Negociador (2014) no es solo un filme: es la tabla central de un tríptico sobre la democracia española firmado por Borja Cobeaga que tiene en sus hojas laterales el corto Democracia (2013), y el piloto de la fallida serie de televisión Aupa Josu (2014). Estas tres comedias de guerrilla ofrecen el más descarnado retrato de los restos del naufragio español (y/o vasco) y, tal vez, la vía de salvación de una cinematografía moribunda. A pesar de haberse realizado con diferentes guionistas, las tres parten de una misma unidad temática: la reflexión paródica sobre los entresijos de la política; y comparten una misma unidad formal, soldadas como están por la fotografía de Jon B. Domínguez y un vestuario más propio del setentero programa televisivo Aplauso (1978-1983) que del siglo XXI. Esa luz de “tiempo amarillo”, que diría Miguel Hernández y los jerséis de cuello alto, los pantalones de campana o las americanas de pana actúan como un Delorean que nos teletransporta del 2015 al inicio de la España democrática. Así, todo se convierte en un viaje, un mal viaje, en un utilitario con tapicería cochambrosa (pues no hay dinero para hacerse el Zemeckis), a los fundamentos de un sistema político que hemos visto saltar por los aires ante nuestras narices. A través del personaje de Manu Aranguren (Ramón Barea), Cobeaga lleva a sus últimas consecuencias la muletilla del “representante político”: Manu, con una bondad solo equiparable a su estulticia, con su incapacidad congénita para moverse por la modernidad cargando con su losa de valores y prejuicios, sí nos representa. Su pasmo es nuestra sorpresa; su impotencia (real y figurada) es nuestro estupor. Hasta que a ritmo de SVPER todo salta por los aires… para, a renglón seguido, volver a recrearse en la abulia de Aranguren. Con su resolución demuestra Cobeaga ser demasiado inteligente como para caer en trampas para indocumentados sobre la ruptura con el régimen del 78 o la Cultura de la Transición, tan propias de la excitación del momento. Su mensaje es otro, y parece más emparentado con un determinismo orteguiano que con las soflamas políticas de la nueva política. Cuentan que Jesús Eguiguren, en cuya biografía está más que libremente adaptado Negociador, solo ha afeado a Cobeaga el episodio de la meretriz sudamericana: hasta tal punto se confunde la realidad con la parodia en estos tiempos tristemente divertidos que vivimos.