El relato negro ha servido a Schrader en numerosas ocasiones para plantear los conflictos que le permiten desarrollar aquellos rasgos que más le importan, ya sea la relación con el padre, el sentimiento de culpa, la contradicción como fundamento vital y en definitiva la querencia por la redención, revelación o superación (a veces todas ellas). En Como perros salvajes, digámoslo ya, una de sus películas más olvidables, no encontramos casi nada de esto o solo aparece de manera difusa o incluso obtusa. Una premisa puramente criminal con perdedores histriónicos cuyo destino no solo está sellado sino que está subrayado más allá de lo soportable, aunque quizá el problema es cómo están escenificados esos énfasis (es decir, no solo están los debes en el guion o quizá en la novela de partida): recuerda al de por sí caduco cine de Oliver Stone como demuestra ese prólogo con un Willem Dafoe que no dejará en todo el film ese rictus cercano a un Joker de medio pelo o de la mayoría de personajes ¿interpretados? por un Nicolas Cage cualquiera (actor no por casualidad protagonista de la cinta). Y esta escena inicial que hace pensar en aquellos no menos histéricos asesinos natos nos lleva a Quentin Tarantino, un cineasta que seamos claros nos parece infinitamente superior (a Schrader y la mayoría de los que son buenos), al que también quiere, extrañamente, parecerse esta construcción en set-pieces en la que también hay mucho diálogo, una violencia de tendencia realista pero tan excesiva y hasta cierto punto estilizada que remite a películas tipo Jackie Brown, y en la cual el director hace un papel secundario relevante y tarantiniano. No obstante, la clave del fracaso de la película se encuentra en el ritmo utilizado (o la falta del mismo), las claras dependencias creativas y la dudosa idoneidad visual: Schrader se desenvuelve mejor en las distancias cortas, en las obras de cámara, en el contenido más que en el envoltorio, especialmente enfocándose en los personajes y cómo estos van avanzando (adelante, atrás o en círculos) en función de sus decisiones y normalmente en las de su entorno. Y dejando a estas alturas en segundo plano que sea una película alimenticia, Como perros salvajes lastimosamente es estática, no tiene movimiento alguno digno de mención, por ello, siendo mundano y superficial como la trama, su itinerario es neciamente aburrido, desaliñado, trillado.
Caza terrorista (Dying of the Light, 2014), de Paul Schrader / Dark (2017), de Paul Schrader