Lo malo que nos pasa

Todo lo malo que nos pasa

Es todo por salir de casa

Francisco Nixon

Hay gente que no está llevando nada bien esto de estar semiencerrado en casa. Pero solo llevamos una semana y esto puede ir para largo. Por el bien de todos, no debemos ser irresponsables, tenemos que ser fuertes y pensar que esto se hace por unos motivos muy concretos y que es necesario para reducir al máximo el número de muertes evitables. Algunos tenemos a nuestros seres queridos a mano y habrá quién piense que un rato no está mal pero que veinticuatro horas seguidas de otras veinticuatro, sin descanso que valga, y así de forma sucesiva e indefinida, quizá son demasiadas, y quién opine que estaría mejor solo, y también habrá quién se encuentre sin más compañía que la de sus electrodomésticos, y probablemente echará en falta a alguien a su lado. E incluso habrá quién se encuentre mucho mejor solo que mal o bien acompañado, pero recordemos que la soledad puede terminar siendo muy peligrosa y el contacto humano, aunque sea telefónico o digital debería ser una necesidad y un bálsamo que alivie la monotonía de nuestra nueva existencia o podríamos acabar como unos cuantos que me vienen a la cabeza.

Acordémonos de Sam Bell, el pobre protagonista de Moon. No tenía a Alexa pero tenía a GERTY y aunque esta fuese mejor compañía que HAL 9000 no dejaba de ser muy triste que bautizase a sus minitractorcillos como si fuesen mascotas y que sólo se comunicase a través de mensajes grabados sin poder tener una conversación humana en directo ni con una videollamada de esas que muchos redescubrimos en estos tiempos de aislamiento. Así le va al final. O de Chuck Noland, que termina bautizando a pelotas y balones y manteniendo conversaciones con ellos, no se le puede culpar, en esa isla desierta dónde está más confinado que nosotros a pesar de poder pasear libremente e incluso darse algún que otro baño en el mar, con su barba creciente como único testigo del paso del tiempo.

Naúfrago (Cast Away, Robert Zemeckis, 2000)

A pesar de que nuestro hogar diste de ser ideal podríamos estar en un piso más pequeño, e incluso uno de madera de pino, con escasez de aire y sin aseo ni cocina, como el del protagonista de Enterrado, que tenía móvil, eso sí, pero poca batería, ningún enchufe para cargarlo, y alguna que otra dificultad para desenvolverse, para qué engañarnos. El yate de Robert Redford en Cuando todo está perdido es mucho más cómodo, no hay punto de comparación, pero expuesto a unas inclemencias meteorológicas nada deseables para pasar una temporada en alta mar, así que en casa estamos mucho mejor. También estuvo peor que nosotros, seguro, Nancy, la protagonista de Infierno azul, en una roca a cien metros de la playa, tan cerca y tan lejos, pues con una herida sangrante, a punto de ser alcanzada por la marea y bajo la atenta mirada de un tiburón que olía y esperaba la apetitosa sangre (y la carne que la desprendía) no estaba en las mejores condiciones para regresar a la orilla.

Es bien sabido que los largos cautiverios también alimentan la imaginación y son muchos, inexplicablemente algunos de ellos los que un fin de semana normal prefieren estar «de sofá y mantita» que salir a tomar unos cacharros con las amistades, los que están inventando numerosas actividades (solos o en compañía, aunque sea en la distancia) con las que matar el tiempo, el gran enemigo, pero hay que tener cuidado de no acabar malheridos como le pasaba a Aron Ralston (James Franco) en 127 horas. Sobre todo porque como alguno líe una parecida, le quedan bastantes más horas por delante, así que ojo tanto al 10 toques challenge como a las nuevas y revolucionarias formas de masturbación o cualquier otro invento que implique algo de fisicidad.

Es importante, nos dicen los expertos, y probablemente tengan razón, establecer rutinas, vestirse como si fuese un día normal y corriente o podemos pensar que nos parecemos al protagonista de Symbol, todo el día en pijama sin gran cosa que hacer, y aún así debemos tener claro que al menos nosotros nos encontramos en un entorno conocido y no tenemos que andar tocando penes para buscar una salida al exterior o para conseguir algún objeto de vital necesidad. O eso espero, que como mucho cada uno se esté tocando el suyo (quién dice pene dice clítoris, pero de forma controlada, recordemos lo comentado anteriormente) o el de algún ser querido, y con otros fines.

Locke (íd., Steven Knight, 2013)

También los expertos (en estos días seguro que nos hemos dado cuenta de que hay muchos más de los que pensábamos, en todos los ámbitos, y especialmente muchos serían capaces de llevar un gobierno en tiempos de crisis, y está bien saberlo) nos recomiendan pautas a establecer para aquellos afortunados que pueden realizar teletrabajo (acordémonos y no nos cansemos de venerar, a las 20:00 en el balcón o a cualquier hora desde cualquier lugar, a aquellos repartidores, al personal sanitario, a los trabajadores de supermercados y a todos aquellos que día a día están dando el callo, exponiéndose por nosotros, para que podamos salir de esta crisis cuanto antes, y que no tienen esa posibilidad), al final se hace difícil separar la vida personal de la laboral y se termina encerrado enganchado al teléfono intentando desfacer entuertos de los que dependen muchas personas, o sino que le pregunten a Ivan Locke, que se tira toda la película sin salir del coche y casi sin parar de hablar de trabajo, y cuando lo hace tiene más jaleo que si estuviese en la oficina, con un hijo ilegítimo a punto de ver la luz y los descendientes oficiales y su mujer esperándole en casa. Y aún así se atreve a decir que «no importa cuál sea el problema, puedes resolverlo». La esperanza nunca hizo mal a nadie, y quizá deberíamos confiar, como Ivan Locke, en que todo va a salir bien. Y poner nuestro granito de arena para que así sea.