El dios del trueno vuelve a la gran pantalla en su cuarta película y se convierte en el superhéroe que más títulos en solitario tiene en la filmografía del universo cinematográfico de Marvel. En esta ocasión, de la mano de Taika Waititi, Thor se enfrenta a una crisis de personalidad que le hará enfrentarse a los demonios de su pasado. Waititi, como ya hiciera en Thor: Ragnarok (2017), ofrece una comedia que se toma menos en serio que el resto de cintas de la compañía.
El director neozelandés es uno de los más interesantes dentro de la comedia en el panorama actual, y se ha ganado este estatus convirtiendo temáticas de cine de género en comedias desvergonzadas. Su particular visión, en formato falso documental, del mundo de los vampiros en Lo que hacemos en las sombras (2014) es el mayor exponente de su estilo y, probablemente, siga siendo su mejor comedia. Ya con Ragnarok, Waititi revisionó un personaje que no era capaz de ganarse al público por su magnitud mitológica y lo convirtió en un bufón fanfarrón y francamente entrañable que se reía del género de superhéroes. En Thor: Love and Thunder sigue en esta línea, pero la trama se ve un poco difuminada por el exceso de chistes en momentos climáticos y pasa a un segundo plano.
Esta entrega pierde la originalidad de la que gozaba la anterior porque parece un intento de copia de aquella y se ve mucho más forzada, en su guion sobre todo. Es cierto que los chistes funcionan y es una de las películas más hilarantes de la factoría, sin embargo el tono del filme es confuso. Waititi intenta abordar tramas dramáticas y arcos de personaje, pero los chascarrillos constantes distraen del propósito dramático y el argumento pierde fuerza. La excepción a estas pegas es Christian Bale, que debuta en Marvel encarnando a un villano imponente en su caracterización y original en sus motivaciones, aunque bastante previsible en su desarrollo. El actor galés se entrega por completo al papel de matadioses y sobresale mucho más en su interpretación que una Natalie Portman con poderes (en su regreso a la saga), que recupera su Jane Foster dotándola de un carisma que no tenía, pero que no demuestra la vis cómica que le exige el guion.
Más allá del aspecto narrativo, Waititi vuelve a hacer una apuesta visual con una paleta muy colorida y un diseño de producción muy espectacular. Es cierto que algunos efectos digitales se ven menos realistas de lo que cabría esperar en una película de este presupuesto, pero en general el intento por distanciarse del resto de filmes de Marvel en el plano visual habla bien del director. Destaca especialmente una escena en un blanco y negro muy saturado (al más puro estilo Zack Snyder), bien justificado por la trama, que consigue ser la secuencia de acción más emocionante de la cinta. Taika Waititi vuelve a apostar por una banda sonora basada en clásicos del rock, en este caso a base de un uso abusivo de la discografía de Guns’n’Roses, que no siempre consigue el efecto épico que tuvo, por ejemplo, la aparición de Led Zeppelin en Ragnarok.
Thor: Love and Thunder es, pues, otro entretenimiento más de la factoría Marvel, que retiene el carisma y el encanto de su director, pero que descuida la trama para priorizar las risas en la sala de cine. Últimamente, Marvel está priorizando cantidad sobre calidad (han estrenado seis películas y cuatro series en los últimos doce meses) y, aunque esta película es un disfrute y consigue enganchar al público (sobretodo al más joven), se nota que no está realizada con el mimo de otras producciones anteriores de la franquicia de Kevin Feige.