Me gustó ver este verano Kummatty (1979), de Govindan Aravindan, vía el canal online del Cinema Ritrovato. La restauración es hermosa, vibrante de colores, y ha devuelto a la obra una luminosidad atenuada, perdida a causa del paso del tiempo. Veía esa película en casa —en plena quinta ola pandémica y en plena ola de calor— e imaginaba cómo sería en la pantalla de un cine, si sería posible verla en una sala algún día en el futuro. En noviembre, en las salas de los festivales Zinebi y FICX, vi dos obras muy distintas sobre el duelo y el caos que, de alguna manera, en mi fuero interno, se ligaban a esa melancolía e incertidumbre que sentí con Kummatty: Marx puede esperar, de Marco Bellocchio, y Zeros and Ones, de Abel Ferrara. La primera no se ha estrenado comercialmente, pero sí la de Ferrara. No pretendo que estos apuntes resuman en general el complejo panorama audiovisual de 2021 —soy incapaz de dar con un denominador común más allá de mis sensaciones personales al respecto—, pero son tres películas que han marcado mi año.