Junun, de Paul Thomas Anderson

No hay película pequeña para Paul Thomas Anderson. Junun (íd., 2015), estrenada exclusivamente a través de una plataforma VOD durante un tiempo limitado y con el envoltorio de un modesto documental musical, esconde una búsqueda poco habitual del misterio de la creación artística. La película de 54 minutos supone un paso más en la fructífera alianza creativa entre Paul Thomas Anderson y Jonny Greenwood. El cineasta acompaña al guitarrista de Radiohead, compositor de las bandas sonoras de Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007), The Master (íd., 2012) y Puro vicio (Inherent Vice, 2015), en la grabación de un álbum junto al israelí Shye Ben Tsur y una quincena de músicos indios en Rayastán (India).

De la pura observación, sin apenas entrevistas directas a cámara o diálogos entre los intérpretes, Anderson saca petróleo a través de las miradas, los silencios y los momentos aparentemente muertos. La actitud del propio Greenwood, siempre en segundo plano, tan ensimismado en el proceso de grabación que apenas habla ni gesticula, contrasta con las sonrisas francas y la comunicación fluida de algunos de los músicos que participan en la grabación. Con muy pocos medios materiales (un par de cámaras digitales, un dron), pequeñas pinceladas narrativas (la paloma que se cuela en el interior de la fortaleza reconvertida en estudio de grabación, el músico que va a la ciudad para que afinen su instrumento) y un cuidadoso ejercicio de puesta en escena y montaje, esta pequeña joya se desmarca del clásico documental observacional para ofrecer una experiencia hipnótica. Trascendental, si se quiere.

Junun, de Paul Thomas Anderson