Operación U.N.C.L.E.

Tess Ocean: [mientras intenta atravesar una multitud que piensa que es Julia Roberts] How is this going to get Danny out?

Linus Caldwell: We need someone famous.

Tess Ocean: Why didn’t you get someone famous?

Linus Caldwell: Just think Four Weddings and a Funeral.

Tess Ocean: She wasn’t in Four Weddings and a Funeral.

Linus Caldwell: ‘I’. ‘I wasn’t in Four Weddings and a Funeral‘! Just protect your fake baby!

 

Ocean’s Twelve (Uno más entra en el juego) (Ocean’s Twelve, Steven Soderbergh, 2004)

 

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Lo sé. No he arriesgado. Pero el filme es bueno, gustará. Seguro. Me devolverá al lugar al que pertenezco, lo tiene todo para ser el primero de muchos. Sólo debo encontrar buenas historias para seguir, tras la presentación de los personajes que supone esta primera película… Y material no me falta para inspirarme, con cuatro temporadas de la serie.  A no ser que no sepa explotar la “Unión de Naciones”…  Pero no, esto no es Sherlock Holmes. Y yo no desarrollé el guion, además. Me han dado otra oportunidad, y no puedo volver a dudar…

Pero dudo.

Dudo porque quiero volver a sentir qué era ser creativo, sorprender a productores y espectadores, como cuando conseguí distribución para Lock&Stock cuando Tom Cruise accedió a ver el filme.

Dudo, y se refleja en lo que hago.

¿Por qué ya no me reconozco en mis propios filmes?

Esta historia es ideal para mí. Al fin y al cabo, espías y gánsteres de medio pelo… puedo atrapar a la gente. Pero el guion… no podía hacerlo complejo.  Vale, no quería encasillarme, pero tenía que volver a estar en el punto de mira. ¡Si hasta Tom iba a protagonizarlo! Y hemos conseguido unos actores entregadísimos a la película, a mí mismo. Y yo… en fin. He querido ir sobre seguro.

Soy Guy Ritchie, el hombre que hizo Lock&Stock, Snatch, Rockanrolla. Esas son mis mejores credenciales. Y muchos se han inspirado en mi estilo desde entonces.  

Y, aun así… ¿por qué no he arriesgado?

Porque ya no puedo permitírmelo.

Permitidme a mí la osadía anterior, el meternos en la mente de Ritchie. Permitídmelo, porque la imagen que se me venía a la cabeza en los momentos más impersonales del filme era la del director, sentado en la butaca del cine, cabizbajo y cayéndole una gota de sudor frío si la gente no reaccionaba como se pretende que ocurra: riendo, disfrutando, aplaudiendo. Me lo imagino, en resumen, queriendo ser aceptado de nuevo tras la exponencial decepción que han supuesto varios de sus filmes (sí, incluyo Sherlock Holmes [íd., 2009]).

Pero en este sentido, Ritchie puede estar tranquilo con Operación U.N.C.L.E. Quizá únicamente durante la primera parte del filme, tras la presentación principal de los tres protagonistas (principal porque en sí toda la película lo es, una presentación), el ritmo sí que pierde intensidad, pero se recupera enseguida para ir in crescendo y deja de aburrir. El resultado es una película con giros argumentales marca de la casa (es decir, muchos y, más aquí, previsibles) en el que un montaje trepidante, acompañado siempre (siempre) del favor de la música, complica una historia «sencillota» creada exclusivamente para el lucimiento de unos personajes que se quieren, indudablemente, recuperar en breve (y más de una vez, seguro). Tarea no complicada cuando el guion (tal y como avanzaba, otra vez de Ritchie, y para bien), brinda unos protagonistas tan bien definidos a través de sus actos, diálogos y expresiones. Porque si algo es Operación U.N.C.L.E., es su pareja principal, Solo e Illya. Cavill y Hammer.

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Henry Cavill interpreta a este Bond televisivo (literalmente, porque fue el propio Flemming quien lo ideó basándose en su propio espía) captando la esencia del Solo original, y se quita completamente el estigma del soso Superman en el que ahora está sumergido. Un personaje muy goloso que atrae a la vez que repele por su estirado porte y su fanfarronería… El “hombre por excelencia” de los años sesenta se mantiene intacto en esta revisión: seguro de sí mismo, chulito, guapo y con un toque, mínimo, sensiblón. Pero Ritchie no le da todo el protagonismo. De hecho, al igual que ocurrió en la serie (y eso que se llamaba The Man from U.N.C.L.E.), el guion equilibra sus apariciones con las del agente soviético en el filme. Igual de carismático que el americano pero con una personalidad completamente distinta, Armie Hammer clava, y roba, más de una de las escenas conjuntas, que, como ya decíamos, es lo mejor de Operación U.N.C.L.E.: ese «tira y afloja» que se convierte en el tour de force que se marcan los dos actores en el filme.

Dicho esto, la historia en sí parece más la de cómo se forma una banda criminal para perpetrar un robo que la actividad secreta entre los bandos sumergidos en plena Guerra Fría. Y en verdad eso es Operación U.N.C.L.E., por lo que tampoco puede asumirse como un thriller de espionaje (no, no estamos ante El Topo (Tinker Taylor Soldier Spy, Tomas Alfredson, 2011), pero tampoco ante Misión Imposible [Mission: Impossible, Brian de Palma, 1996]). Es más bien un gran entretenimiento centrado en escudriñar cómo podría ser la relación entre dos espías enemigos obligados a trabajar juntos, conociendo la personalidad de cada uno de los personajes a través de su pasado, rivalidad y amoríos. Sí, el bando que tenga la información gobernará el mundo (tema principal de la serie), pero aquí la búsqueda de “la cinta” es una mera excusa. De hecho, los créditos iniciales y finales muestran mucho más que el filme en sí la Historia en la que se basa la película y la aparición de la Unión de Naciones por el Cumplimiento de la Ley y quiénes la conforman. Unos créditos, dicho sea de paso, disfrutables cien por cien y que recuerdan a los del genial Saul Bass.

Así que Operación U.N.C.L.E. gustará, cumple con sus objetivos y es capaz de llegar a varios tipos de público. La comedia gamberra de acción se le da bien a Ritchie, y ha sabido llevarla al mundo del espionaje con una buena adaptación actualizada de la serie de los sesenta para llegar al gran púbico.

Entonces, ¿por qué ese mal sabor de boca?

Porque no nos esperábamos esto de Ritchie.

Lo decíamos al inicio “en palabras del propio Ritchie”. El filme es tan impersonal que durante gran parte del metraje, y en especial toda introducción y uso de la música, nos recuerda mucho más a los Ocean’s de un divertido Soderbergh, que al estilo del director. Por la presentación de los “ladrones”, por el glamour que rezuma todo el filme, por la música seleccionada, y el uso que se hace de ella. Incluso por las licencias que se permite.

Estética y discursivamente estamos ante una película más calmada, un humor más naïf y menos desvergonzado, y un desarrollo de la acción más clásico. Así que la cámara en mano y sobre todo los rápidos movimientos en la pantalla (multi)partida no acab
an de encajar con el tono, que aunque sí es verdad dinamizan la acción, a veces incluso marean
al espectador. Una vez agrada, más… se llega a hacer pesado.

Y ese es otro de los “peros” de Operación U.N.C.L.E. Todos los efectos que modernizan la serie original se repiten dos veces, y entonces el factor sorpresa en el espectador se pierde. A veces no es mala decisión (podríamos rescatar aquí el tema de la pantalla partida… ¡pero sin mover a la vez la cámara en distintas direcciones para cada cuadrante, por favor!), pero otras veces denota falta de imaginación a la hora de cumplir con las parece que obligadas dos horas de metraje. Me refiero básicamente a las escenas recurrentes para que un agente quede como más listo que el otro (sorprendiéndole con un gadget, o adelantándose en la resolución de un problema); o al uso de que esté pasando algo gracioso al fondo de la imagen mientras en primer plano tengamos a los dos personajes hablando en referencia a esa misma acción pero sin percatarse de que ocurre algo que cambiará su discusión; o al montaje en recientes flashbacks, que ayuda a reconstruir lo que ha sucedido (esto sí es Ritchie, ciertamente, ya lo veíamos en Lock & Stock (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) o  Snatch: Cerdos y diamantes [Snatch, 2000]). En definitiva, recursos que aburren, no por inútiles sino por repetitivos, y que podrían obviarse, recortarse sin más, sin que el guion se viese afectado por ello.  Sumémosle los sin duda más de diez avances de guion que Ritchie se saca de la manga para que la acción pueda continuar, para acabar de sacarnos de quicio (tal y como hizo Soderbergh para su Ocean’s Twelve, uno más entra en el juego [Ocean’s Twelve, 2004] … ¿qué fue eso de que Tess se pareciese a Julia Roberts? Pero, al menos en esta entrábamos en el juego, si queríamos dejarnos llevar y disfrutar sin exigir mucho a cambio, desde una primera secuencia en la que ya se nos avisaba que las cosas iban a ir por unos derroteros mucho más livianos que el primer remake).

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Hubiese preferido un guion mucho más redondo, al que nos tenía acostumbrados el joven Ritchie, que justificase los giros (eso de que “el bueno es malo pero es bueno pero” está demasiado visto), y ver mucho más de un director previo a lo que parece una venta personal a las grandes distribuidoras, para bien y para mal. Ritchie ha perdido su toque (¿por qué elimina de su discurso los planos congelados o el efecto bullet time, o esos primerísimos planos que tanto le caracterizaban?), y somos incapaces de reconocer Operación U.N.C.L.E. como suya (algo que pasa con Sherlock Holmes: Juego de Sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011) y, por supuesto, en la olvidadísima Barridos por la marea [Swept Away, 2002]).

Y, en realidad, cuando uno de los jefes de la organización de espías dice eso de “hoy estás un poco lento para ser un súper agente” en una de tantas sobre-explicaciones… la duda que se nos plantea es si el director y guionista no ha querido dejar filmada una pequeña «pataleta» que le saque del sopor (o presión, o falta de margen de actuación, como quiera llamarse) con el que ha debido rodar Operación U.N.C.L.E. Es como si se disculpase ante los espectadores. “Sí, es demasiado simple y repetitivo. No, no pienso que seas estúpido y no comprendas mi guion. Al inicio de mi carrera ya te lo demostré. Pero tengo que hacerlo. Es lo que se me pide. Y yo quiero seguir teniendo buenos proyectos”.

Nuestros mejores deseos (o esperanzas) es que pueda acabar haciendo como Christopher Nolan, aceptar dirigir una secuela a cambio de poder rodar lo que realmente le guste y le permita expresarse (el caso de El caballero oscuro: La leyenda renace (The Dark Knight Rises, 2012) y Origen [Inception, 2010]). O que vuelva a aliarse con Matthew Vaughn… En cualquier caso, acaba de anunciarse la preproducción de Sherlock Holmes 3. Si la dirige Ricthie… esperamos darnos cuenta de ello. Y si no, con suerte ha sido su peaje para Knights of the Roundtable: King Arthur (2016).