Paul Schrader
Críticas y artículos de películas del director Paul Schrader.
Hijo de una familia calvinista estricta, Paul Schrader no vio cine hasta los 16 años, momento en que se sintió fascinado por este arte. Conocedor de la cultura japonesa (a raíz del exilio en este país de su hermano, objetor de conciencia por la guerra de Vietnam), tal vez por semejanza con el rigor calvinista, elabora y vende el guion de Yakuza (íd., Sydney Pollack, 1974). A partir de entonces deviene un director integrado en el sistema pero moviéndose en los márgenes del mismo, siendo incluíble en el grupo de los Hollywood brats de los setenta, junto con Scorsese, Spielberg, Coppola o De Palma. Schrader ha trabajado como guionista: Taxi Driver (íd. Martin Scorsese, 1975), Fascinación (Obsession, Brian de Palma, 1976), El expreso de Corea (Rolling Tunder, John Flynn, 1977), Toro salvaje (Raging Bull, Scorsese, 1980), La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, Scorsese, 1988), City Hall (íd., Harold Becker, 1997), entre las obras ajenas, y manifestó que, considerándose un auténtico escritor, optó por ser también un director auténtico: Hardcore: un mundo oculto (Hardcore, 1979), American Gigolo (íd., 1981), Mishima (íd., 1985), El placer de los extraños (The Comfort of Strangers, 1990), Posibilidad de Escape (Light Sleeper, 1994), Aflicción (Affliction, 1997), o The Walker (íd., 2007), entre las más destacables.
Habiendo ya sufrido en sus carnes la condena de Hollywood en la muy interesante El exorcista: El comienzo (Dominion: Prequel to the Exorcist, 2005), que fue, literalmente, repetida por Reny Harlin en una versión no tan distante de la de Schrader, se orientó a un estilo de producción más íntimo, más ligero. Su último intento “libertario”, después de cinco años sin rodar, había sido The Canyons (íd., 2013), una película producida en régimen de crowdfunding y en la que adaptaba junto a Brett Easton Ellis una historia de éste. La cinta era una visión negra del cine porno pero también de la industria del cine, con unos personajes que se traicionaban y se pisoteaban entre sí. El resultado era muy interesante pese a su factura simple pero Schrader recordaba básicamente los conflictos que tuvo con su protagonista: Lindsay Lohan.