Paranormal Activity: Los señalados

Agonía de una saga

Paranormal Activity: Los señaladosMi crónica de Paranormal Activity 4 (Henry Joost y Ariel Schulman, 2012) terminaba afirmando que o se introducían importantes novedades en la continuación de la serie o aquel filme sería el último. La decisión que han tomado los productores es derivar en dos direcciones: por un lado, ofreciendo personajes latinos (aunque la película se ambienta en Oxnard, California, en junio de 2012) y, por otro lado, retirando la numeración, de modo que Paranormal Activity: Los señalados (Paranormal Activity: The Marked Ones, 2014) no es «oficialmente» la quinta parte de la saga. Eso permite abrir una especie de paréntesis sin dejar de sumar ingresos. Hábil estrategia que parece milagroso que funcione, pero así es, a la vista de la preparación ya de la quinta-parte-oficial.

El encargado de realizar esta derivación es Christopher Landon, que dirige aquí por primera vez desde que en 2010 entrara en el equipo de guionistas de Paranormal Activity 2 (Tod Williams, 2010). El resultado, en mi opinión, desde el punto de vista de la puesta en escena, es el peor de las cinco películas, sin apenas hallazgos visuales reseñables, continuando muy rutinariamente con las ideas menos ingeniosas de los filmes anteriores y haciendo un abrumador uso de la cámara en mano que seguramente trata de esconder la ausencia de creatividad, y que acaba resultando verdaderamente agotador.

Hay otras dos cuestiones que redundan en la debilidad de esta no-quinta entrega. La primera es que da un paso más en la dirección de descubrir el origen y destino de la maldición que persigue a los personajes desde la primera película, pero es un paso tan insignificante que ya no es que resulte decepcionante, sino que causa verdadera desazón, y por qué no, bien puede considerarse una tomadura de pelo; para el espectador que no haya seguido la saga ese paso no dice absolutamente nada y para quien haya visto las cuatro anteriores apenas aporta nada nuevo. La segunda cuestión es que la referencia a las películas anteriores es tan forzada que, de nuevo, no ofrece nada a los espectadores vírgenes ni a los seguidores de la saga y, en todo caso, a estos últimos nos puede parecer un lamentable, cuando no desconcertante, mejunje de apuntes imprecisos.

Da la sensación, observando los nombres de los creadores (director y guionistas) de las cinco películas, que los más hábiles e innovadores han ido abandonando el proyecto. En mi opinión, claramente, continúa cumpliéndose en el caso de esta saga la norma de que cada filme es peor que el anterior, y no deja de sorprenderme que continúe funcionando suficientemente bien como para permitir la supervivencia de la serpiente cinematográfica. Es una sorpresa parcial, ciertamente, porque he de reconocer que incluso pareciéndome películas cada vez peores, existe algo en el concepto de fondo que me empuja a ver la siguiente. Se trata, probablemente, de la mezcla de cinco ideas que nunca antes se habían entrelazado de forma tan simbiótica: el terror a lo que ocurre mientras dormimos, el realismo de la textura de vídeo, el voyeurismo, la ausencia de títulos de crédito que ofrecen la apariencia de «historia real» (un impactante elemento del filme original que se ha ido perdiendo progresivamente) y la idea de los hijos como víctimas de su propia madre. Ningún elemento es original por sí mismo, pero la simbiosis ofrece un amplio margen de juego que permite ir alternando la relevancia de un elemento u otro, manteniendo así cierto interés por continuar viendo la saga, aunque sea cada vez menor. Los datos en España, para saber de qué estamos hablando, son los siguientes: 309.495 espectadores para la película original, 301.195 la segunda (impacto casi intacto), 338.345 la tercera (incremento del 10%), 249.318 la cuarta (importante descenso, producto de diversos factores, entre ellos lo decepcionante de la tercera entrega) y 175.159 la que nos ocupa (casi la mitad que la primera).

Aunque los productores han sabido salvar el escollo del fiasco que supuso la cuarta parte con una estratagema comercial, no se trata sino de un atajo de corto recorrido, y en este sentido mantengo mi afirmación: la próxima debería ser el cierre de la serie si no introduce cambios importantes. La capacidad de ofrecer algún hallazgo visual interesante, que salvaba parcialmente una risible y aburridísima cuarta parte, se diluye aquí completamente, y apenas si queda ya nada de la frescura y capacidad de sorpresa de la idea original. Solo un relato cada vez más apelmazado y repetitivo, que resulta casi imposible cerrar con un mínimo de dignidad. Pero ya sabemos que la máquina de fabricar dólares entiende poco de todo esto.