Por primera vez en años (y por última, al menos de momento) he tenido la oportunidad de volver al Festival de Sitges. Y más allá del reencuentro con amigos, conocidos y, en general, gente a la que aprecio y con la que he vivido conversaciones y encuentros que han calentado mi corazón, he redescubierto el placer, ya un poco olvidado para mí, de ver películas sin parar, reflexionar (y debatir) sobre ellas, captar los flujos del fantástico… Algunas de las mejores películas que he visto en 2021 las he descubierto allí (entre otras, Earwig de Lucile Hazihalilovic y Limbo de Soi Cheang, que no están en mi Top porque no se han estrenado «oficialmente»), así que eso es lo que me llevo conmigo.