Las huellas de Bresson: Paul Schrader

Cada persona tiene una concepción única sobre el cine, a lo largo de la historia son muchos los que han teorizado sobre esta cuestión. Diferentes corrientes, diferentes miradas, diferentes intenciones. Y es que, como la mayoría de las cosas, el cine es subjetivo. Sin embargo André Bazin, en su libro ¿Qué es el cine? (1958), medita sobre la imagen y el tiempo y sustenta la objetividad de las imágenes, define el cine como un “embalsamador del tiempo que momifica el cambio” (1958, 29). Desde esta perspectiva, entendemos el cine como una representación de la realidad en la que el autor aporta el grado de subjetividad y la técnica, lo cual definirá el objetivo semántico de la obra. De este modo, podríamos afirmar que cada director revela su propia visión del cine mediante su trabajo. Esta reflexión nos sirve de pretexto para introducir a uno de los más influyentes de la historia del cine: Robert Bresson (Francia, 1901-1999).

“El cinematógrafo es una escritura con imágenes en movimiento y sonido” Así definía el propio Bresson el cine en su libro Notas sobre el cinematógrafo (1975). Y es que el cine de Bresson alcanza la excelencia en su técnica para obviar todo lo demás, cada fotograma es sustancial para sus películas, y en su conjunto crean una experiencia que puede considerarse cuasi espiritual. En sus obras todo se muestra implícito, pero se va revelando a través de la observación del entorno visual y sonoro que envuelve a los personajes. Unos personajes —representados por actores no profesionales— característicos por ser solitarios, con una rutina predeterminada, entregados a su destino, quienes le buscan un sentido a su existencia y aguardan su redención. De este modo, a través del minimalismo estético y de un control absoluto del lenguaje cinematográfico, el director francés nos abre la puerta a otra dimensión.

El cine de Bresson ha dejado un legado indiscutible, decantándose como uno de los pilares fundamentales del estilo transcendental en el cine, término definido por el crítico, director y guionista estadounidense Paul Schrader, conocido por obras como Taxi Driver, Toro Salvaje, El reverendo, American Gigolo y un largo etcétera de clásicos de los años 70 y 80. Al lado del japonés Yasujiro Ozu (1903-1963) y el Danés Carl Theodor Dreyer (1889-1968), Schrader identificó en estos tres cineastas las bases de un cine que transciende lo terrenal, un estilo definido por su dimensión espiritual y metafísica.

En una reflexión sobre la película Pickpocket (Bresson, 1959), Paul Schrader decía que fue allí donde se dio cuenta de que puedes hacer una película sobre un alma. Y es que no se me ocurre mejor definición para entrelazar las obras de ambos cineastas. Aunque las diferencias entre ellos son significativas, determinadas sobre todo por el contexto social y económico en el que se desarrollan, la influencia de Bresson en la trayectoria de Schrader es innegable. Si juntásemos a todos los protagonistas construidos por ambos, muy probablemente descifraríamos un mismo patrón determinado por el mismo conflicto interno. Y es que la temática de sus películas, el aura de los personajes y la constante referenciación a su estilo refleja un profundo e interesante diálogo entre ellos.

Robert Bresson Paul Schrader Robert Bresson Paul Schrader

Entre las metáforas visuales más memorables que nos dejó Bresson destacan esos planos detalle de las manos de sus protagonistas. No hay nada más preciso que esas imágenes. Las manos, además de tener una evidente función narrativa se convierten en el vehículo principal para expresar el mundo interior del personaje, en definitiva, son lo que une el mundo físico y el espiritual del personaje. Vemos paralelismos evidentes con esta idea en la obra de Schrader. La misma agilidad que tiene Fontaine, el protagonista de Un condenado a muerte se ha escapado (1956) escarpando la puerta de su celda para escapar y mantener la esperanza, es la que William Tell —El contador de cartas (Schrader, 2021)— utiliza para barajar sus cartas y huir de su pasado. Y es que Schrader no solamente demuestra la influencia que ha tenido el maestro francés sobre él, sino que lo homenajea de forma explícita. Así, no me cabe ninguna duda de que Schrader entiende el cine tal y como lo entendía Bresson.