Evasión y victoria
El comienzo de Way Down invita a pensar que vamos a ver una secuela bastarda de La Fortuna, la serie de aventuras (al menos sobre el papel) de Alejandro Amenábar (hasta la empresa que encuentra el barco hundido se llama igual, Atlantis), pues es prácticamente el desenlace de la misma (a continuación un breve spoiler de la serie y así el lector se la puede ahorrar si todavía está a tiempo) con la justicia dictando que el tesoro se lo queda España (fin del spoiler) y un pirata (interpretado por Liam Cunningham), que aquí es el bueno, no acepta el resultado y decidirá robárselo al estado español (esto sería el comienzo de la secuela). El problema, aparentemente irresoluble, es que el tesoro está en la famosa (véase La casa de papel) cámara acorazada del Banco de España. La solución podría encontrarla un ingeniero recién licenciado que se rifan las mayores petroleras, aunque el chaval tiene ideales que le impiden trabajar para ellas. Otra cosa, donde la ética ya importa menos, es robar un Banco si se lo pide una guapa desconocida (Astrid Bergès-Frisbey) que le deja notas misteriosas y le pone ojitos, y que trabaja para el mencionado pirata, o mejor, aventurero.
La nueva película de Jaume Balagueró se aleja del terror con el que tan buenos (y a veces incómodos, entiéndase esto como se quiera) ratos nos ha hecho pasar desde aquel sórdido debut con la adaptación de Ramsey Campbell Los sin nombre hasta su última incursión con la irregular Musa, previo paso por la casi podríamos decir que seminal [REC·], dos de sus tres secuelas y la quitasueños por antonomasia, Mientras duermes (durante mucho tiempo imaginé a mi anterior portero, a quien le prestaba juegos de la Play que nunca me devolvió, metido debajo de mi cama), sin olvidarnos de Darkness (porque no me olvido de aquel túnel del final y eso que no he vuelto a verla desde su estreno), Para entrar a vivir (su capítulo para las Películas para no dormir), la más discreta Frágiles y la más terrorífica de todas: OT: La película. El motivo del cambio de registro parece claro, el director se ha dejado seducir por una producción de lo más ambiciosa, en el que sin duda ha sido el rodaje más complicado y desafiante de su carrera. Así, en Way Down Balagueró arriesga y deja atrás su zona de confort lanzándose al vacío con una cinta de atracos en la línea más pura del término y además sale airoso. Narrativamente no nos vamos a encontrar nada desestructurado en plan Atraco perfecto (The Killing, Stanley Kubrick, 1955) o Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992) ni tampoco un atraco a una sucursal con rehenes tipo Tarde de perros (Dog Day Afternoon, Sidney Lumet, 1975), Plan oculto (Inside Man, Spike Lee, 2006) o 70 Binladens (Koldo Serra, 2018), ni con esos robos de guante blanco a lo Atrapa un ladrón (To Catch a Thief, Alfred Hitchcock, 1955) sino más bien con un golpe de los grandes, de esos que requieren trabajo en equipo, con un botín de altura, estudiados hasta el último milímetro, y que pueden verse comprometidos con un mínimo desliz. Un robo como los de la citada La casa de papel, los de la saga de Soderbergh protagonizada por Danny Ocean, o incluso Ejército de los muertos (Army of the Dead, Zack Snyder, 2021).
El guion, peligrosamente escrito a diez manos (o al menos cinco personas lo acreditan), sin embargo está a la altura, manejando los clichés del género pero respetando al espectador evitando hacer esos molestos subrayados tan habituales (y eso que hay al menos un buen par de ocasiones para ello), y contiene algunas felices y bellas ideas: como cuando Thom (Freddy Highmore) descubre el punto débil del sistema mientras se toma un descanso, del mismo modo que Arquímedes halló su famoso principio, el cual es aludido además en otro momento clave de la película; o como situar la historia durante los últimos días de aquel mundial de fútbol que ganó España (algo que ya hicieron Borja Cobeaga y Diego San José con una óptica bastante diferente en la divertida Fe de etarras), alimentando la nostalgia de unos y el infausto recuerdo de otros que quizá deseábamos que todo terminase cuanto antes precisamente para poder caminar tranquilamente por la calle. En cualquier caso, el montaje paralelo con el ya famoso gol de Iniesta mientras los protagonistas hacen cosas (que no voy a revelar) se aprovecha de la épica del momento en el imaginario popular para construir la propia épica de la película, que en eso va sobrada, transcurriendo gran parte del metraje en las inmediaciones de Cibeles con multitud de extras y otras localizaciones emblemáticas del centro de la capital española, e incluso con secuencias en el metro y en sus túneles, con varios momentos de tensión y suspense bien gestionados mediante un montaje sencillo y elocuente. Entre el reparto destacaría para bien el trabajo de un José Coronado (que interpreta al jefe de seguridad del banco) que parece como si REALMENTE le fuese a dar un infarto por momentos (José, ve al médico, en serio, solo por si acaso) y un Freddie Highmore que aunque haya interpretado a Norman Bates de jovencito, su papel aquí es el que aparenta su rostro aniñado (nunca he visto la otra serie, pero siempre que veo el poster, me estoy refiriendo a The Good Doctor, pienso que se trata de un remake de Un médico precoz), y aunque el chaval da el pego como niño prodigio y se intenta defender, para mí su recuerdo siempre serán esos breves segundos en la discoteca bailando casi tan bien como lo haría un gato de escayola. La ecléctica banda sonora es capaz de mezclar a Los Ronaldos o Alfa con los Sex Pistols o AC/DC, y eso también tiene su mérito. No digo yo que de vez en cuando no esté bien ver cine sesudo con profundas reflexiones sobre la futilidad o la transcendencia de nuestra existencia, enfermedades terminales, relaciones tóxicas, tragedias familiares (cine mugre, que lo llama mi hermana, un término bastante adecuado), pero en otras ocasiones prefiero ver algo más liviano, como el fútbol, no exento de tensión, como una final, pero sin gente gritando a tu lado, como ese descanso que Thom necesita después de demasiadas horas sin dormir únicamente concentrado en un problema aparentemente irresoluble, un cine de evasión como esta película que puede ser el opio que todos necesitamos de vez en cuando.