Peter Beale, presidente del jurado internacional de la 65º Semana Internacional de Cine de Valladolid.
La ganadora de la Espiga de Oro en la 65ª Seminci viene de Hungría y es una fábula melancólica sobre la subjetividad y la obsesión en el proceso de enamoramiento. Con un sugerente título, Preparations to be together for an unknown period of time (Felkészülés meghatározatlan ideig tartó együttlétre, Lili Horváth, 2020) sigue los pasos de Márta (Natasa Stork, ganadora del premio a la Mejor Actriz), que deja su prestigioso trabajo como cirujana en EEUU para volver a su Budapest natal y reencontrarse allí con el hombre de sus sueños. Al llegar, el pretendiente en cuestión asegura no conocerla y la etiqueta de hombre de los sueños empieza a parecer literal, mientras Márta se empeña en comenzar de cero en una ciudad gris de la que hace tiempo se desapegó. La pregunta es: ¿dice Márta la verdad?, ¿miente deliberadamente?, ¿o se lo está imaginando todo? La protagonista se convierte así en narradora no fiable, deambulando por Budapest como un zombie y arrastrando al espectador con ella en una huida hacia adelante. La imaginación (o el autoengaño) se vuelve aquí mecanismo de supervivencia emocional.
Aunque la premisa es prometedora, lo cierto es que la narración del film acaba siendo algo dispersa. La directora y guionista —ganadora, además, del premio Pilar Miró a la Mejor Nueva Dirección— se pierde entre personajes estáticos y subtramas hospitalarias algo olvidables, en detrimento de lo verdaderamente interesante del film, que es la pugna entre realidad y delirio. Sorprende la elección del Jurado, pues la 65ª Semana tuvo, a pesar de las difíciles circunstancias, un nivel alto y varias propuestas muy sólidas. Respecto a la elección de Natasa Stork como Mejor Actriz, resultó esperable y casi inevitable en una Sección Oficial muy masculina y con escasas propuestas con un peso interpretativo femenino verdaderamente central: junto a la mencionada Preparations, estuvo la china The Cloud in Her Room (Ta fang jian li de yun, Zheng Lu Xinyuan, 2020), que se llevó el galardón de Mejor Dirección de Fotografía, y pararíamos de contar. En el resto de películas a concurso, las mujeres han sido secundarias, coprotagonistas en repartos corales o, directamente, ausentes.
Si en Preparations los personajes sobreviven a la adversidad mediante la fantasía, en la eslovaca Servants (Služobníci, Ivan Ostrochovský, 2020) lo hacen valiéndose de la resistencia ideológica. La película, que se hizo con el premio ex aequo a la Mejor Dirección, cuenta el proceso de organización política clandestina de un grupo de jóvenes seminaristas en la Checoslovaquia soviética de los años 80, que buscan defender sus posiciones religiosas en un momento en el que la Iglesia apuesta por integrarse en los ideales de la URSS. Con una dirección firme y una estética apabullante, el eje es siempre la mirada de los dos amigos protagonistas, partiendo de la luz propia de los últimos años de adolescencia y oscureciéndose gradualmente, plano a plano, a medida que la inocencia es corrompida y los personajes toman conciencia de la violencia (simbólica y literal) que encierra el sistema que los rodea.
Servants —llamada así por el enfrentamiento entre dos posiciones que se creen servidoras, una del Estado, la otra de Dios— es, además, la película con la mejor fotografía de esta edición. El blanco y negro impoluto —que ensalza la palidez del invierno eslovaco y la oscuridad de la trama—, filmado en cuatro tercios —contribuyendo a generar un ambiente de opresión—, recuerda a la estética del polaco Pawel Pawlikowski en Ida (íd., 2013) y Cold War (Zimna wojna, 2018). Las composiciones son de una belleza abrumadora: simetrías perfectas, primeros planos, espectaculares planos cenitales y contrastes estéticos entre modernidad y tradición.
El poder de decidir como forma de supervivencia es el motor de la iraní There is no evil (Sheytan vojud nadarad, Mohammad Rasoulof, 2020), Premio Especial del Jurado y Oso de Oro en la pasada Berlinale. El director Mohammad Rasoulof, censurado y confinado en su país natal desde 2017, conecta temáticamente cuatro historias independientes, estructuradas como cuatro mediometrajes en un in crescendo emocional al estilo de los Relatos Salvajes del argentino Damián Szifró (2014). El tema central es la pena de muerte en Irán, contada desde el prisma de los verdugos que resultan ser en su mayoría jóvenes haciendo la mili, presionados u obligados a volcar la silla de los sentenciados. La tesis que propone Rasoulof es que, a pesar de que exista una determinada ley (injusta, inhumana), cada ser humano tiene en su haber el poder de decidir sobre ella. Acatarla. Desobedecer. Poder decidir comporta, por supuesto, graves consecuencias en la vida del verdugo, la víctima y sus seres queridos, y es en esas consecuencias donde reside el film.
El primer relato —y la primera decisión— es lento y silencioso, de un costumbrismo casi documental. La aparente normalidad encierra, sin embargo, un secreto que pilla desprevenido al espectador y, a partir de su tremenda escena final, da un golpe encima de la mesa y sienta, de cara al resto de partes, las bases para un carrusel emocional de angustia y desasosiego. El segundo relato —y la segunda decisión— es un thriller trepidante con una música hipnótica y una interpretación llena de sensibilidad por parte de su protagonista, Kaveh Ahangar; el tercero, una tragedia griega sobre el deseo y el destino trágico (también es el relato más estético, alegórico y poético de todos, y una reflexión sobre la belleza masculina desde la mirada femenina); y el cuarto y último es otra tragedia, esta vez familiar, en la que los secretos afloran en las entrañas de un páramo, bajo la atenta mirada de zorros y abejas.
Contrasta el pesimismo de la película —respecto a la situación política y social iraní— con la declaración de amor que hace hacia su diversidad geográfica. Cada relato, situado en un escenario distinto, muestra el país en toda su belleza, desde paisajes urbanos a desiertos, pasando por bosques que nada tienen que envidiar al verdor de los de la Trilogía del Baztán (Fernando González Molina, 2017-2020).
There is no evil es sin duda una de las películas de este extraño 2020, con un guion magistral donde cada relato suma capas de profundidad respecto al anterior y ofrece una visión amplia y compleja de la desgracia de un Estado que hace uso del asesinato como forma de represión.