El insoportable peso de un talento descomunal, de Tom Gormican

El insoportable peso de un talento descomunal Nicolas Cage lleva años siendo más popular como meme que como actor. Tiempo atrás queda el recuerdo de un talentoso miembro del clan Coppola, que incluso llegó a llevarse un Oscar por su interpretación en Leaving Las Vegas (Mike Figgis, 1995). Para el imaginario popular, el Cage más reciente no es más que un histriónico actor de películas mediocres de persecuciones de coches y reacciones histéricamente sobreactuadas. El director Tom Gormican (Las novias de mis amigos) elige este punto de partida para crear un relato metacinematográfico en el que el actor se interpreta a sí mismo viviendo una situación que encarna este cine que representa esta última etapa de su carrera.

Nicolas Cage se encuentra en una crisis familiar y profesional y decide aceptar un trabajo asistiendo a la fiesta de un magnate millonario (interpretado por Pedro Pascal) en Mallorca. La trama se complica cuando la CIA contacta con la estrella de Hollywood porque sospechan que el anfitrión de la fiesta puede tener secuestrada a la hija del candidato a la presidencia de Cataluña. 

Esta premisa pasada de vueltas marca el tono de toda la cinta, ya que los 107 minutos a los que se enfrenta el espectador consisten en situaciones cada vez más bizarras, referencias cinéfilas y parodia de la propia leyenda de la figura de Cage. La película, al fin y al cabo, no pretende ser nada más que un mero entretenimiento, además de un homenaje a la trayectoria de su protagonista y un ejercicio autorreferencial en el que, por momentos, ni el propio filme tiene claro con qué grado de ficción está trabajando. En una estructura que casi recuerda a Origen (Christopher Nolan, 2010), los niveles de cine dentro del cine se pierden para resultar en un absurdo total.

El insoportable peso de un talento descomunal

Más allá del plano narrativo, en el que queda claro que la diversión y la exageración son la única meta de la película, la cinta tiene poco que ofrecer. Visualmente se limita a enfatizar la belleza del Mediterráneo como si se tratara de un anuncio veraniego de cerveza y tampoco busca innovar en cuanto a montaje, banda sonora o puesta en escena en general. El elemento en el que el director sí que decide confiar es la interpretación de un Nicolas Cage al que vemos repasar su biografía a través de distintos recursos en función del estado de ánimo y nivel de droga en sangre de su personaje. El propio Cage interpreta, además de a sí mismo, a un Nicolas Cage imaginario con el que el propio actor dialoga en conversaciones ficticias. Este alter ego llamado Nicky representa el espíritu de actor-autor de Cage y es representado como la versión más exagerada y caricaturesca del actor, con sus gestos dementes, sus gritos desquiciados y sus caras histéricas. 

El insoportable peso de un talento descomunal es, pues, un ejercicio de parodia y repaso de la carrera de un personaje que ya es más mito que actor, pero que se pierde en su locura y no ofrece un espectáculo original más allá de su loca premisa. Es un filme que funciona para aquellos espectadores referenciados en la carrera de Cage y en el cine en general, pero que no tiene nada que ofrecer en un segundo visionado más allá del puro disfrute palomitero.

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