FIC-CAT 12

El doceavo Festival Internacional de Cinema en Català Costa Daurada —FIC-CAT para los amigos— se inauguró el pasado 8 de junio para que, durante una semana, el público del pequeño pueblo de Roda de Bará tuviera la oportunidad de acceder a una muestra del cine catalán de la temporada 2018-2019. Con un eje temático centrado en la dirección de fotografía, una de las disciplinas más complejas y técnicas de la producción cinematográfica, el festival decidió dar un premio honorífico a Josep Maria Civit y exhibir uno de sus mejores trabajos, Angustia (Bigas Luna, 1987). La película resultó ser un descubrimiento para muchos, con un juego de proyecciones simultáneas terrorífico e hipnótico.

En el FIC-CAT no solo se vive un ambiente de lo más cercano en su sentido más amplio, sino que se trata de una especie de sesión previa a los Premios Gaudí. El festival impulsa el uso de la lengua catalana en el medio audiovisual, concretamente en un sector como el del cine que, pese a contar con una generación de cineastas catalanes de talento innegable —muchos de los cuales se han pasado por el festival—, recibe menos ayudas que nunca para financiar sus proyectos. El FIC-CAT de este año ha sido una ventana para reivindicar más apoyos a las autoridades, pero también un oasis en que resaltar la calidad de las películas de la programación y de los artistas que la componen.

La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat, Laura Jou, 2019) —adaptación de la novela homónima— se ambienta en los ochenta, aunque conserva la atemporalidad de aquellas sensaciones veraniegas que son universales. Situada en un pueblo del interior catalán, recrea el localismo idílico y la calidez de películas como Verano 1993 (Estiu 1993, Carla Simón, 2017) y Call Me by Your Name (Luca Guadagnino, 2018). Mediante una desaparición adolescente impulsiva muy Los 400 golpes (Les 400 coups, François Truffaut, 1959), el filme de Laura Jou es un coming-of-age de libro, pero conmovedor y orgánico. De ritmo contemplativo y fotografía espectacular, la relación amorosa entre una jovencísima femme fatale y un pobre flechado se intensifica gracias a una dirección de actores excelsa.

<em>La vida sin Sara Amat</em> (<em>La vida sense la Sara Amat</em>, Laura Jou, 2019)

La vida sin Sara Amat (La vida sense la Sara Amat, Laura Jou, 2019)

Greykey (Enric Ribes, 2019) es un cortometraje documental en que una voz en off narra con vehemencia la búsqueda de qué es la maternidad —o paternidad­—. A través de la reconstrucción de la vida de un padre de familia y partiendo de los recuerdos de infancia y de documentación precisa, no solo es la complejidad y universalidad de los sentimientos que despierta aquello que emociona al espectador, sino unos recursos narrativos únicos y personales. La fuerza del ensayo recae en el magnífico montaje, singular en cuanto a cómo une a través de la animación los recursos convencionales del documental: imágenes de archivo y recreaciones posteriores.

La hija de alguien (La filla d’algú, XX promoción de ESCAC, 2019), proyecto universitario que sale de las aulas de la academia para tener una distribución comercial, es en primera instancia una película unitaria visualmente pese a la decena de directores y guionistas que le han dado forma. El metraje se siente verdaderamente angustiante, con largas y cerradas tomas, centradas exclusivamente en el personaje de una magnífica Aina Clotet. Y si bien logran mantener el thriller, acaba resultando demasiado hermético y monótono. Pese a la fuerza de la lucha física del indomable pero cabezudo personaje principal, su paso a la madurez nunca se traslada al espectador.

Jauría (Gemma Blasco, 2019) es un cortometraje vigoroso que explora las relaciones fraternales adolescentes mediante la historia turbulenta e interurbana de dos hermanos cuya relación es fría y en un principio poco dependiente. Por medio de una inquieta cámara en mano se da una narración dinámica, acompasada y violenta, donde la fuerza de los actores se realza también a través de una dirección de fotografía muy potente.

<em>Jauría</em> (Gemma Blasco, 2019)

Jauría (Gemma Blasco, 2019)

Idrissa, crónica de una muerte cualquiera (Idrissa, crònica d’una mort qualsevol, Xavier Artigas i Xapo Ortega, 2018) documenta exhaustivamente el largo y arduo proceso de repatriación del cuerpo de Idrissa Diallo, un joven guineano que murió en un CIE. Con una fotografía estática y estética, cada plano del documental tiene una intención precisa: mostrar el trabajo de la mismísima productora del filme en la gestión administrativa y burocrática del proceso, transmitiendo la profundidad de sus testimonios. Y pese a que la narración a veces es reiterativa, el producto logra su intención de homenajear a aquellos que sufren con desolación la violencia estructural del estado.

Los días que vendrán (Els dies que vindran, Carlos Marques-Marcet, 2019) define y culmina la filmografía de su director, siendo comentada por nuestra compañera Cris Blanco en una crítica más extensa.

Goodbye Ringo (Pere Marzo, 2018), ópera prima del director catalán, documenta los años de esplendor de los Estudios Balcázar, situados en Esplugas de Llobregat, y que alojaron en sus tabernas y posadas a miles de profesionales del cine spaghetti-western patrio o en coproducción con Italia. Compartiendo en objetivo con Desenterrando Sad Hill (Guillermo de Oliveira, 2018), la fuerza de la pieza recae en lo conmovedor de sus testimonios y en cómo el montaje de esas entrevistas llenas de amor por el cine se relaciona con los fragmentos de unas películas que ya no se hacen, pero que aún podemos revisitar.

Primer estrat (Ventura Mirall, 2018), nace con la intención de comprender cómo afecta el paso por la guardería a la formación de la personalidad de un niño. El cortometraje es en parte ensayo antropológico y en parte voyerismo, sin ningún fin sexual, pero placentero en la satisfacción que produce en el espectador. La selección de momentos y escenas en un principio ordinarias son más complejas de lo que uno podría imaginar, y homenajean dignamente el difícil trabajo de las profesoras de parvulario. A partir de una música muy elemental y de un trabajo de cámara oculta —pero de calidad cinematográfica—, en Primer estrat pesan más las fortalezas que las debilidades, como su redundante final.

<em>Suc de síndria</em> (Irene Moray, 2019)

Suc de síndria (Irene Moray, 2019)

Suc de síndria (Irene Moray, 2019) es la pieza más redonda que ha visto el FIC-CAT 2019. El cortometraje podría ser definido como pureza en el sentido más amplio de la palabra. Fotográficamente es excelso, filmado en unos cerrados 4:3 que son, de hecho, abiertos a la luz. Una luz que realza la belleza de las imágenes en todos los aspectos, tanto en su escenografía idílica como en la fisicidad de los cuerpos. En tan solo 20 minutos la directora lleva al espectador a un carrusel de emociones completo y humanista, desde el catastrofismo al resarcimiento, desde la risa a la lágrima, desde el desentendimiento hasta la complicidad más honesta. Los actores —la maravillosa Elena Martín y Max Grosse—, desnudos literal y figuradamente, desprenden una sutileza y erotismo elevados, conformando una pieza audiovisual que remarca el verdadero significado de una relación amorosa: superar miedos uno de la mano del otro.

Staff Only (Neus Ballús, 2019) continúa con el trabajo de concienciación social sutil intrínseco a la directora de La Plaga (Neus Ballús, 2013), pero esta vez desde una narración más clásica, accesible y dinámica. Huyendo del maniqueísmo y el mensaje panfletario de directores como Ken Loach, el conflicto que se presenta es realmente complejo: ¿cómo puede establecer una joven catalana una relación horizontal con la población senegalesa? Staff only es otro coming-of-age relajado, en tanto a que da menos importancia al paso a la madurez de la protagonista para poder poner el foco en la búsqueda de cómo debe ser el turismo sostenible y digno. La virtud del producto es que no solo entretiene, sino que saca a debate un gran problema sin caer en la osadía de decirnos cómo arreglarlo.