Resumen 2018. Apuntes personales

Arantxa Acosta (Miradas de Cine, La Realidad No Existe)

Tres hombres, tres mujeres y tres escenas

Ser un hombre de éxito, un referente, un héroe… y estar perdido.

Reynolds. Toller. Neil.

Ser una mujer con ideas propias, fuerte. Incluso naïve…. que lucha por un sueño. Un sueño compartido.
Janet. Alma. Mary.

Una mirada dura, pero cómplice. Una caricia tan sentida como imposible. Un beso prohibido, pero escandalosamente apasionado. Y un silencio, arrolladoramente relevalor, que acompaña estas tres escenas. Un silencio que denuncia, potencia y reconoce, el desequilibrio de una balanza pro todos conocida:

El cine de este 2018 deja tres films en mi personal Top 3 tan dispares como complementarios por su aproximación a la importancia de una figura femenina que, lamentablemente, lleva años escondida tras una mirada social que únicamente ensalza el éxito masculino. Tres personajes, injustamente secundarios, clave para el devenir de la historia. Y de la Historia.

Tonio L. Alarcón (Imagenes de Actualidad, Dirigido por…)

Hay que congratularse por haber podido ver ni más ni menos que tres obras distintas de Masaaki Yuasa: en Netflix, Devilman Crybaby (seguramente lo más cercano al manga de Go Nagai que se haya producido jamás), y en cines, la delirante Night is Short, Walk on Girl y la miyazakiana (dentro de los estándares de Yuasa) Lu Over the Wall… ¡Qué placer!

Luis Fernández (Miradas de Cine)

En un año que ha deparado el acontecimiento de una obra tan cinematográfica como Roma y la recuperación de la mítica (y muy valiosa) The Other Side of the Wind de un tótem de la cinefilia como es Orson Welles, tengo curiosidad por ver qué nos depara en el futuro la actuación de un medio como Netflix, y por extensión de otros operadores online, potencialmente muy perturbadores para el medio fílmico.

Marla Jacarilla (Contrapicado, Culturaca)

Algo muy positivo de este 2018 que se termina, es la gran cantidad de operas primas dirigidas por mujeres en nuestro país (Andrea Jaurrieta, Arantxa Echevarría, Anxos Fazáns, Ana Asensio, Sara Gutiérrez Galve…). Esperemos que sea más una causalidad que una casualidad y que todas ellas puedan estar algún día en igualdad de condiciones respecto al resto de sus compañeros a la hora de dirigir una segunda película.

Mónica Jordan (Transit)

La mejor experiencia cinematográfica de 2018: ex aequo para el encuentro de M. Night Shyamalan con prensa y público en el Festival de Sitges, y la proyección de El libro de imágenes de Godard en el Festival Most.
El «no-entiendo-qué-le-veis» 2018, también un ex aequo para Call me by Your Name y Hereditary.
El «me-habéis-dejado-sola- defendiéndola»: Gemini.
El nombre propio de este año (y siempre): Agnès Varda.
La serie: Inside nº9.

Toni Junyent (Miradas de Cine)

Podría mencionar algunas proyecciones memorables en festivales, empezando por la de La flor en Zinebi, tres tardes de pura comunión cinéfila en la sala seis del Golem Alhóndiga de Bilbao, o los jueves y domingos de invierno y de principios de primavera en el Xcèntric, el mejor refugio contra las inclemencias de una cartelera a veces sobrecargada de cine no demasiado estimulante. Algunas de las películas españolas más interesantes que he visto este año, como Ainhoa, yo no soy esa (Carolina Astudillo, 2018) o Tódalas mulleres que coñezo (Xiana do Teixeiro, 2018), no han tenido estreno convencional en sala. Pero en este tiempo de brutal recesión en el campo de la cultura, recesión a menudo acompañada de negligencias interesadas que torpedean festivales de cine, ya se llamen OUFF o IBAFF, o emisoras de televisión como Barcelona TV, asistí a un gesto en el Festival de Cine de Turín que me pareció hermoso. Tras la ceremonia de entrega de premios, su directora Emanuela Martini cantó de viva voz, mientras iban desfilando también en pantalla, los nombres de todas y cada una de las personas, miembros del equipo o voluntarias, que habían contribuido a hacer posible el festival. A medida que las iban nombrando, las personas que estaban presentes en la sala iban acercándose a un escenario cada vez más abarrotado. En tiempos de recesión brutal en que pretenden laminarnos, dividirnos, aislarnos es bueno contarnos, de vez en cuando, para recordar que seguimos estando ahí.

Jose Luis Losa (Director Cineuropa)

Mis dos secuencias más memorables del año son la de la resolución final de The Sisters Brothers, la manera en la que Jacques Audiard reconduce la heterodoxia de su obra dentro del western y la lleva a un punto final de un clasicismo descomunal, en la estela de los Centauros del desierto (The Searchers; John Ford, 1956) fordianos.

El otro momento casi inexplicable en su magia es la composición que Toni Servilllo  hace de Berlusconi en la sensacional Silvio (y los otros), un prodigio de análisis político de lo que nos está sucediendo (la antipolítica, el populismo, el líder que sale de un reality o de un show de velinas, la demolición del sistema de partidos representaivos de la democracia liberal). Todo eso, como casi todo, nació en Italia, y es sorprendente el silencio o el ninguneo que está sufriendo Silvio (y los otros). Para mí, compone junto a Il Divo, el gran díptico que explica la política del siglo XX y auspicia su implosión en el XXI.

En cuanto a elementos que provocan mi cabreo, en el plano cinematográfico, sin duda, el premio es para Netflix. Está acabando con la base del cine como arte, su caracter democrático. Una de las grandes películas de este año, Roma, solo ha podido ser visionada en pantalla grande en festivales internacionales y en España en un mini-estreno en 3 o 4 ciudades. Esto es un golpe de estado a la esencia igualitaria del acceso al cine como obra de arte.

Respecto al estado del mundo, para qué irme lejos de nuestro país: asisto a cómo tenemos una extrema derecha oficial y dos políticos de extremo centro derecha cuyo discurso es indiferenciable del de Vox, Dos tipos que han blanqueado en un fin de semana a los que Merkel o Macron —sus respectivas repúblicas y antecesores— mantienen en un cordón sanitario desde que nacieron, hace décadas en Francia. En consecuencia, viendo como Rivera y Casado —ese monstruo— se aprestan a conquistar la Moncloa de la mano de Abascal, yo me abono ya a pedir que se aplique a ese gobierno español plausible un 155 como un castillo o un Palacio de la Moncloa. Si no es así, planeo exiiliarme. No a Waterloo, por una cuestión de estilo.

Carlos Losilla (Caiman)

El momento: el redescubrimiento de Un rey para cuatro reinas (The King and Four Queens, 1956) y Los implacables (The Tall Men, 1955), dos películas de Raoul Walsh de los años 50 que no solo han hecho tambalear algunas de mis convicciones canónicas, sino que también han conseguido que vea el cine del año de otra forma: ¿cómo pensar lo mismo sobre películas como Cold War o Roma tras haber asistido a esas dos lecciones de PUESTA EN ESCENA por parte de Walsh?

Álvaro Peña (Perros Verdes, Miradas de Cine)

Cabe alegrarse de que 2018 haya traído más buenas películas que 2017, año en que esos círculos de buitres agoreros de la muerte del cine se avistaron más cerca que nunca. Sin embargo, 2018 también ha sido el año en el que más gente que, en el fondo, ni ama ni le interesa el cine, ha tratado de gobernarlo. Un año en que el victimismo, el paternalismo y, más que nunca, el oportunismo sin escrúpulos, tras haber secuestrado la izquierda y el feminismo críticos, se han lanzado al asalto de la imagen y sus estructuras de producción. Nuestras revistas de cabecera nos instruían mes tras mes que ya estaba superado el debate ficción-documental, pero ahora se pide que sea la ficción la que documente un presente corregido y proyectado desde cabinas ideológicas angostas y cerradas por dentro. Hablábamos de la democratización de la imagen y de la caída de las jerarquías de prestigio, pero ahora se presiona para intervenir en la composición y las decisiones de jurados, comités y demás organismos subvencionadores y, por tanto, esclerotizadores de la cultura. Retuiteábamos infinidad de perfect shots para hacer de nuestro perfil de RRSS un exquisito museo del arte audiovisual, pero ahora negamos la posibilidad de imágenes no inclusivas, es decir, que no conecten los puntos de una plantilla previamente sancionada por las autoridades morales vigentes. Sin embargo, aunque declaren con solemnidad su adscripción a elevados propósitos, dichas imágenes nada tienen que ver con el humanismo y la generosidad con que autores como Chaplin, Rossellini, Kurosawa o Resnais trataron de intervenir en el mundo con sus obras. Su estrechez de miras, su miedo a lo extraño y su vocación de control de existencias ajenas, en cambio, las delatan como herederas de aquel código Hays que mutiló buena parte de la historia del cine. En otras palabras, son no-imágenes: signos de aquello que no se puede filmar. Por un 2019 lleno de imágenes, y también de cineastas con la vocación y el atrevimiento de filmar todo. Absolutamente todo.

Mi momento, de Gorrión Rojo (Red Sparrow; Francis Lawrence):

La voluntad de poder quebrando la voluntad de la imagen: escenas donde la protagonista impone su relato y no sucede lo que pensamos que tendría que suceder.

Enrique Pérez (Miradas de Cine)

Es necesario destacar que, aunque diez años tarde, la industria del cine por fin se ha dado cuenta de que no puede mantener el mismo modelo de negocio que en el siglo XIX.

Antoni Peris (Miradas de Cine)

A la salud de grandes directores y exhibidores valientes

En atención a nuestros lectores (y también por puro vicio) elaboramos listados en base a los estrenos, sea en salas o plataformas.  A menudo quedan de lado, sin embargo, grandes películas de muy limitada distribución estrenadas en pequeñas salas por distribuidores y exhibidores valientes (como Zumzeig y Cinemes Girona, en Barcelona). De nuevo quiero reivindicar algunas de las mejores obras del año como:

  • A fabrica de nada / The Nothing Factory (Pedro Pinho, 2017)
  • Dhogs (Andrés Goteira, 2017)
  • Western (Valeska Grisebach, 2017)
  • Ainhoa: yo no soy ésa (Carolina Astudillo, 2018)
  • No intenso agora (João Moreira Salles, 2017).

Y, por otro lado, otras de exhibición limitada (por ahora) a festivales: One Cut of the Dead (Kamera o tomeru na!, Shin’ichiro Ueda, 2018), Tiempo compartido / Time Share (Sebastian Hoffman, 2018), The Widowed Witch / Mirrors and Feathers (Chengjie Cai, 2017), Poisonous Roses (Fawzi Saleh, 2018), Jonaki (Aditya Vikram Sengupta, 2018), Season of the Devil (Ang panahon ng halimaw, Lav Diaz, 2018), Aniara (Pella Kagerman, Hugo  Lilja, 2018), The Spy Gone North (Gongjak, Jong-Bin Yoon, 2018), A ciambra (Jonas Carpignano, 2017) o Rabot (Christine Vandekerckhove, 2017).

Los sueños, el cine, la vida

Para los que vivimos el cine, autores, cronistas, espectadores, hay ocasiones en que todo parece mezclarse. En Conquista de lo inútil (Eroberung des Lutzlosen, 2004; Blackie Books, 2018), Werner Herzog plasma esta situación de irrealidad mediante sensaciones o imágenes vividas (tal vez soñadas) durante el rodaje, casi imposible, de Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982) Prácticamente 3 años obstinados por elaborar una auténtica epopeya, narrados en base a breves apuntes, en cerca de 400 apasionantes páginas. Fascinante.

Paula Arantzazu Ruiz (Sensacine)

“Il tempo è diventato prezioso”, dicen las líneas finales de esta página del último diario de Angela Ricci Lucchi. Las lee con emoción Yervant Gianikian en Il diario di Angela – Noi due cineasti, algo más, creo, que un homenaje a una vida en común. He visto películas hermosas en 2018, pero ninguna con tanta belleza, tristeza y verdad contenida.

Diego Salgado (Crítico cinematográfico)

Dos prólogos extraordinarios sobre el paso del tiempo en el ámbito fugaz del cine comercial. Uno, el de El pasajero (The Commuter, Jaume Collet-Serra), no está ahora mismo disponible online, os lo recomiendo. El otro sí, corresponde a Searching… (Searching, Aneesh Chaganty, 2018):

Víctor de la Torre (Miradas de Cine)

El año que exhala su último suspiro deja para la posteridad un generoso muestrario de la vigencia del audiovisual, que en tiempo de mutaciones se resiste, encarnizadamente, a renunciar a sus valores expresivos. Por mostrarnos que es posible evocar al pasado con la mirada del presente destaco, de entre decenas de posibilidades, el número musical de Malos tiempos en El Royale (Bad Times at the El Royale, 2018), con el que Mr. Goddard insufla savia nueva al sonido Motown, otorgándole el foco emocional de una obra que es, en sí misma, un exuberante contenedor de formas fílmicas. Todo es simulacro, parece querer decirnos el bueno de Drew… menos el rostro, y la voz, de Darlene (Cynthia Erivo)

Sergio Vargas (Miradas de Cine)

El solo de guitarra de Sam (Andrew Garfield) en Lo que esconde Silver Lake (Under the Silver Lake, David Robert Mitchell)