Mitre “Un tipo, sin formación política, ni ideológica, pero que tiene cierta capacidad para caerle bien a las personas y éxito con las mujeres, lo que lo hace tener una carrera exitosa en política. A partir de ahí preguntarnos que es lo que importa mas en la política contemporánea, si la capacidad práctica o la formación política. Creo que la película describe esa batalla entre la praxis y la ideología, y como en la mayoría de los casos la primera se devora a la segunda. Bueno, lo sexual puede ser interpretado como símbolo de lo primero, pero debo decir que el personaje y toda la historia, se escribió desde parámetros de ficción: relato, personajes, espacios, tramas, secuencias. Nunca las ideas con respecto a la política estaban antes que la lógica interna de los personajes.”

IX. Deja que al final el oyente parezca encontrar el camino por sí mismo

Cuando decidí escribir sobre El estudiante lo decidí porque me había encantado el final. Me parecía esperanzador al mismo tiempo lo suficientemente ambiguo para que pudiera llegar a ser justamente lo contrario. Roque le dice que no a Acevedo ante una oferta inigualable que viene tras una traición. Pero, ¿por qué? No siempre se tiene la oportunidad de preguntarle directamente al director. “(Me alegro que me haga esa pregunta, bueno eso me lo he inventado). Creo que es un final abierto, que puede interpretarse de varias maneras, incluso opuestas, y que de algún modo pretende absorber las opiniones políticas que tiene el espectador. Si uno es un poco cínico va a creer que Roque dice que no, porque se da cuenta de la política está sucia y el ya no quiere ensuciarse; si uno es mas idealista va a creer que dice que no, porque antepone su ética y desde ese momento va a empezar a hacer política de un modo mas honesto y buscando una construcción mas sólida que su propio progreso; y si uno es muy pragmático, puede pensar que el está diciendo que no, como parte de una negociación, sabiendo que ese no en ese momento le permite negociar con mas poder en otro espacio político, o pedir mas cosas luego. En fin, en cualquier caso, es una historia de maduración, de aprendizaje, y en ese momento Roque ya ha aprendido, ya conoce las armas con las que se juega, y tiene poder suficiente como para oponerse a quien fuera su maestro.” Es necesario que el espectador interactúe con la película, que ejerza el poder de pensar por sí mismo. Mitre sabe cómo incitarlo a ello.

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X. Despedirse con un hasta luego

Se marchó el 2013, año donde en nuestro país la realidad superó cualquier ficción que vimos en la pantalla. El estudiante nos enseñó a no cruzar sin mirar a los dos lados de la calle, a chequear la fecha de caducidad de los productos en este gran supermercado y a saber con qué cuñado te tienes que llevar mejor en las cenas navideñas. O a todo lo contrario. Nos permitió al menos ejercer el poder de pensar y construir por nosotros mismos.