La primera vez que escuché a Led Zeppelin fue en 1992, en un walkman, dentro de un autobús. Mi buen amigo Katana, por aquel entonces solo un compañero de clase con el que hablaba porque íbamos los más lentos cuando tocaba correr en educación física y los dos llevábamos de vez en cuando camisetas jevis, me compartió sus auriculares durante una excursión a Patones mientras me hacía audiocomentarios tema por tema del contenido del álbum II (1970) (por aquel entonces yo era más de Leño y AC/DC). Y no me quedó otra que claudicar ante una de las bandas sonoras de mi vida, que lo fue (toda la discografía de los británicos, en realidad), pese a lo odioso y odiable de la expresión, durante casi toda mi adolescencia (y sin duda más allá). Durante la universidad, en un botellón en Malasaña, el amigo de un amigo, decía que dentro de cien años no perviviría la música pop y rock como hasta ahora lo está haciendo la música clásica y repliqué con el ejemplo de Stairway to Heaven, indicando que veía más que factible que un tema como ese perviva ese tiempo y más (sigo pensándolo, a pesar del trap y el reguetón, aunque a día hoy reniegue un poco de ella un poco en favor de otros temas de la banda, eso sí, no tanto como Robert Plant, además de que se me pasa cuando la escucho accidentalmente). La respuesta, el tiempo la dirá, y nosotros no lo sabremos, pero el hecho de que un grupo cuya trayectoria se apagó tristemente a los diez años de su inicio y de la que se sigue hablando, y sigue siendo influencia de otros, sin que haya habido ninguna vuelta al ruedo en serio (salvo reuniones esporádicas y contadas, la última en 2007, que no han hecho sino certificar la imposibilidad de un regreso) en el cincuenta aniversario de su feliz comienzo es un buen augurio. También lo es que esos adolescentes adorasen a una banda que ya se había extinguido cuando tan solo eran (éramos) unos bebés de teta.
Aprovechando la citada onomástica, el año pasado se publicó una versión extendida de la biografía de la banda a cargo del reputado periodista Mick Wall (la versión inicial databa de 2008). Alianza Editorial lo publica por primera vez en castellano, con la traducción de esta versión extendida a cargo de Alejandro Tobar. El descomunal trabajo de Wall abarca desde tiempo antes de la génesis de la banda (cuando Jimmy Page estaba con Jeff Beck en los Yardbirds —que aparecían interpretando la arrolladora Stroll On en Deseo de una mañana de verano (Blow-Up, 1966) de Antonioni—, Plant y Bonham eran músicos adolescentes que se conocían de los garitos, y John Paul Jones era un joven y prometedor músico de estudio), y nos descubre cómo la formación fue prácticamente producto del azar, y en realidad Jimmy Page podría haberse rodeado de cualquiera para formar su banda (y en otro caso el resultado podría haber sido bien distinto), hasta la actualidad. El libro se nutre de diversas fuentes que van desde trabajos biográficos previos —I’m With the Band: Confessions of a Groupie, 1987), autobiografía de la groupie Pamela Ann Miller, la bio no autorizada de la banda El martillo de los dioses (Stephen Davis, 1985) o la de uno de sus tour mánagers, Richard Cole: Stairway to Heaven: Led Zeppelin Uncensored (1992) entre otros— hasta largas entrevistas (de Wall y ajenas) realizadas tanto a los miembros de la banda, como a muchos de los satélites que les han rodeado durante todo este medio siglo y que van desde músicos hasta productores, mánagers de las giras, y por supuesto, el quinto miembro de Led Zeppelin, Peter Grant, el mánager de la banda desde sus inicios hasta el final tras el fallecimiento del batería John Bonham en 1980. Minuciosamente cronológico, el libro de Wall recorre, intercalando anécdotas y declaraciones, disco a disco, gira a gira, el proceso de creación de un mito, su declive, y después del desenlace, los caminos que entre 1980 y 2019 han llevado los supervivientes, aunque obviamente esta parte que abarca casi cuarenta años, solo ocupe dos capítulos (y el epílogo) de los diecisiete del libro.
Son particularmente enriquecedoras las conversaciones con Terry Manning acerca del proceso de producción del tercer álbum, que vivió en primera persona junto a Jimmy Page, y muy interesante el capítulo completo dedicado a la fascinación de Jimmy Page por la figura de Aleister Crowley, o la narración de la creación de Houses of the Holy, con Plant y Page viviendo (y componiendo) aislados en el campo. A pesar de que Wall conoce a los miembros de la banda desde hace treinta años no es la clásica biografía exclusivamente laudatoria, y así, aunque está claro que admira su música, no se corta a la hora de contar los aspectos más escabrosos. Desde el trato a las groupies, las relaciones de la banda con las drogas, incluida la adicción a la heroína de Page, las ínfulas de las que nunca se supieron librar, etc. Esta reseña tampoco lo será. Desde el comienzo Mick Wall intercala unos monólogos en primera persona, a modo de voces interiores de los cinco miembros (si incluimos a Peter Grant), y si bien son muy interesantes y reveladores en los primeros capítulos, terminan siendo reiterativas, pues en lugar de evolucionar cronológicmente a lo largo del resto del libro junto con los capítulos del mismo, se quedan ancladas en esos comienzos en los que todo era aún incierto, girando en círculos concéntricos. Es cierto que John Paul Jones siempre ha sido el cerebro en la sombra, y probablemente haya sido siempre el más opaco (quizá producto de su discreción o timidez) de los cuatro, pero no deja de resultar significativo que se cuenten muchas más cosas de Peter Grant que de él en el libro, y que las que se cuentan del bajista nunca llegan al detallado nivel de introspección que con sus tres compañeros y el citado mánager, pasando de puntillas incluso por sus trabajos musicales en solitario, como por ejemplo el álbum más que notable Them Crooked Vultures en el que participó junto a Josh Homme (Queens of the Stone Age) y Dave Grohl (Foo Fighters), apenas mencionado, mientras que se dedican páginas y páginas a Raising Sand, el álbum en solitario de Robert Plant junto a Alison Krauss, mucho menos interesante, y también menos cercano musicalmente a lo que era Led Zeppelin. Respecto a la edición española, hay un error en las notas al pie, que se ven desplazadas (y una de ellas escamoteada), no demasiado molesto pero sí notable, ya que a partir del fallo los números no concuerdan, y que imagino se subsanará en próximas ediciones, pero al margen de esto la edición es bastante maja, e incluso manejable a pesar del volumen del trabajo, que incluye un pequeño cuadernillo fotográfico en las páginas centrales.
Me gustaría terminar con un Top 7 de anécdotas sobre la banda, bien desarrolladas por Wall en el volumen:
- Cualquier anécdota de John Bonham con dos copas encima (hay infinitas, aunque la del Hilton de Tokyo es bastante divertida; otras son más perturbadoras que graciosas).
- Ravi Shankar explicando a Jimmy Page como afinar el sitar.
- El imposible viaje por carretera en medio de un temporal donde milagrosamente no murieron.
- David Bowie en casa de Jimmy Page de chavales (y lo que allí ocurrió).
- La génesis del tema The Mud Shark, de Frank Zappa, tras una orgía multitudinaria en una habitación de hotel ocupada por los Zep.
- John Paul Jones tocando empastillado con un calmante para vacas.
- Robert Plant pidiendo editar sus partes para uno de los DVD’s.