Jurassic World, una trilogía ya extinta
Han pasado treinta años desde que Steven Spielberg nos presentara Parque Jurásico (1993), basada en el libro homónimo de Michael Crichton. A la película le siguieron varias secuelas a finales de los noventa y la franquicia resurgía hace unos años con Jurassic World (2015). La saga jurásica vuelve para, supuestamente, poner punto y final a la trilogía con Jurassic World: Dominion.
La nueva entrega echa mano de un concepto cada vez más recurrente cuando revisitamos viejos éxitos o grandes sagas. Es inevitable que estas películas beban de la nostalgia, ese lugar al que nos encanta volver una y otra vez. Sabemos lo que nos espera cuando las puertas gigantes del parque se abren y la banda sonora de John Williams es un recordatorio de lo que está por llegar. Esta es la sensación que vivimos cuando en 2015 se estrenó Jurassic World, la película nos invitaba a un lugar conocido. En esta ocasión vuelven a escena los protagonistas originales Laura Dern, Sam Neill y Jeff Goldblum, pero esto no es suficiente para nuestro niño interior, que ya ha visto esta película otras veces.
En su anterior entrega Jurassic World: El reino caído (2018) dirigida por Juan Antonio Bayona, se planteaba un mayor conflicto ideológico al aplicar la clonación y los avances genéticos en seres humanos. La película cerraba desde un punto de vista animalista y de respeto por la creación, liberando a los dinosaurios y obligando a la convivencia con los seres humanos. Este era un prometedor punto de partida. Nos reencontramos con los protagonistas en este nuevo mundo en el que se plantea el dominio de una especie sobre la otra, una nueva realidad que aplicaría la teoría del caos a infinitas posibilidades.
La película finalmente no explora la idea de expandir horizontes y vuelve a encerrar a los protagonistas tras la cerca de un nuevo parque o en este caso el refugio de dinosaurios de Biosyn Corporation. Es aquí donde transcurrirá buen parte de la acción cuando Ellie Sattler, con la ayuda de sus viejos colegas, el Dr. Alan Grant y Ian Malcolm, investigarán un desastre ecologista del que parece que Biosyn es responsable. Allí unirán fuerzas con Owen y Claire que van en busca de Maisie, quien ha sido secuestrada por esta misma corporación con el objetivo de estudiar los avances genéticos que esconde la joven.
Esta nueva etapa de la franquicia ha demostrado ser capaz de crear su propio universo y, sobre todo, ser solvente. Aun así, el clon que ha resultado ser este éxito de taquilla, dista mucho de su ADN original. Uno de los motivos principales es la falta de innovación. ¿Cómo olvidar la cara de incredulidad de Laura Dern cuando su personaje ve un dinosaurio vivo por primera vez? Es el mismo asombro que sintieron los espectadores sentados en la butaca del cine, sería muy difícil volver a causar tal efecto.
Es comprensible que no se pueda volver a sentir la emoción que nos invadió al descubrir Parque Jurásico, pero en esta última entrega de la franquicia resulta palpable una falta de creatividad. La película no es capaz de trasladarnos a un nuevo lugar e intenta repetir las mismas fórmulas, haciendo de nuestros queridos héroes del pasado meros clichés. Una trama poco verosímil que no consigue conectar sus distintos nexos con éxito, y lo que es peor, sin ningún tipo de profundidad. El filme basa todas sus fuerzas en la sobresaturación de monstruos y escenas de acción que transcurren una tras otra, sin mucha cohesión entre ellas, para el regocijo de una audiencia hiperestimulada.
No podemos olvidar que, aunque parezca mentira, no todo el mundo tiene como referencia a Parque Jurásico. Las nuevas generaciones descubrieron este mundo apasionante gracias a Jurassic World y se despiden de la trilogía con una película que no defrauda en sus básicos: visualmente espectacular, a veces incluso evocadora, grandes dosis de acción y nuevas especies para engrosar la lista de dinosaurios.
Este artículo forma parte de la colaboración entre Miradas de Cine y La Casa del Cine, donde Georgina Morán es alumna.